La salida del Reino Unido de Europa no solo ha sido fulminante, sino que sería semejante a aquella relación de pareja que llega a su fin y en la que uno de los dos no quiere saber nada del otro. Porque mientras que el Viejo Continente está sumida en una crisis económico-social relacionada con el sector del automóvil (autoimpuesta quizá diríamos nosotros) por la llegada de los aranceles a los coches eléctricos chinos y/o fabricados allí, desde las islas británicas parecen llevar otro rumbo, uno que también es diferente al adoptado por Canadá y Estados Unidos.
Porque de momento en Gran Bretaña parece que no se plantean imponer aranceles a este tipo de modelos ya que las empresas británicas no se han quejado, provocando que no sea necesaria una investigación, tal y como confirmó el ministro de Comercio británico, Jonathan Reynolds. “Tengo el poder como Secretario de Estado para hacer esa remisión y aunque estamos analizando de manera minuciosa la situación, creo que es importante que nuestra industria sea diferente, y hasta el momento ella misma no ha presentado ninguna queja a la Autoridad de Recuros Comerciales (TRA)”, concluyó el propio Reynolds a los periodistas en el marco de la cumbre de Inversión Internacional, recogida por Bloomberg.
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