Un estudio publicado en la 'Revista Internacional de Sociología', firmado por cinco investigadores de universidades españolas y europeas, defiende que la transición energética en España debe incorporar la memoria colectiva y la identidad cultural de las comarcas mineras para ser verdaderamente justa y sostenible.
Entre los autores se encuentran las investigadoras de la Universidad de León Rosario Marcos-Santiago y Adelina Rodríguez Pacios, junto a Alexia Sanz-Hernández (Universidad de Zaragoza), Ángel Alonso-Domínguez (Universidad de Oviedo) y Xaquín Pérez-Sindín (Universidad de Varsovia), según el trabajo al que ha tenido acceso EFE.
El artículo, titulado 'Justicia es memoria', analiza el impacto del cierre de la minería del carbón en cuatro regiones históricamente ligadas a esta industria: León, Teruel, Asturias y Galicia.
A través de un estudio de caso múltiple y el análisis de más de 2.700 artículos de prensa regional, los autores identifican tres grandes narrativas que conectan la justicia de reconocimiento con la sostenibilidad cultural: el derecho a permanecer en el territorio, la necesidad de preservar la identidad colectiva y la exigencia de igualdad de trato frente a otros territorios.
Según el equipo investigador, la transición energética no puede limitarse a una dimensión tecnológica o económica. "Es una transformación cultural y sistémica que afecta cómo las comunidades se perciben en el pasado, presente y futuro", afirman.
En este sentido, la memoria del carbón -entendida como legado emocional, simbólico y narrativo- se convierte en una herramienta clave para "diseñar políticas que no repitan errores del pasado".
Los investigadores destacan que "la justicia es poder quedarse, ser reconocidos y tener futuro".
En las comarcas mineras, el cierre de minas y centrales térmicas ha provocado despoblación, desempleo y una pérdida de identidad que no puede abordarse únicamente con medidas económicas.
"La memoria colectiva está llena de testimonios que se repiten para evitar el olvido y aliviar el dolor de una pérdida que es también cultural", según señalan.
De la resistencia a la aceptación
El estudio muestra cómo, en las primeras etapas de la transición, predominó un discurso de resistencia al cambio, con actores locales, sindicatos, alcaldes, vecinos defendiendo la continuidad del carbón como símbolo de identidad y supervivencia.
Posteriormente, se pasó a una fase de resignación, en la que se aceptó la transición pero se exigió más tiempo y mejores condiciones. Finalmente, en la etapa actual, se observa una coexistencia entre discursos derrotistas y propuestas esperanzadas que reclaman inversiones inmediatas y alternativas viables.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es el papel de la memoria como mecanismo de gobernanza.
En muchos casos, los actores locales han recurrido a ella para legitimar sus demandas, preservar símbolos del pasado industrial, como las torres de refrigeración de las centrales térmicas, y construir escenarios futuros desde identidades 'proyecto”'.
Sin embargo, también se ha utilizado como obstáculo para justificar el retraso de la transición, ante el temor de repetir fracasos anteriores.
En León, por ejemplo, la demolición de infraestructuras emblemáticas como la central de Anllares del Sil ha sido vivida como una pérdida irreparable. "Un siglo de bonanza económica no se olvida de golpe y porrazo", se recoge en uno de los testimonios analizados.
La falta de reconocimiento institucional a estas memorias ha generado un sentimiento de injusticia que, según los autores, debe ser atendido en las políticas de transición justa.
Mantener viva la memoria del carbón
El artículo también subraya la importancia de los espacios patrimoniales creados en las comarcas mineras, como museos, centros de interpretación y parques tecnológicos, que permiten mantener viva la memoria del carbón y ofrecer nuevas oportunidades de desarrollo.
En Castilla y León, destacan iniciativas como La Fábrica de Luz. Museo de la Energía y la Térmica Cultural, impulsadas en Ponferrada con apoyo estatal.
"La justicia de reconocimiento implica comprender las desigualdades históricas y valorar la unicidad de cada territorio", explican los investigadores. En este sentido, reclaman que la sostenibilidad cultural -junto a la económica, social y ambiental- sea considerada como el cuarto pilar del desarrollo sostenible.
El estudio forma parte del proyecto INNOREJUST, financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación, y ofrece una mirada crítica y empática sobre cómo gestionar el cambio energético sin dejar atrás a quienes han sostenido durante décadas el sistema energético nacional.






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