Nueve centrales repartidas por Asturias, A Coruña, Palencia, León, Teruel o Córdoba echan el cierre como consecuencia de su obsolescencia medioambiental, un fenómeno que cada vez condiciona más nuestras decisiones económicas.
Estas centrales nacieron hace más de cuatro décadas como resultado de las sucesivas planificaciones energéticas que, con sus aciertos y desaciertos, velaron por la seguridad del suministro eléctrico y la diversificación de la oferta, nos hicieron menos dependientes del petróleo o de la energía nuclear, y nos evitaron apagones en momentos de sequía.
Durante años fueron motores de actividad y empleo para la industria de bienes de equipo, destacados demandantes de servicios de alto valor añadido y, sobre todo, dieron vida a históricas comarcas mineras.
Gracias a un robusto y cuidadoso diseño, con ingeniería y equipamientos “made in Spain”, estas instalaciones productivas bien podrían seguir operando, pero la internalización de los costes ambientales y la competencia de las nuevas energías renovables las dejan ahora sin interés comercial.
Sin embargo, su cese de actividad ofrece hoy una oportunidad tanto desde la perspectiva de la gestión del sistema eléctrico como de la reactivación económica de las comarcas amenazadas por los cierres. La idea es sencilla, aunque no se puede exponer sin entrar en ciertos tecnicismos.
Se trataría simplemente de salvar del proceso de desmantelamiento de estas centrales los equipos eléctricos principales -el alternador y el transformador de salida a la red- para constituir “compensadores síncronos” de gran potencia que controlaran la tensión de los nudos eléctricos próximos. Los alternadores, libres ya de sus equipos mecánicos que tantos años los impulsaran, no funcionarían como generadores de potencia, sino como grandes motores síncronos conectados a la red rodando en vacío, simplemente demandando de la red algunos MW para mantener su inercia.
Las virtudes de las máquinas síncronas son admiradas por los electrotécnicos desde tiempos de Nikola Tesla. En relación al control de tensión muestran una extraordinaria finura y precisión de regulación y, gracias a su respuesta dinámica, aportan potencia de cortocircuito a la red, esencial entre otras cosas para poder conectar más capacidad renovable en los nudos; un auténtico lujo, que construido desde cero sería inasumible por su elevado coste de inversión, pero cuya utilización marginal ahora podría resultar eficiente y rentable.
Estas cualidades en el control de tensión son las que llevan al operador del sistema a recurrir al acoplamiento de grupos térmicos para solucionar restricciones técnicas de funcionamiento del sistema. Pero arrancar grupos térmicos cuando su producción no es necesaria, tiene un coste muy elevado para el consumidor -en los tres últimos meses más de 150 M€-, conlleva un coste por externalidades medioambientales y resta “hueco” para integrar mayores cuotas de producción renovable.
Con la utilización de las máquinas eléctricas de las centrales que ahora cierran como “compensadores síncronos” se evitaría, en numerosas ocasiones, el arranque de grupos térmicos y por tanto sus emisiones y sobrecostes. Con muy poca inversión se podría aprovechar el cierre de estas centrales para promover proyectos de transición justa en los nudos eléctricos indicados en el Real Decreto Ley 23/2020, a la vez que se maximizaría la capacidad de conexión de nueva generación renovable y se facilitaría el control de tensión de las redes eléctricas.
Sin duda, un último y noble servicio de estas centrales, que proporcionaría una transición energética compatible con la recuperación del territorio y que redimiría la huella de carbono que estas centrales dejaron durante sus años de funcionamiento. Pero habría que actuar rápido para evitar que su desmantelamiento quede en una simple actividad de reciclaje o achatarramiento.
Y en la línea de dar nuevas soluciones a los viejos problemas, habría que pensar en incluir en la ecuación a la demanda, quien también podría contribuir de manera eficiente en el control de tensión de las redes para evitar las restricciones técnicas. Si se dieran las condiciones, los grandes consumidores, conectados a las redes de transporte y distribución primaria, podrían también ser parte activa de la gestión de la seguridad del sistema, pero esto ya da para ser tratado en otro artículo.
Correspondería ahora que los reguladores y el operador del sistema definieran los términos de referencia de un nuevo servicio de control de tensión que permitiera poner en valor el extraordinario potencial que surge del cierre de centrales y del empoderamiento de los consumidores.
Juan Temboury Molina es Ingeniero Industrial
Eduardo
21/07/2020