Hoy empezamos algo nuevo y nos hace mucha ilusión. No es que el tema sea nuevo ni la situación sea muy halagüeña, pero nos hace ilusión aportar una nueva forma de aproximación a cómo tratar todo lo relacionado con la energía. Los que desde este recién constituido Consejo Editorial nos hemos comprometido a dar periódicamente nuestro punto de vista y nuestra reflexión al día a día y a la evolución de las novedades, sucesos, decisiones y opiniones que se vayan produciendo en el mundo de la energía, lo haremos convencidos de que situaciones como la del recientemente publicado Real Decreto 413/2014, de 6 de junio, por el que se regula la actividad de producción de energía eléctrica a partir de fuentes de energía renovables, cogeneración y residuos, no deben repetirse. Y con ello no declaramos que el Gobierno, en su rol ejecutivo no tenga que tomar las medidas adecuadas para la sostenibilidad económica y financiera del sector energético. Lo que propugnamos y lo haremos siempre que sea posible es que el cúmulo de circunstancias que han desembocado en la publicación de este RD no debe repetirse.
El sector energético es realmente complejo y simplificarlo para, o bien defender posturas militantes o bien intereses económicos espúreos, nos ha llevado a esta desgraciada situación. También es cierto que la gobernanza, uno de los dos principales elementos de toda política energética, no ha sido la adecuada y las acciones de gobierno han sido en gran parte las responsables de haber llegado a esta situación. No todo lo hemos hecho mal. En absoluto. Durante años, hemos sido, junto con otros países de la UE, los que más adelantados estábamos en la apertura de los mercados del gas y de la electricidad y en la implantación de energía eólica.
Lástima que junto con esta temprana apertura, . O que al despliegue bastante armónico de la energía eólica, le haya seguido uno mucho más descontrolado de energía fotovoltaica, producto del desgobierno de periodos anteriores, que hay que pagar ahora. O que dispongamos de dos sistemas energéticos complementarios, el sistema gasista y el sistema eléctrico, el primero constituido por plantas de regasificación y gaseoductos de transporte que alimentan plantas generadoras eléctricas del tipo ciclos combinados, funcionando a menos del 10% de su capacidad, el segundo constituido por el conjunto de centrales generadoras unidas por la red de transporte que de forma instantánea adecuan la oferta a la demanda, de manera que cuando la producción basada en renovable no funciona, las térmicas apoyan el sistema.
Un sistema intrínsecamente caro, de país rico. Y no lo somos. Nos sobra capacidad. Un 30% en el sistema gasista, otro 30% en el sistema eléctrico. Pero esto no es un problema ya que lo único que significa es que no deberemos preocuparnos en pensar en grandes inversiones en los próximos 10 años, esperando que la demanda se recupere. Mientras, podremos dedicar esfuerzos a interconectarnos con la UE si nuestro vecino del norte nos lo permite. También deberemos pensar en la obsolescencia de nuestras redes de distribución y en el futuro de las Smarts Grids. Debemos darnos un respiro para poder ponernos a construir en positivo el camino hacia la transición energética. Lo han hecho otros Estados Miembros de la Unión Europea. Si queremos, podemos.
Jordi Dolader es presidente del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía
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