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El nombramiento de Miguel Arias Cañete como Comisario de Acción Climática y Energía es una buena noticia. Para España y para el sector energético. Y esto, por varias razones.

No era ésta la cartera que quería el Gobierno. Pero, por una parte, se cierra el suspense suscitado con el proceso de reparto de carteras en la Comisión. Por otra parte, España consigue una cartera nada desdeñable en la coyuntura política actual.  Toda Europa –España también- se juega mucho en el campo de la energía. Pero, sobre todo, porque se cumple la advertencia de Juncker de que daría las carteras a las personas y no a los países.

Lo cual es verdad a medias. Porque, reconociendo sus méritos a las personas (en el caso de Miguel Arias, no hay duda), lo cierto es que algunas de las más importantes han quedado en manos de países “pequeños” pero también de figuras relevantes que habían sido primeros ministros, y las de más peso económico y las vicepresidencias se han desplazado hacia el norte. Nos guste o no, a lo largo de la crisis económica de los últimos años se ha consolidado en buena medida la percepción de los países del Sur de Europa como países cigarra frente a las hormigas nórdicas. Costará años dar la vuelta a las consecuencias de esa percepción.

Pedro Mielgo.
Pedro Mielgo.

En este contexto, la cartera de Arias es un logro importante, y esto aunque no fuera la que Mariano Rajoy buscase en primera instancia. No son pocos los Estados miembros que se estaban peleando por ella.

También conviene recordar que España llevaba mucho tiempo prácticamente ausente de las grandes instituciones energéticas mundiales. Se nos escapó la presidencia de la OIEA, a pesar de contar en su momento con un buen candidato, e igualmente los puestos de primer nivel en IRENA, a pesar de ser, en su momento, líder indiscutible en renovables. Este nombramiento revierte, de alguna manera, la irrelevancia española en el mundo de la energía.

El perfil de Miguel Arias Cañete reúne condiciones sobradas para confiarle esa responsabilidad o cualquier otra. Su experiencia previa como eurodiputado le ha hecho un buen conocedor de los mecanismos de funcionamiento de ese gran teatro del mundo que es Bruselas, como actor y entre bambalinas. Además, su experiencia de gobierno en España, una de las economías importantes de la Zona Euro y la más claramente reformista en el momento actual –OCDE y FMI dixerunt- es algo que pocos candidatos pueden aportar. Por eso, los españoles, que le conocemos más de cerca, podemos elevar con fundamento nuestras expectativas en cuanto a su futura gestión.

Porque los retos que tiene por delante no son pocos ni menudos. Podrían resumirse en cinco grandes categorías: seguridad de suministro, mercado interior, clima, precios y política energética.

Seguridad de suministro. La situación en Ucrania y en Oriente Medio arroja sombras de incertidumbre sobre los abastecimientos de petróleo y de gas a Europa. El paso de buena parte del gas de Rusia hacia Europa por su vecino del Sur y la incertidumbre en regiones antes estables políticamente, desde Irak hasta Libia,  definen un escenario de riesgo, en el cual el posible suministro de gas a través de España adquiere una importancia que, si hasta ahora era una opción sólo sobre el papel, debería convertirse en realidad, pues lo que está en juego es la seguridad energética del tercio oriental de la Unión Europea. Aunque algunos países piensen que están a salvo de esos riesgos.

Mercado interior. En la misma línea, el incremento de la capacidad de interconexión gasista y eléctrica de España con el resto de Europa, a través de Francia, es otra prioridad. No puede haber un mercado interior sin las redes que son el soporte físico del mercado. Y no hay redes si les falta capacidad de interconexión. Ya sabemos que el obstáculo principal ha sido siempre la posición geográfica de Francia, que la ha convertido en una fuente de ventajas estratégicas y negociadoras. Pero algún día la Comisión Europea debería adoptar una posición menos blanda en esta cuestión, poniendo el interés común definitivamente por delante de los intereses nacionales. Además, la homogenización regulatoria (más allá de una primera fase de armonización suave) es otra clave de la construcción de ese mercado interior que aún es muy poco visible.

Clima. La política energética europea –aunque no haya una definición explícita de la misma- ha ido dejando el terreno a favor de una política primero ambiental y luego climática, hasta llegar a la situación actual, en la que el clima prima sobre la política energética y la condiciona totalmente. Poner los compromisos de la política de medio ambiente en su justo punto, evitando los excesos de todo tipo cometidos en el pasado, garantizando la seguridad de suministro y evitando la desventaja competitiva que representan los elevados precios de la electricidad en Europa es un reto titánico. La experiencia de España en el desarrollo de las energías renovables es un valor de primer orden en otro terreno en el que sin duda hay mucho por hacer.

Precios. La energía en Europa es cara. Basta comparar los precios medios de las distintas energías finales en Europa y en Estados Unidos. Aquí vuelve a ser clave el mercado interior. Más mercado y menos intervención. En EEUU, los mecanismos de mercado han conseguido reducir los precios de la energía, reducir notablemente las emisiones de gases de efecto invernadero, un desarrollo de las renovables probablemente más sólido que en Europa, y un mayor grado de independencia energética. Europa tiene por delante una tarea urgente y compleja.

Política energética. Pero el gran reto que resume todos los demás es la elaboración de una política energética europea, enfocada al largo plazo y a los problemas estructurales del sector energético en Europa. La reflexión iniciada por la anterior comisaria, Loyola de Palacio, con el Libro Verde del año 2000 es un buen punto de partida, contando con todo lo ocurrido desde entonces. Es el momento de crear ya la Europa de la energía, dejando atrás la etapa de las políticas nacionales, que sólo han conducido a rivalidades de las que sólo se han aprovechado nuestros competidores y nuestros suministradores.

Además de felicitar a Miguel Arias, hay que pedirle que no intente repetir los trabajos de Hércules, sino que no defraude las expectativas.

Pedro Mielgo es presidente de Nereo Green Capital y miembro del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía.

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