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En 2014, la eólica se encontraba a mitad de camino de sus deberes de cara a los objetivos europeos de 2020: había cumplido un 47,7% de la meta fijada. Según los Planes de Acción Nacionales de Energías Renovables (PANERs) que se elaboraron para cumplir con aquello de que el 20% del consumo energético de Europa proceda de fuentes renovables en 2020, la cantidad de electricidad de origen eólico que se tendría que generar para ese año en la UE-28 sería de 495 TWh. Los datos provisionales de ENTSO-E, la red europea de operadores de mercado, muestran que en 2014 se han generado 236 TWh. Con esta generación, se puede  cubrir el 7,3% de la demanda de la UE, frente al 3,7% de 2007.

Como se puede ver en el siguiente gráfico, el grado de cumplimiento de los objetivos eólicos de la UE desglosados por países da unos resultados bastante dispares:

Fuente: PANERs y ENTSO-E

Hay alumnos aventajados que, como Dinamarca, ya han superado su objetivo de generación eólica para 2020 en 2014; o Suecia, que ya está en casi un 92%. Otros van muy retrasados, como Holanda y Grecia, con sólo un 18%. Mientras, Reino Unido y Francia, alcanzan sólo el 27 y el 29%, respectivamente. Todos ellos tendrán que hacer esfuerzos adicionales si quieren cumplir.

Fuente: PANERs y ENTSO-E

España se encuentra en una situación intermedia. A día de hoy, es más que improbable que cumpla sin antes recuperar la estabilidad regulatoria que abarataría los costes de financiación, lo que inevitablemente pasaría por corregir aspectos de la Reforma Energética como la posibilidad de cambiar las condiciones económicas cada seis años, o los límites del mercado, por mencionar algunos. Tanto la Dirección General de Energía de la Comisión Europea en su reciente informe de progreso de los objetivos renovables de la UE, como la CNMC en el suyo sobre la planificación energética del MINETUR, se han mostrado escépticas precisamente por este motivo: los cambios regulatorios introducidos por la Reforma.

Heikki Willstedt. FOTO: AEE
Heikki Willstedt. FOTO: AEE

La Comisión Europea debería empezar a pensar seriamente en cómo se va a financiar la energía eólica que falta en aquellos países que, como España, en este momento tienen prácticamente paralizado su desarrollo.

La apuesta por la eólica no sólo sirve para cumplir con los objetivos de renovables para 2020. Es también indispensable para los de reducción de emisiones de CO2 de nuestro país y de la UE en general y para demostrar la seriedad de las intenciones de Bruselas de cara a las negociaciones que en diciembre de este año tienen que desembocar en un nuevo tratado internacional que regule las emisiones de gases de efecto invernadero a largo plazo con el fin de salvaguardar la estabilidad climática del planeta.

Los datos de 2013 de la Agencia Europea de Medioambiente (AEMA) sobre emisiones evitadas de CO~2~ gracias a las renovables muestran que el 7% del esfuerzo hecho por la UE en reducir sus emisiones fue gracias a la eólica española, que contribuyó en evitar 27 millones de toneladas de emisiones de CO~2.~

En este sentido, como se puede ver en el gráfico, la apuesta por las renovables de la UE empieza a dar sus frutos. Se ha pasado de una cobertura de la demanda del 15% en 2007 a más del 28% en 2014. El beneficio ha sido importante en términos de lucha contra el cambio climático: el pasado año un 57% de la generación estaba libre de emisiones de CO~2,~ frente a sólo un 44% en 2007.

Fuente: ENTSO-E

La asignatura pendiente de la electrificación del transporte

Según la AEMA, en 2013 el 42% de la energía renovable de la UE se generaba en el sector eléctrico, el 50% se utilizaba para calefacción y refrigeración, y sólo un 8% en el transporte. En términos de acción contra el cambio climático, de las 388 millones de toneladas de CO2 evitadas en la UE, el 75% fueron en el sector eléctrico, el 16% en el sector de calefacción y refrigeración, y sólo un 9% en el sector transporte.

Esta misma situación ocurre en España, aunque de forma más extrema. En 2013 el 66% de la energía renovable se generaba en el sector eléctrico (es el país de la UE con el porcentaje más alto, por delante de Irlanda y Reino Unido), un 33% se utilizaba para calefacción y refrigeración,  y un 1% en transporte, según AEMA. Esto sitúa a España a la cola de Europa en diversificación energética en el transporte junto con Portugal, Malta, Grecia Bulgaria, Chipre, Estonia y Finlandia. Dos tercios del esfuerzo económico de descarbonización de la economía se han hecho en el sector eléctrico, un tercio en el sector de calor y frío, y prácticamente nada en el transporte.

La economía, la sociedad y el medioambiente en España y en Europa se beneficiarían de un plan a largo plazo que pusiese en marcha una electrificación económicamente eficiente del transporte, basado en las tecnologías renovables eléctricas que, como la eólica, son competitivas en precio, y cuyo recurso es autóctono, renovable, y creador de empleo a nivel local.

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