Brasil es una potencia en biocombustibles. Décadas de políticas de apoyo y una industria agrícola en auge han fomentado la adopción a gran escala de combustibles de baja emisión de carbono en el sector del transporte. El país es el segundo mayor productor de etanol y el tercero de biodiésel del mundo, según BloombergNEF.
La industria probablemente enfrentará tanto vientos en contra como a favor en las próximas décadas, incluyendo un posible aumento en los mandatos nacionales de mezcla y una reducción en la demanda de etanol para el transporte terrestre debido al incremento de la electrificación.
La posibilidad de convertirse en un proveedor global de combustibles avanzados de baja emisión de carbono —como el combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés)— podría representar una importante oportunidad económica para Brasil, aunque no estará exenta de desafíos.
Aumento de la demanda de SAF
Un aumento significativo en la demanda de SAF dependerá en gran medida de políticas e incentivos económicos, ya que el SAF tiene costos considerablemente más altos que su equivalente fósil. Incluso el organismo regulador de la aviación de las Naciones Unidas (Corsia) probablemente no impulsará una gran demanda de SAF, ya que el bajo precio de los créditos de carbono hace que estos sean una alternativa mucho más rentable que adoptar SAF a gran escala.
La producción brasileña de SAF podría enfrentar desafíos de exportación. Las materias primas alimentarias —como la caña de azúcar y la soja— están sujetas a exclusiones normativas o a incentivos económicos reducidos en los principales mercados de SAF, como la Unión Europea y Estados Unidos.
La capacidad combinada de los proyectos anunciados en Brasil probablemente representará una pequeña proporción de la oferta global. Las diez plantas anunciadas —que se proyecta produzcan unos 700 millones de litros al año para 2030— representarían solo el 2% del suministro mundial de SAF, o el 9% de la demanda total de combustible para aviones del país.
Prácticas de doble cultivo
A pesar de los desafíos, la enorme escala del sector agrícola de Brasil y sus ventajas agronómicas representan oportunidades. Una disminución del 48% en la deforestación desde 2021, un aumento en las prácticas de doble cultivo (por ejemplo, entre soja y maíz) y las iniciativas para restaurar áreas degradadas podrían ayudar a Brasil a ser más competitivo que otras naciones productoras de biocombustibles.
Estos factores podrían, por ejemplo, reducir las emisiones relacionadas con el uso y el cambio de uso de la tierra en los cálculos de intensidad de carbono de Corsia para la mayoría de los cultivos, al mismo tiempo que alivian la presión sobre los requerimientos globales de tierra destinados a alimentos y fibras frente a los cultivos para biocombustibles.
Una industria de combustibles avanzados de baja emisión de carbono podría fortalecer las exportaciones de Brasil y protegerlo de disputas comerciales globales. Las materias primas agrícolas suelen utilizarse como herramientas de presión, como se observó recientemente con el cambio en las compras chinas de soja de EEUU en respuesta a nuevos aranceles de importación. Al avanzar más en la cadena de valor, Brasil podría añadir valor a sus exportaciones y ser menos vulnerable a las fluctuaciones de precios de las materias primas y a los cambios geopolíticos.
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