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En los últimos meses se ha extendido en Europa —y también en España— la idea de que los centros de datos son infraestructuras que consumen grandes cantidades de energía. Sin embargo, esa energía se convierte en una herramienta estratégica para el desarrollo y la competitividad, al transformar datos en innovación, conocimiento y eficiencia.

Cada proceso de digitalización —en la industria, la movilidad, la gestión energética o la administración pública— pasa inevitablemente por un data center. Nuestra productividad, nuestra competitividad y hasta nuestra capacidad para optimizar recursos dependen de ellos. Sin centros de datos no hay inteligencia artificial, ni Internet de las cosas, ni industria 4.0.

La innovación en todos los sectores —energía, industria, transporte o servicios— pasa hoy por la inteligencia artificial y la capacidad de tomar decisiones en tiempo real. Esa inmediatez multiplica la productividad de nuestros medios humanos, permitiendo hacer más con los mismos recursos. En un contexto demográfico como el español —con una población activa menguante y un mercado laboral cada vez más tensionado—, la digitalización no es una opción, es una necesidad estratégica para mantener la producción y la competitividad. Los centros de datos son el corazón de ese proceso: transforman la energía eléctrica en inteligencia y productividad humana.

En Virginia lo hemos visto con claridad. En apenas unas décadas, una zona rural se ha convertido en uno de los polos tecnológicos más avanzados del mundo, gracias a una visión estratégica basada en la planificación energética y la inversión tecnológica.

Reconversión

El condado de Loudoun, epicentro mundial de los centros de datos, supera hoy los 3,8 GW de demanda punta, con un crecimiento anual de entre 100 y 200 MW. Dominion Energy ha construido un anillo de transmisión de 500 kV —el primero de su tipo— que alimenta redes de 230 kV y más de 15 subestaciones. Todo el sistema se ha diseñado para crecer junto al desarrollo digital, sin tensionar el precio de la energía ni comprometer la fiabilidad.

No se trata de un problema, sino de un reto de ingeniería y planificación. Ser capaces de suministrar energía limpia y estable a estas infraestructuras es parte del futuro del sistema eléctrico. Y la propia inteligencia artificial nos ayudará a conseguirlo: la relación entre energía y digitalización es bidireccional.

Un centro de datos de 23.000 m² puede consumir entre 15 MW (en la nube tradicional) y hasta 40 MW en aplicaciones de IA avanzada. El consumo se multiplica por tres, sí, pero también lo hace el valor añadido que esa energía genera: conocimiento, automatización, productividad y empleo.

Entre 2015 y 2025, la capacidad mundial de los data centers se ha triplicado, pasando de 40 a más de 130 GW. Estados Unidos y China lideran este proceso, mientras Europa avanza más despacio. No es casualidad que también el crecimiento del PIB haya seguido una tendencia similar: donde hay infraestructura digital, hay dinamismo económico.

La lección de Virginia

En Loudoun hemos visto cómo los grandes retos se afrontan con planificación, colaboración y sentido común. El modelo energético se apoya en tres pilares: planificación coordinada entre utilities y Estado; colaboración público-privada para acelerar inversiones; y aceptación social basada en el diálogo y la anticipación territorial. El resultado es un sistema eléctrico robusto, preparado para el crecimiento digital y sostenible.

El enfoque estadounidense combina incentivos y flexibilidad. Se revisan las estructuras tarifarias para garantizar claridad y equidad; se promueven mecanismos voluntarios de gestión de la demanda; se facilitan PPAs y certificados verdes; y se fomenta la generación local y el almacenamiento como refuerzo de la red principal. La regulación no frena, acompaña.

Energía y digitalización como política de Estado

El Gobierno de Estados Unidos considera la inteligencia artificial y los centros de datos infraestructuras críticas nacionales. Su estrategia incluye un AI Action Plan, reformas para acelerar permisos, incentivos fiscales para la inversión industrial y una agenda de energía firme que garantice potencia continua para la IA y la nube. Mientras tanto, en Europa seguimos debatiendo si los data centers consumen demasiado.

España tiene la oportunidad —y la urgencia— de aprender de este modelo. La transición energética y la transformación digital no pueden esperar: son dos caras de la misma moneda, y el tiempo es el recurso más escaso.

No se trata de imaginar un futuro posible, sino de empezar ahora en los territorios que ya están preparados. Aragón reúne todas las condiciones que hacen viable un desarrollo inmediato: energía limpia y abundante, suelo industrial disponible, agua y fibra óptica, y, sobre todo, talento técnico y capacidad humana.

Mientras en otros lugares habría que construir desde cero las infraestructuras eléctricas necesarias —un proceso que puede llevar décadas—, Aragón ya dispone de esa base. Por eso debe ser el punto de partida natural de la nueva economía digital española, un ejemplo de cómo energía, datos y territorio pueden avanzar juntos hacia un mismo objetivo: la competitividad y el desarrollo sostenible.

Pedro Machín es presidente del Clúster de la Energía de Aragón (Clenar)

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2 comentarios

  • Gorka

    Gorka

    11/11/2025

    El problema es que los centros de datos consumen mucha agua y mucha electricidad y no generan empleo. Y desgraciadamente compiten con proyectos industriales que si generan empleo y necesitan de renovables, agua y conexión a la red eléctrica. Creo que al definir prioridades, la generación de empleo directo debería ser prioritario.
  • Toni

    Toni

    11/11/2025

    Estoy totalmente de acuerdo, Gorka. De hecho, la frase del autor del artículo, cuando dice que "esa energía se convierte en una herramienta estratégica para el desarrollo y la competitividad, al transformar datos en innovación, conocimiento y eficiencia" suena a argumento de vendemotos, no cuela. Además, decir que Aragón cumple con todo lo necesario, no se lo cree ni él. El agua no abunda precisamente en la región, o eso se argumentaba con el famoso trasvase del Ebro.

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