Ningún comentario

¿Cómo pueden contribuir y qué necesitan las redes de distribución eléctrica en Europa para el cumplimiento de los planes nacionales de energía y clima? Con el objetivo de profundizar en el impacto de esta transformación en las redes de distribución eléctrica, Monitor Deloitte ha apoyado recientemente a Eurelectric, E.DSO y a un conjunto de compañías eléctricas y asociaciones nacionales para el desarrollo del estudio “Connecting the dots: Distribution grid investment to power the energy transition”. Este trabajo es pionero, ya que nunca antes se habían analizado las necesidades de inversión en las redes de distribución eléctrica en Europa.

Un futuro alineado con la transición energética implica una transformación relevante del sistema energético europeo hacia una mayor electrificación, integración de renovables y eficiencia energética. El escenario alineado con los planes nacionales, y con una mayor ambición en los países que se espera que esto ocurra, indica que la demanda de electricidad crecería anualmente un 1,8% hasta 2030 en la Unión Europea y Reino Unido, algo que no hemos visto en los últimos años, en los que la demanda se ha mantenido estable, sin considerar el efecto de la Covid-19. La demanda eléctrica aumenta en todos los sectores de la economía: edificios, transporte e industria, y habría que duplicar la potencia renovable instalada actualmente.

Un elemento importante de este escenario es que Europa es una amalgama de diferentes realidades. Por ejemplo, en el escenario elaborado, existen países con un crecimiento de la demanda eléctrica muy por encima de la media, como Alemania o Dinamarca, provocado por el crecimiento de la movilidad eléctrica, la electrificación de la demanda de edificios y el desarrollo de grandes consumidores, como centros de gestión de datos.

En este contexto, las redes van a tener que enfrentarse a tres retos en este escenario: primero, mejorar la planificación y ejecución de las inversiones, tanto en la simplificación de trámites, como en la agilización de los procesos administrativos y de permisos; segundo, modernizarse y actualizarse para incorporar las últimas capacidades de digitalización y gestión de datos e inteligencia artificial, mejorar su resiliencia y reforzar sus capacidades para soportar ataques cibernéticos; en último lugar, y no menos importante, las redes de distribución son el sistema circulatorio del sistema eléctrico del futuro que van a tener que integrar generación renovable intermitente, gestionar recursos energéticos distribuidos y habilitar la participación activa del cliente eléctrico. De nuevo, Europa es un continente en el que los sistemas eléctricos no son homogéneos, existen países donde la prioridad es mejorar la resiliencia y la seguridad de suministro, mientras que en otros la prioridad es la integración de una formidable cantidad de renovables en las redes de distribución.

Para alcanzar el escenario eléctrico y afrontar los retos anteriores, se deberían invertir 375-425 miles de millones de euros entre 2020 y 2030. El esfuerzo de inversión anual en Europa sería un 50-70% mayor que los datos históricos de inversiones en las redes de distribución, para apoyar la integración renovable, el aumento de la demanda de energía eléctrica y el aumento de la flexibilidad, que habilitará nuevos servicios y posibilidades de gestión. Sin embargo, el crecimiento de las inversiones en la red eléctrica a nivel europeo sería menor que el crecimiento total de las inversiones relacionadas con el sector energético (+100%) para alcanzar la neutralidad del carbono, de acuerdo con las estimaciones realizadas por la propia Comisión Europea.

Estas inversiones generan sinergias entre la transición ecológica y la reactivación de la economía post-COVID19, siendo claves para la recuperación económica. Las inversiones en redes de distribución de energía proporcionan beneficios relevantes a la sociedad en torno a la sostenibilidad (a través de tecnologías limpias impulsadas por el consumo de electricidad de origen renovable); la competitividad (por ejemplo, permiten la reducción de los precios de la electricidad y disminuyen  las importaciones de combustible, debido a una mayor electrificación con energías renovables que ya tienen un menor coste que las tecnologías convencionales); la economía, incluyendo la actividad de fabricación y los empleos de calidad; y el progreso hacia la centralidad de los clientes y desarrollo nuevos servicios.

Laureano Álvarez es socio de Monitor Deloitte.

Noticias relacionadas

No hay comentarios

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios