1 comentario publicado

El pasado 28 de abril, la red eléctrica colapsó y el suministro se interrumpió en toda la península ibérica y parte del País Vasco francés. Un evento de esta magnitud, aunque muy poco frecuente en países con infraestructuras eléctrica avanzadas, pone de relieve la complejidad y sensibilidad de los sistemas eléctricos modernos así como el gran impacto en nuestra sociedad.

Todo apunta a que el colapso fue consecuencia de una compleja secuencia de eventos que, debido a la dimensión política y estratégica de la red eléctrica, dificultará su investigación y el esclarecimiento de sus causas.

Pero, ¿qué ocurrió durante los veinte fatídicos segundos en los que se perdieron 2,2 GW de generación?

Instantes antes del incidente, según los datos públicos de Red Eléctrica de España (REE), el sistema contaba con aproximadamente 10 GW de generación síncrona y 21,8 GW no síncrona. La demanda nacional rondaba los 25 GW, el consumo por bombeo era de unos 3 GW y las exportaciones internacionales alcanzaban los 3,8 GW.

Hasta el momento, no se han hecho públicas oficialmente las causas del apagón, pero las primeras hipótesis apuntan a lo siguiente:

Las primeras pérdidas de generación podrían haber sido provocadas por sobretensiones en ciertos puntos de la red, como resultado de las oscilaciones de potencia y frecuencia registradas minutos antes. Estas pérdidas comprometieron la estabilidad del sistema, especialmente tras la segunda y tercera pérdida de generación.

La inercia de los generadores síncronos conectados en ese momento, junto con la de las interconexiones, intentó contener la caída brusca de frecuencia. Sin embargo, esta capacidad intrínseca de los generadores síncronos fue insuficiente para contener el incidente.

El redactor recomienda

Para mantener la frecuencia —es decir, el equilibrio entre generación y consumo— los operadores disponen de la reserva primaria, un mecanismo que se activa desde unos pocos segundos hasta 30 segundos tras una perturbación. Dada la rapidez del evento, parece que esta reserva no se activara con la celeridad necesaria, o ésta no fuese suficiente para compensar la pérdida de 2,2 GW perdidos. En condiciones normales, la reserva primaria debería cubrir al menos la pérdida de la planta de generación más potente en operación, que en el caso español suele ser de entre 1 y 2 GW.

Ante el desequilibrio, la frecuencia cayó y se activaron automáticamente los sucesivos mecanismos de defensa del sistema eléctrico. Se desconectaron previsiblemente los 3 GW de consumo por bombeo junto con otras cargas. Sin embargo, estas desconexiones no fueron suficientes para restablecer el equilibrio, y la situación continuó deteriorándose.

La desconexión de los 3 GW de bombeo debería haber sido suficiente para compensar los 2,2 GW de generación perdidos, pero los deslastres de consumo fueron nuevamente insuficientes para paliar el problema.

Incapaz de responder adecuadamente, la península ibérica perdió el sincronismo con el resto de Europa. Por razones de seguridad, —es decir, para evitar un efecto dominó que afectara también a la red francesa— se desconectó la interconexión con Francia, aislando así a la red española del sistema continental. La frecuencia siguió cayendo y numerosos generadores se desconectaron en cascada, provocando el apagón total.

A día de hoy, aún no se han publicado los datos clave que permitirían analizar con mayor precisión lo ocurrido: cuánta reserva primaria tenía disponible REE, si era suficiente para cubrir la pérdida de generación, cuánto tardaron en activarse las reservas, entre otros aspectos. Esta información será fundamental para esclarecer las causas del apagón. Es necesario que el Gobierno, REE o ENTSO-E proporcionen la información de forma clara y transparente.

¿Se podría haber evitado el colapso?

Para mejorar los tiempos de respuesta frente a eventos similares, algunos países han implementado sistemas de respuesta rápida en frecuencia (Fast Frequency Response, FFR por sus siglas en ingles), capaces de reaccionar en aproximadamente un segundo. Esta tecnología puede ser proporcionada por sistemas de almacenamiento (como baterías) o por mecanismos de respuesta de la demanda, es decir, consumidores que aceptan desconexiones remuneradas en caso de emergencia.

Otra solución complementaria es la incorporación de elementos que aporten inercia a la red, como volantes de inercia (masas rotatorias que giran a la frecuencia de la red) o compensadores síncronos, que emulan inercia mediante electrónica de potencia.

En la actualidad, el sistema eléctrico español no cuenta con mecanismos que permitan ofrecer servicios de respuesta rápida en frecuencia ni con una infraestructura que proporcione la inercia suficiente para afrontar eventos de esta magnitud con seguridad. Este contexto abre una oportunidad para reflexionar sobre posibles mejoras.

Independientemente de cuales hayan sido las causas del apagón, todo parece indicar que existen tecnologías que podrían contribuir a prevenir que este tipo de eventos se repitan en el futuro. En este sentido, sería interesante realizar un análisis profundo de la red eléctrica, tanto en su estado actual como su evolución prevista, con el fin de trazar un plan de inversiones riguroso que garantice una infraestructura eléctrica estable, segura y robusta.

Josep Vidal es ingeniero eléctrico

Noticias relacionadas

Un comentario

  • Anónimo

    Anónimo

    30/05/2025

    Hay un error. España si tiene equipos de compensación de frecuencia conectados a la red de transporte (p.ej STATCOM). Y bastantes proyectos en construcción.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios

Este sitio web está protegido por reCAPTCHA y la Política de privacidad y Términos de servicio de Google aplican.