Hubo un tiempo en el que el Reino Unido esperaba que el fracking desbloqueara sus reservas de energía de esquisto, mejorando la seguridad energética del país y creando empleo y nuevos ingresos fiscales en el proceso. Eso ahora parece poco probable que suceda.
Solo tres pozos se han fracturado en el país hasta la fecha, según un informe de la Oficina Nacional de Auditoría (NAO), que controla el gasto del gobierno. El gobierno del Reino Unido esperaba 20 pozos a mediados de 2020.
La NAO cita múltiples factores para un comienzo tan lento: el apoyo público al fracking fue débil para empezar y ha disminuido con el tiempo. Se desconoce el tamaño de las reservas de esquisto en el Reino Unido y el gobierno no ha estudiado la rentabilidad de la extracción. Y lo que es más importante, cada uno de los tres pozos ha causado terremotos más potentes que el umbral de magnitud 0,5 que requiere la paralización de las operaciones, según la NAO. El más reciente fue un terremoto de magnitud 2,9 en agosto.
En 2016, el fracking representó más de dos tercios de todos los pozos de petróleo y gas natural perforados en los Estados Unidos, según la Administración de Información de Energía de EEUU.
La producción de petróleo en Estados Unidos se ha más que duplicado en la última década a aproximadamente 12 millones de barriles diarios. Estados Unidos superó brevemente a Arabia Saudita y Rusia como el principal exportador mundial de petróleo en junio, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Además de las preocupaciones ambientales, la industria del fracking se enfrenta a otro gran desafío: la fulgurante caída de los costes de las energías renovables.
El gobierno del Reino Unido quiere que el país se convierta en un líder mundial en energías renovables y planea obtener un tercio de su electricidad de la energía eólica marina para 2030. Para el fracking, el tiempo de juego parece haber terminado.
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