Ningún comentario El mapa energético mundial se está reconfigurando más rápido de lo previsto. Por primera vez, la inversión global en infraestructura digital y centros de datos supera a la destinada a mantener el suministro de combustibles fósiles. Esta tendencia, reflejada en el World Energy Outlook 2025 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), marca un giro histórico en la estructura de poder económico y tecnológico que ha sostenido el crecimiento mundial durante más de un siglo.
Según el informe, la inversión en centros de datos alcanzará 580.000 millones de dólares en 2025, superando los 540.000 millones invertidos en el suministro global de petróleo. La frase “los datos son el nuevo petróleo”, utilizada con frecuencia en los últimos años, cobra así un sentido literal. La AIE destaca que el auge de la inteligencia artificial, la computación en la nube y la automatización industrial está impulsando una explosión de demanda eléctrica que redefine el equilibrio energético mundial.
El consumo eléctrico se triplicará
El consumo eléctrico de los centros de datos —incluidas las granjas de servidores que alimentan la IA generativa y los servicios digitales globales— se triplicará para 2035, según las proyecciones del organismo. Si bien esta expansión representará menos del 10% del crecimiento total de la demanda eléctrica mundial, su concentración geográfica plantea un desafío para la estabilidad de las redes. Estados Unidos, China y la Unión Europea absorberán más del 85% de la nueva capacidad, presionando infraestructuras ya congestionadas y elevando los costos de electricidad.
La AIE advierte que este auge digital “está desplazando inversiones del sector fósil hacia el eléctrico y tecnológico”, reorientando capitales hacia redes inteligentes, almacenamiento en baterías y sistemas de refrigeración de alta eficiencia. Sin embargo, subraya que este cambio no implica aún una transición energética completa: “El mundo invierte más en la infraestructura del futuro, pero sigue dependiendo de las fuentes del pasado”.
En palabras de Laura Cozzi, directora de sostenibilidad y tecnología de la AIE, “la electrificación avanza, pero no a la velocidad necesaria para compensar la persistente demanda de energía fósil”.
El petróleo cede terreno, pero no desaparece
El informe muestra que el pico del petróleo ya está a la vista, aunque su declive será más lento de lo esperado. En el escenario de políticas declaradas (Stated Policies Scenario, STEPS), la demanda se estabiliza hacia 2030 en torno a 102 millones de barriles diarios, antes de iniciar una leve caída. En el escenario más conservador (Current Policies Scenario, CPS), el consumo continúa aumentando hasta mediados de siglo, alcanzando los 113 millones de barriles diarios en 2050.
A pesar de la expansión de los vehículos eléctricos —que representarán más del 25% de las ventas globales en 2025 y más del 50% en 2035—, sectores como la aviación, el transporte marítimo y la petroquímica seguirán dependiendo del crudo durante décadas.
En cambio, el gas natural licuado (GNL) emerge como el gran beneficiario del estancamiento de la electrificación. Con una capacidad de exportación en construcción de 300.000 millones de metros cúbicos anuales —un aumento del 50% respecto a la oferta actual—, el GNL se consolida como el combustible de respaldo del sistema energético global.
El GNL: el as bajo la manga de EEUU
El World Energy Outlook 2025 describe una auténtica “oleada de proyectos de GNL” aprobados este año, liderada por Estados Unidos, Qatar, Canadá y Mozambique. Solo el mercado estadounidense aportará la mitad de la nueva capacidad mundial, impulsado por políticas que buscan garantizar precios estables y exportaciones estratégicas.
Esta expansión llega en un momento de incertidumbre: mientras Europa reduce su dependencia del gas ruso y acelera la instalación de renovables, las economías emergentes de Asia y África recurren al GNL como alternativa asequible para cubrir su creciente demanda eléctrica e industrial.
La AIE señala que en India y el sudeste asiático el consumo de gas natural podría duplicarse o incluso triplicarse hacia 2035, especialmente en los sectores de generación eléctrica y fertilizantes. China, por su parte, seguirá siendo el mayor importador mundial, con compras que pasarán de 110.000 a 165.000 millones de metros cúbicos en la próxima década.
No obstante, el organismo advierte que esta bonanza podría ser efímera. Si el mundo avanza hacia una mayor electrificación y eficiencia, alrededor de 65.000 millones de metros cúbicos de capacidad de GNL quedarían sin uso en 2030, lo que podría desencadenar una nueva caída de precios.
Nueva jerarquía energética
El contraste entre la expansión del GNL y el auge de la infraestructura digital ilustra la doble velocidad de la transición energética: mientras el sistema fósil se adapta para sobrevivir, el nuevo ecosistema eléctrico y tecnológico acelera su consolidación.
Las cifras lo dejan claro. Desde 2015, la inversión global en generación eléctrica ha crecido un 70%, hasta alcanzar un billón de dólares anuales, mientras que el gasto en redes eléctricas avanza más lentamente, apenas hasta los 400.000 millones. Esta disparidad amenaza con generar cuellos de botella que encarezcan la electricidad y limiten la conexión de nuevas fuentes renovables.
La AIE estima que actualmente la mitad de la inversión energética mundial ya se destina al suministro eléctrico y a la electrificación del consumo final, una proporción que seguirá creciendo. Al mismo tiempo, la demanda de energía para refrigeración y centros de datos aumenta a un ritmo que pone en tensión la infraestructura existente, especialmente en economías emergentes con altas temperaturas y redes inestables.
El informe concluye que el sistema energético mundial avanza hacia una “era de la electricidad”, aunque su consolidación dependerá del ritmo de expansión de las redes, la reducción de costos tecnológicos y la capacidad de los gobiernos para ofrecer energía asequible y segura.
Mientras tanto, el GNL actúa como un amortiguador estratégico que garantiza el suministro en regiones donde la electrificación todavía es lenta. “El gas natural licuado no es el combustible del futuro, pero sí el del presente”, resume la AIE.
En conjunto, las tendencias descritas por el World Energy Outlook 2025 revelan un cambio de paradigma: los centros de datos y los electrones desplazan progresivamente a los barriles de petróleo como motor de la economía global. Pero la transición, advierte el organismo, será más larga, desigual y compleja de lo que muchos imaginan.
“El mundo invierte cada vez más en el futuro digital, pero sigue quemando el pasado”, concluye el informe.
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