El Senado de Estados Unidos bloqueó este martes el proyecto de ley que permite la construcción del polémico oleoducto Keystone XL, desde Canadá al Golfo de México, un plan que se ha dilatado durante años mientras se analizaba su impacto medioambiental y que esta semana parecía estar más cerca que nunca.
Con 59 votos a favor y 41 en contra, el proyecto de ley se quedó a un solo "sí" de los sesenta que necesitaba para pasar a la votación final en el pleno, donde solamente hubiera necesitado una mayoría simple para prosperar.
El texto legislativo, impulsado por la senadora demócrata por Luisiana Mary Landrieu, quien se juega la reelección en una segunda vuelta electoral el próximo 6 de diciembre, necesitaba el apoyo de un demócrata más para pasar a la votación final del pleno. Pese a haber fallado, el proyecto queda abierto a debate en la Cámara alta, lo que permitirá a sus partidarios buscar el voto que les falta para avanzar la ley.
El republicano Mitch McConell, que en enero pasará de líder de la minoría a líder de la mayoría en el Senado, advirtió nada más conocerse la votación que retomará el proyecto "muy pronto" el próximo año, cuando su partido tendrá todo el control del Congreso.
Así, tras la victoria republicana en las elecciones del pasado 4 de noviembre, donde los conservadores arrebataron la mayoría a los demócratas en el Senado, es probable que cuando se conforme el próximo Congreso, en enero, los republicanos vuelvan a llevar el proyecto a votación, ya contando con la mayoría. Obama, en contra
La Casa Blanca no ha emitido una declaración oficial sobre la medida, pero hoy su portavoz, Josh Earnest, dijo que el presidente Barack Obama no apoyaría el proyecto de ley. "Sin duda, es una pieza de legislación que el presidente no admite porque el presidente cree que esto es algo que debe determinarse a través del Departamento de Estado", dijo Earnest.
La Cámara de Representantes ya aprobó la semana pasada un proyecto de ley similar impulsado por Bill Cassidy, el republicano rival de Landrieu para arrebatarle su escaño, por lo que de haber superado el procedimiento solo hubiera sido necesario consensuar el lenguaje de las dos leyes y la aprobación del presidente Barack Obama, aunque este previsiblemente lo hubiera vetado.
Los republicanos defienden que la construcción del oleoducto ayudaría a mantener bajos los precios del petróleo y el gas en el país, y que contribuiría a la creación de empleo, mientras que los demócratas en su mayoría alegan que sería devastador para el medioambiente.
Por el polémico oleoducto se podrían canalizar unos 830.000 barriles diarios de petróleo crudo sintético y bituminoso diluido desde la provincia canadiense de Alberta a diferentes lugares de Estados Unidos, incluidas refinerías de Texas en el Golfo de México y un centro de distribución en Oklahoma.
Mientras tanto, el Gobierno federal ha alargado el plazo que tenían varias agencias para estudiar las potenciales consecuencias medioambientales de la construcción, cuya ejecución, en última instancia, depende de la decisión de Obama tras las conclusiones de dichos estudios.
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