Según dicen algunos analistas políticos, tres son los requisitos básicos que debe cumplir cualquier materia para que sea merecedora de ser tenida en consideración para alcanzar un pacto de Estado. La primera de ellas es que se considere estratégica para el futuro del país. La segunda, que exista un problema real y tangible capaz de aunar los esfuerzos de formaciones ideológicamente antagónicas, y por último, que las acciones para solucionarlo solo puedan ser eficaces a largo plazo.
Sin necesidad de detenerse a pensarlo mucho, hay materias con la suficiente enjundia, como la política exterior, la defensa, la educación, la sanidad, el terrorismo y, por supuesto, la energía, que reúnen al menos dos, si no las tres condiciones, y en cualquier caso, serían materias lo suficientemente importantes para ser objeto de un gran pacto de Estado entre las grandes formaciones políticas del país.
Y aunque muchos puedan relegarla a un segundo o tercer plano, no cabe duda, que la energía española reúne, claramente, las tres condiciones que harían aconsejable un pacto de Estado. España tiene, sin duda, un grave problema, centrado especialmente en la energía eléctrica. La situación actual no es sostenible ni social, ni ambiental, ni económicamente. Y sobre todo, falta una visión de adónde queremos llegar en el largo plazo. Los actuales responsables de la política energética, así como sus predecesores, sólo han actuado en el corto plazo, y así nos luce el pelo.
Existen razones de suficiente calado como para que nuestros políticos avanzaran por ese camino. Y la primera de ellas es, sin duda, el crecimiento de la pobreza energética. La crisis económica y el desempleo han hecho estragos en las economías familiares, muchas de las cuales no pueden hacer frente a los recibos de la electricidad y el gas para la calefacción. Existe también la sensación, cuando no el acuerdo general, de que España no cumplirá el objetivo europeo de que el 20% del consumo total de energía provenga de fuentes renovables en 2020. España iba muy bien, de hecho era una de las potencias líderes en las tecnologías de las energías limpias, pero la crisis y la reforma energética han frenado bruscamente las brillantes expectativas. Hoy, salvo los responsables de Industria, nadie da un duro por que se cumpla el objetivo.
Y para colmo, la electricidad es cara. El Gobierno del PP lo ha fiado todo a poner coto al déficit de tarifa. Y lo ha logrado, pero ¿a qué precio? Los gobiernos de Zapatero y Mariano Rajoy se han equivocado parcialmente en el diagnóstico al achacar todos los males a las energías renovables y han aplicado un tratamiento de choque excesivo para impedir su crecimiento cuando más falta hacen, no solo para lograr alcanzar los objetivos de renovables sino también para abaratar el precio de la luz que tanto daño está haciendo a la competitividad de la economía y a las economías familiares.
Hoy día, los costes de producción de las energías renovables y, en particular, los de la eólica y la fotovoltaica, se ha reducido drásticamente y han alcanzado la paridad de red en la mayoría de los países y hoy son más competitivos que los combustibles fósiles. Si se cometió un error al regular unas ayudas consideradas excesivas, el error que se ha cometido ahora en aras de poner fin al déficit de tarifa es aún mayor, ya que ha venido a establecer un régimen de inseguridad jurídica que amenaza con acabar con uno de los sectores más boyantes de la economía mundial.
El Gobierno viene actuando sin un rumbo fijo, con prepotencia y enfrentándose a todos, incluidas las comunidades autónomas gobernadas por su mismo partido, que no dan abasto presentando recursos de inconstitucionalidad. El mismo que no se ha dignado sentarse a dialogar con el resto de grupos parlamentarios ni con las empresas del sector, que se han visto obligadas a recurrir ante instancias internacionales, poniendo a España en la misma categoría que Venezuela.
Siendo realistas, parece difícil que en un año electoral sea posible un pacto de Estado. Pero tras las elecciones generales, entiendo que será una necesidad ineludible, en un nuevo escenario sin mayorías absolutas. Ya se han aportado sugerencias interesantes para el debate constructivo y en estas últimas fechas casi todas las fuerzas políticas del país, a excepción del PP y Unión Democrática de Cataluña (UDC)
Avanzar hacia un nuevo sistema de fijación de precios en el mercado eléctrico, de forma que el precio represente el coste medio de la generación y no el coste marginal de la central más cara, lo que provoca que los consumidores paguemos un precio excesivo. Incentivar decididamente, y no con la boca chica, el ahorro y la eficiencia energética. Desarrollar todo el potencial en energías renovables de España, con un marco estable, lo que permitiría desarrollar una industria competitiva y reducir nuestra dependencia exterior. Afrontar el problema de la pobreza energética, fijando un servicio mínimo de electricidad y gas. Regular el autoconsumo y el balance neto, derogando el peaje sobre el autoconsumo, que se creó con la Ley del Sector Eléctrico en 2013 y que Soria se empecina en mantener a toda costa, son algunos de los aspectos.
La tendencia imperante en casi todo el mundo es imparable. La mayoría de los países camina hacia un planeta más limpio, sin combustibles fósiles, con generación distribuida y con energía suficiente para todos. Y la responsabilidad de los políticos es planificar la transición con sensatez y no con prepotencia y a golpe de real decreto. En los últimos tiempos se van tomando algunas iniciativas políticas tendentes a consensuar los ingredientes de un posible pacto, como el que acaban de firmar casi todas las formaciones políticas -a excepción del Partido Popular y UDC- en relación al autoconsumo, pero el PP, bien porque lo aíslan o porque se aísla él solo, siempre se ha quedado al margen. Y ya va siendo hora de ser generosos -unos y otros- y pensar en el bien de España y de todos los españoles dejando al margen los intereses partidistas. ¿Será posible en pleno proceso electoral? Por desgracia, me temo que no.
José Antonio Roca es editor de El Periodico de la Energía.