¿Por qué estamos fracasando en la transición energética a nivel global? ¿Por qué, año tras año, las emisiones de gases de efecto invernadero no hacen más que aumentar a pesar de toda la legislación, cumbres internacionales, manifestaciones y declaraciones políticas que se hacen al respecto? Sencillamente, porque estamos yendo contra la naturaleza del progreso humano.
Cuando uno analiza la historia de la humanidad, ésta está ligada íntimamente con el dominio de fuentes energéticas exógenas: esto es, fuentes de energía externas a la fuerza de nuestros propios músculos. Así, dominamos primero el fuego, luego la agricultura, después domesticamos animales y conseguimos utilizar las fuerzas de la naturaleza en nuestro beneficio: el viento primero y las corrientes de agua después. Así transcurrieron milenios hasta que los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) aparecieron en escena, impulsando el mayor desarrollo y progreso que el ser humano jamás conoció. Posteriormente, ya en el siglo XX, surgió la energía nuclear y las nuevas renovables (eólica y solar), además de la energía hidráulica que es un poco anterior.
Existe un interesante concepto que nos explica muchas cosas, la densidad energética. Nos indica cuánta energía hay almacenada en un kilogramo de un combustible determinado. A lo largo de la historia hemos utilizado (entre otras) las siguientes fuentes, con sus respectivas densidades energéticas medidas en kWh/kg:
La evolución natural de las transiciones energéticas siempre ha sido hacia fuentes de energía con mayor densidad energética. La única excepción es el carbón vegetal porque se trata de un vector energético. Es decir, es una fuente de energía que los humanos producimos a partir de otra fuente energética, en este caso la madera. Para producir un kilogramo de carbón vegetal hacen falta 4-5 kilogramos de madera, por lo que su densidad energética real es inferior a 2 kWh/kg. Algo parecido le pasa al hidrógeno, otro vector energético. Tiene una densidad energética bastante favorable, pero hasta el momento se produce mayoritariamente a partir de combustibles fósiles.
La aparición del carbón
A pesar de ello, el carbón vegetal jugó un papel primordial en la evolución de la humanidad, puesto que gracias a él abandonamos la Edad de Piedra para entrar en la Edad de los Metales. La densidad energética de la madera no es suficiente para producir las altas temperaturas necesarias para fundir la gran mayoría de metales que nos permitieron fabricar mejores artilugios que hicieron avanzar nuestra calidad de vida. La contrapartida es que en poblaciones avanzadas (como la Inglaterra del siglo XVII) apenas quedaba ya un 5% de la masa arbórea original.
Literalmente, en Inglaterra no había ya apenas árboles… cuando el carbón hizo aparición para impulsar la Revolución Industrial. Su densidad energética es un 50% superior a la de la madera, lo cual fue suficiente para hacer que el progreso humano despegara hasta cotas inimaginables y con una celeridad jamás vista (por supuesto, existieron también otras causas de índole institucional que no vamos a discutir aquí). En la segunda mitad del XIX el petróleo hace acto de presencia, pero su uso no se intensificó hasta que los desarrollos tecnológicos permitieron crear un mercado para él. Esto tuvo lugar con la invención de los motores de combustión en el caso de la gasolina y el diésel o el mechero Bunsen en el caso del gas.
Hasta entonces, los grandes medios de transporte (barcos y trenes) se habían movido con carbón, pero esto no era viable para pequeños vehículos utilitarios a gran escala. El motor de combustión solucionó ese problema y, en apenas unos años, el ser humano ya era capaz de surcar incluso los cielos gracias a los combustibles fósiles (los hermanos Wright volaron por primera vez en 1903 con un motor de gasolina de cuatro cilindros).
Densidades energéticas diferentes
Tomemos ahora en consideración la densidad energética de las baterías actuales. Batería de litio (<0,3 kWh/kg), batería de silicio (0,5 kWh/kg), batería de litio-azufre (2,6 kWh/kg). Las dos últimas tecnologías no existen todavía, se trata de prototipos de laboratorio. Pero aun desarrollándose las últimas de ellas, no llegan siguiera a la densidad energética de la madera. Obviando además el hecho de que todas estas baterías se fabrican en la actualidad utilizando combustibles fósiles.
Las baterías que llevan los coches eléctricos actuales tienen una densidad energética 40 veces menor a la de la gasolina o el diésel. Pero al final, metiéndole a un coche pequeñito una batería de 400 kilogramos conseguimos una autonomía por kWh superior a un coche de gasolina. Por eso el vehículo eléctrico se está convirtiendo en una realidad, porque las cuentas a la hora de cargarlo salen. Como el precio del kWh de electricidad y el de los carburantes es más o menos el mismo, circular con un coche eléctrico es unas cuatro veces más barato. Si además uno tiene en su casa paneles solares, la cosa todavía es mejor.
¿Pero qué hacemos con el resto del transporte? ¿Qué hacemos con el transporte pesado? ¿Y con los barcos y los aviones? ¿Y qué hacemos con el resto de los sectores económicos? ¿Qué hacemos con los sistemas eléctricos? ¿Qué hacemos con la producción de fertilizantes, de plásticos, de aceros, de hormigones? Todo esto se fabrica con combustibles fósiles, por eso la transición energética está fracasando, porque no tenemos alternativa real para estas actividades.
No sólo se transita con renovables
En la sociedad ha calado el relato (falso) de que la transición energética se lleva a cabo instalando energías renovables. Obvian que éstas únicamente sirven (de momento) para producir electricidad, igual que la energía nuclear. Pero la densidad energética de las primeras es paupérrima comparada con los combustibles fósiles o el uranio. Densidades energéticas bajas no son capaces de mantener funcionando sociedades industriales avanzadas como las nuestras. No lo pueden hacer si no aparecen tecnologías disruptivas de almacenamiento a gran escala que todavía no existen. Estamos apostando todo a algo que no existe y, mientras tanto, empobreceremos a todo el mundo. Por eso nuestros líderes hablan ya del “decrecimiento”, porque están fabricando la coartada para recortar nuestros niveles de vida.
Las transiciones energéticas de la historia de la humanidad no hizo falta forzarlas. Simplemente se comenzaron a utilizar otros combustibles porque eran mejores, más útiles y servían mejor a nuestros propósitos. Ahora, por primera vez en la historia, quieren que transitemos hacia fuentes energéticas que hacen exactamente lo contrario. Por eso nos tienen que obligar, a base de impuestos, coacción y pérdida de libertades. Y ni así lo van a lograr. Admito apuestas a que en 2050 la mayor parte de la energía del mundo seguirá siendo fósil, ¿alguien se anima?
Manuel Fernández Ordóñez es Licenciado en Física de Partículas y Doctor en Física Nuclear. Analista Energético y colaborador de ÓN, el videopodcast de El Periódico de la Energía.
Toni
09/01/2024