La crisis energética y los esfuerzos de Europa por independizarse del gas ruso han reavivado la ambición de Grecia de explotar los ricos yacimientos del Mediterráneo oriental, un proyecto que se antoja una quimera y se topa con los objetivos del Pacto Verde.
Desde hace años se habla de extraer gas y petróleo y de importantes existencias marítimas en esa zona de la cuenca mediterránea.
Según el director de la Compañía Helena de Gestión de Hidrocarburos (EDEY), Aristofanis Stefatos, las reservas de gas en Grecia podrían ascender a 600.000 millones de metros cúbicos y las existencias al sur de la isla de Creta y en el mar Jónico podrían cubrir el 20 % del consumo en la Unión Europea.
Los yacimientos de gas en el país
Con estas cifras prometedoras no es de extrañar que en plena crisis con Rusia el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, haya decidido reactivar un proyecto que parecía dormido.
La semana pasada anunció que se dará un nuevo impulso a las investigaciones de yacimientos de gas natural en seis zonas distintas de Grecia, con el objetivo de aclarar hasta finales del año próximo si existe viabilidad.
Sin embargo, las empresas internacionales inicialmente involucradas en estos proyectos ya parecen haber sacado sus conclusiones y, una a una, están abandonando Grecia.
El año pasado la española Repsol terminó de retirarse de tres proyectos en el mar Jónico y la estadounidense ExxonMobil y la francesa Total, que todavía mantienen en conjunto las licencias para la exploración de dos parcelas en Creta, parecen reticentes a avanzar en sus investigaciones sísmicas.
En declaraciones a_ Efe_, el director de la oficina del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO) en Chipre y experto en geopolítica energética en el Mediterráneo Oriental, Harry Tzímitras, explica que uno de los motivos de esta retirada han sido los retrasos burocráticos y la lenta justicia griega.
La caída de la demanda de gas en Europa en los últimos años y las subidas de precios han hecho además que el gas del Mediterráneo Oriental dejara de ser competitivo para el mercado europeo, y, por ende, atractivo.
A todo ello se suma ahora otro gran obstáculo que impide que las empresas quieran invertir: el corto futuro que tienen las energías fósiles una vez que la Unión Europea ha decidido abandonarlas en 2050.
Un gasoducto congelado
En 2020, Grecia, Chipre e Israel firmaron un acuerdo "histórico" para la construcción del gasoducto East Med, con una longitud de cerca 2.000 kilómetros y capaz de transferir 10.000 millones de metros cúbicos al año desde las reservas de gas de Israel y Chipre hasta el continente griego, Italia y el resto de la Unión Europea.
Aunque el proyecto contó, en un principio, con el respaldo de Estados Unidos, a comienzos del año Washington retiró su apoyo con el argumento de que había decidido poner el foco en las energías renovables.
Desde su inicio hubo dudas sobre la viabilidad de este gasoducto, ya que el suelo marino entre Chipre y Creta por donde debe transcurrir tiene una profundidad de hasta 3 kilómetros, lo que podría disparar el coste de construcción hasta los 10.000 millones de euros, según han advertido geólogos y expertos en proyectos energéticos.
Buhopedro
20/04/2022