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Las exportaciones de bienes desde la UE triplican las de servicios (1,7 billones frente a 0,6 billones de euros) de manera que el superávit comercial neto que la UE genera en maquinaria, equipos de transporte, productos químicos y otras mercancías, prácticamente compensa el déficit neto generado por las importaciones energéticas. Ciertamente, Europa tiene grandes industrias de servicios pero resultaría completamente erróneo pensar que estas se han convertido en la espina dorsal de su economía. La contribución de la industria manufacturera es fundamental.

La idea de que el crecimiento económico puede ser impulsado más por el consumo que por la producción constituye uno de los mitos más perniciosos de las últimas décadas. El crecimiento sólido se fundamenta en la creación de una riqueza productiva que, a su vez, conduzca a un consumo sostenible no cimentado en el endeudamiento. Por todo ello, no parece superfluo preguntarse por la actual situación de las empresas generadoras de riqueza de Europa.

Mariano Marzo.
Mariano Marzo.

Pues bien, la producción industrial de Europa está en declive y, pese a los planes de la Comisión para lograr que esta represente una quinta parte del PIB en 2020, en la actualidad dicha producción se sitúa ligeramente por encima del 15% del PIB, habiendo descendido en todas y cada una de las principales economías de la zona euro durante los últimos cinco años.

Uno de los problemas es que los países europeos encabezan el ranking internacional en materia de costes laborales, reflejando, en parte, lo que ha venido en denominarse “el modelo europeo”, con su particular énfasis en el bienestar y las buenas relaciones laborales. La innovación podría ayudar a mejorar el tema de los elevados costes laborales. Sin embargo, aunque Europa ocupa un buen lugar en el ranking internacional en innovación, no está entre los mejores. Así, si nos fijamos en la intensidad en I+D –el porcentaje del PIB dedicado a la investigación y desarrollo- el liderazgo corresponde a los países asiáticos, como Corea del Sur y Japón, seguidos de cerca por los EE.UU., con la UE a la zaga, por detrás de Singapur y Australia. China esta haciendo los deberes y se prevé que el próximo año supere ya a la UE en gasto total en I+D.

¿Y qué decir de los costes de la energía? Europa tiene una baja intensidad energética, pero el coste de la energía es alto. En la UE, el precio del gas se ha multiplicado por más de dos desde el año 2000 y ahora casi triplica el de los EE.UU., aunque solo representa dos terceras partes del precio asiático. Por otra parte, la industria europea tiene que lidiar con unos precios de la electricidad altos. Las empresas europeas están sufriendo las consecuencias de los gastos de promoción de la energía baja en carbono y de los altos precios de los combustibles fósiles, lo que supone un considerable stress para su economía y un impacto negativo en su competitividad.

Desde la perspectiva de la competitividad global Europa enfrenta una situación preocupante. Sus costes laborales son mas del doble que los asiáticos, mientras que los costes energéticos superan en cerca de un 60% a los de EE.UU. O dicho de otra manera, los EE.UU. experimentan un crecimiento razonable y tienen una energía relativamente barata, China tiene un alto crecimiento y una energía cara, mientras que Europa reúne lo peor de los dos casos: un crecimiento casi nulo y una energía cara.

Ha llegado el momento de que Europa reexamine su política energética, aprendiendo de la experiencia de los últimos 20 años para cambiar de enfoque y adoptar sendas más realistas y pragmáticas, especialmente centradas en el campo de la competitividad.

_ Mariano Marzo Carpio es catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona y miembro del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía_

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