Por fin, después de 20 años de cumbres por el Clima en las cuales el mayor éxito era siempre afirmar que el proceso seguía vivo, este fin de semana se ha firmado en París un acuerdo sin precedentes en la historia de la humanidad. Ésta ha sido una cumbre histórica por la universalidad, con 196 países firmantes, y por la globalidad y características del objetivo de interés común a alcanzar. A pesar de todas las limitaciones y dudas que plantea y que el mismo acuerdo reconoce al fijar una revisión en 2020, es sin duda un importante paso adelante.
El que se reconozca un objetivo global pero sin establecer objetivos nacionales obligatorios, como sucede en los objetivos a 2030 de la Comisión Europea, es evidentemente uno de los principales elementos de incertidumbre. También lo es el hecho de que está aún por fijarse el origen de los 100.000 millones de dólares asignados para ayudar a combatir el cambio climático en los países emergentes así como cuáles serán los procedimientos para su asignación.
La conferencia de París ha establecido además el marco de relevantes acuerdos sectoriales. En lo relacionado a la energía fotovoltaica, destaca la creación de la Alianza por la Energía Solar promovida por el Gobierno de la India y firmada por 120 países. Por cierto, no pierdan tiempo buscando en la lista si esta nuestro Gobierno: no está aunque pueda parecer increíble para cualquier observador foráneo.
Otra importante iniciativa ha sido la firma de la “Misión Innovación para acelerar la revolución de las energías limpias”. Los Gobiernos de Australia, Brasil, Canadá, Chile, China, Dinamarca, Francia, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Noruega, Corea, Arabia Saudita, Suecia, Reino Unido, E.A.U. y EE.UU. , se han comprometido a acelerar la revolución de la energía limpia doblando las inversiones gubernamentales en innovación en este tipo de energías, incrementando la colaboración público-privada e fomentando la transferencia tecnológica. España tampoco está entre los firmantes.
Otra importante iniciativa ha sido la creación del Consejo Solar Global, compuesto fundamentalmente por asociaciones de energías renovables y de energía solar de los cinco continentes. El Consejo nace con el objetivo de impulsar la energía fotovoltaica a nivel mundial a través de la búsqueda de una voz única del sector ante los organismos internacionales, de incrementar la colaboración entre los diferentes países y de dar apoyo a los mercados solares emergentes.
Pero el auténtico éxito o fracaso de la Conferencia de París lo comenzaremos a ver dentro de unos días cuando, una vez desaparecidos los focos de la prensa sobre el tema, observemos si los Gobiernos ha interiorizado el acuerdo y han introducido en sus procesos de decisión, sobre todo los económicos y energéticos, el “Cambio Climático” como una variable decisiva en la generación de nuevas regulaciones.
Ante el éxito y el grado de competitividad alcanzado por la energía fotovoltaica, se ha venido produciendo en los mercados más desarrollados en los últimos años una reacción para intentar frenar su desarrollo, lo que directamente afecta a la consecución de los objetivos del clima.
Esta paradoja arranca desde la propia Unión Europea, que en sus últimas directivas, recomendaciones y regulaciones, está priorizando objetivos totémicos como la creación de un supuesto mercado eléctrico libre de distorsiones, por encima de priorizar el objetivo de acelerar el proceso de transición a una economía baja en carbono.
No está abordando temas tan relevantes como la regulación sobre los sistemas de ayudas de Estado, que plantea serias dificultades para los pequeños proyectos solares, los pagos por capacidad que distorsionan al mercado al poner en inferioridad de condiciones de competitividad a las energías renovables, el debate sobre la retirada de la prioridad de acceso a la red a las energías renovables o la necesaria reforma de los sistemas de internalización de las externalidades después del fracaso de los ETCs.
La Comisión Europea se enfrenta a un periodo muy importante de revisión de sus directivas energéticas. Confiamos que en todo el proceso esté presente el cumplimiento de los objetivos establecidos en París.
A nivel de nuestro país, esperamos que el Gobierno que salga de las urnas, independientemente de su color político, se tome en serio París, y revierta los cuatro años de acoso al sector solar. Para ello, la primera medida deberá ser el estableciendo del dialogo con el sector, buscando un acuerdo que restablezca la seguridad jurídica para evitar perjudicar las posibilidades de inversión y la competitividad de la tecnología en el futuro. También es urgente la eliminación de las barreras económicas y administrativas al autoconsumo, la eliminación de la discriminación actual a la fotovoltaica en los procesos de subastas y la apertura de los concursos a nuestra tecnología o la convocatoria de concursos tecnológicamente neutros, la promoción de la integración de la energía fotovoltaica en edificios y la eliminación de la discriminación que se ha establecido, por la que no se pueden utilizar fondos estructurales para la realización de proyectos solares. Sin olvidar, por supuesto, el fomento de la innovación.
Como dicen los anglosajones “el diablo está en el detalle”, aunque en esta ocasión el día a día es más que una cuestión de detalle.
De todas formas, hay que confiar en el éxito de París. En que, igual que fue el lugar en el que se firmó la Declaración de los Derechos Humanos que ha iluminado el progreso del mundo político durante los dos últimos siglos, se convierta en la cuna de un acuerdo que ilumine el progreso ambiental en las próximas décadas.
José Donoso es director general de UNEF.
Deja tu comentario
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios