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Solo un día, el 23 de septiembre pasado, ha dedicado la ONU a la Cumbre del Clima, pero ha sido suficiente para sacar dos conclusiones: la ausencia de un liderazgo global en la lucha contra el cambio climático y que cada cumbre climática aleja aún más a España del cumplimiento del Acuerdo de París y de los objetivos marcados por la UE.

Un solo día ha sido suficiente para que la cumbre climática de la ONU hay acabado como todas: se dejan para el año que viene los compromisos concretos de revisión del Acuerdo de París para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5ºC. La ONU ha puesto como objetivos reducir un 45% los gases de efecto invernadero en 2030 sobre la referencia de 2010, no construir más centrales de carbón a partir de 2020, poner fin a las ayudas a los combustibles fósiles que frenan la expansión de las renovables y establecer la neutralidad de carbono en 2050.

Los informes que ha presentado la ONU sobre adaptación al cambio climático y sobre el calentamiento y los océanos deja evidencias suficientes de que falta muy poco tiempo para evitar que los impactos del cambio climático sean irreversibles y que la velocidad de deshielo en el Ártico y la Antártida provocará la subida del nivel del mar hasta un metro y afectará a 1.500 millones de personas en las próximas décadas. Los fenómenos atmosféricos extremos se repetirán todos los años y la zona mediterránea será una de las más expuestas. Los científicos del IPCC piden un objetivo del 55% de reducción de emisiones, que solo Alemania se ha planteado.

Dos días después tuvo lugar, también en Nueva York, el Bloomberg Global Business Forum, en el que representantes de los bancos centrales afirmaron que los riesgos climáticos ya son una fuente de riesgos financieros, que las empresas que ignoren el cambio climático quebrarán, sin duda alguna, y que la rentabilidad tiene que reflejar también la reducción de emisiones. Estas conclusiones reconocen una realidad económica como es que la energía del sol y del viento es ya más barata que las fuentes de energía fósil, por lo que las inversiones contra el cambio climático no son filantropía sino beneficio y beneficios para todos.

A pesar de estas evidencias y de las manifestaciones del Fridays for Future, el fracaso de la Cumbre del Clima de la ONU se expresa, mejor que por el grito de Greta Thunberg, por las palabras de su Secretario General Antonio Guterres que aseguró que la emergencia climática es una carrera que estamos perdiendo. Los principales mandatarios del mundo pasaron de la cumbre y los compromisos no solo son insuficientes sino nada creíbles hasta que en 2020 se ratifiquen en la revisión del Acuerdo de París.

El aspecto más preocupante es la ausencia de un liderazgo político relevante en la lucha contra el cambio climático. Que ese liderazgo haya pasado a las jóvenes generaciones es un signo de esperanza, pero también un síntoma de que algo no va bien cuando los líderes políticos se evaden de una responsabilidad tan acuciante. Es coherente con la constatación de que el ritmo de la descarbonización en el mundo se ha ralentizado y se ha impuesto el paso lento en la lucha contra el cambio climático.

Ni siquiera Europa está a la altura en estos momentos. La nueva presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, como todas las instituciones europeas, están en periodo de renovación y todavía no hay un mensaje claro sobre los objetivos europeos para el futuro. De momento, los halcones alemanes y holandeses han impedido que se aumente el presupuesto de la Unión y la división de los Estados miembros con respecto al carbón y al gas augura una fuerte discusión.

Con respecto a España, el Gobierno ha repetido una vez más el contenido del Plan Integral Nacional de Energía y Clima (PNIEC) en el que subyace una contradicción con respecto a sus objetivos. Con un mayor esfuerzo en eficiencia energética y renovables de lo que ha establecido la UE, el objetivo de reducción de emisiones se queda en el 20%, es decir, a mitad de camino del 40%, al que compromete el Acuerdo de París y la UE, y más lejos todavía del 45% que ha pedido la ONU. Es el mejor ejemplo de la frustración que ha producido la cumbre de la ONU. Guterres pidió hablar menos y actuar más. Pues lo que ha ocurrido es lo contrario.

En Nueva York también se ha visualizado un liderazgo empresarial no exento de ambigüedad, dirigido por las grandes corporaciones. Pero, así como en EEUU éstas han iniciado un debate para cambiar la prioridad de la protección al accionista por la protección de los clientes, los trabajadores y el medio ambiente, en España ese debate no existe ni se espera. Por el contrario, si las grandes energéticas lideran la sostenibilidad en el IBEX, poco cuesta imaginar cómo inundadas de carbono estarán el resto de empresas cotizadas. La presión empresarial para reclamar más inversiones gasistas o retrasar todo lo posible el avance del vehículo eléctrico aparca el medio ambiente en el espacio de la Responsabilidad Social Corporativa.

Pero la ambigüedad está también en los partidos políticos, cuya endogamia ha sepultado el debate climático, o en el propio Gobierno que duda sobre la permanencia de los combustibles fósiles y que tiene paralizada la trasposición de las nuevas directivas de edificios, renovables y mercado eléctrico del paquete de invierno. Mientras corren los plazos, España carece de una regulación para avanzar en la descarbonización de su economía y esa regulación está ya en vigor en las directivas europeas.

La Directiva (UE) 2019/944, sobre el mercado interior de la electricidad, integra en el sistema eléctrico un nuevo actor, “el cliente activo” como el cliente o grupo de clientes que tienen derecho a autogenerar, consumir, almacenar y vender su propia electricidad, participar en planes de flexibilidad y eficiencia energética y operar directamente o mediante agregadores en el sistema eléctrico sin requisitos o tarifas discriminatorias. El consumidor activo es el primer actor para avanzar en la reducción de emisiones.

El cliente activo y las comunidades ciudadanas de energía, también reguladas en la directiva, van a sustituir a las eléctricas verticales y centralizadas y cambian el orden de prioridades del sistema, de la generación a la gestión de la demanda. El cumplimiento del Acuerdo de París depende de este cambio de actores en la política energética y para eso se necesita liderazgo político, empresarial y una regulación que abra la competencia a los consumidores.

Javier García Breva es a_sesor en políticas energéticas y miembro del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía_

jgarciabreva@imediapr.es

www.tendenciasenenergia.es

Un comentario

  • JELorenzo

    04/10/2019

    Me gustaría que el Sr Garcia Breva leyera este artículo y que me diga, objetivamente y como experto en políticas energéticas, si aún cree que es posible luchar contra el susodicho cambio climático con esta planificación de fechas impuesta desde la ONU, el Acuerdo de Paris y desde otros organismos europeos.

    https://www.forbes.com/sites/rogerpielke/2019/09/30/net-zero-carbon-dioxide-emissions-by-2050-requires-a-new-nuclear-power-plant-every-day/#7c948cf235f7

    Además, Sr Garcia Breva, su articulo contiene muchas inexactitudes que no están avaladas por la Ciencia.

    - No hay manera de saber si el nivel del mar subirá hasta 1 metro en las próximas décadas. El nivel del océano sube linealmente en la costa a razón de 1.7-1.9 mm/año de manera casi constante y sin mucha variación desde hace 200 años. Es un fenómeno natural y a dia de hoy no se ve ningún aumento de pendiente que sea debida a las emisiones de CO2.

    - Un científico no puede jamás pedir "un objetivo del 55% de reducción de emisiones". No es su función. Y si lo hace, habla como político no como científico. La ciencia del clima debería ser menos política, mientras que las políticas climáticas deberían ser más científicas.

    - Los datos (incluso los del informe AR5 del IPCC) dicen que no hay evidencia estadística de que el calentamiento global esté intensificando huracanes, inundaciones, sequías y desastres naturales similares, o haciéndolos más frecuentes. No hay emergencia climática ni hay motivo de pánico y alarma.

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