Política energética

La energía nuclear vuelve a estar de moda en Francia

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Impulsada por una escalada de precios sin precedentes, la energía se ha situado en el centro de la precampaña de las presidenciales francesas: La nuclear, que promete tarifas más estables y denostada hace cinco años, ha recuperado popularidad en los programas de numerosos candidatos.

El país de Europa donde el átomo tiene más presencia en su combinación energética, se vanagloria ahora de que la subida de precios es más moderada a la de otros vecinos, más dependientes de fuentes más volátiles, sujetas a los vaivenes de los mercados internacionales y eventos geopolíticos.

A seis meses de las presidenciales, con el paisaje político pendiente de las candidaturas definitivas, los programas dejan de relegar al átomo a un segundo plano, como sucedió en 2017, cuando todavía estaba reciente la catástrofe de Fukushima.

El actual presidente, Emmanuel Macron, que todavía no ha confirmado que buscará su reelección, pero que lidera todos los sondeos, apostaba entonces con ir reduciendo la dependencia de la energía nuclear en favor de las renovables, lo que le distinguía de su principal rival, la ultraderechista Marine Le Pen.

Liberal convencido, aceptó la trayectoria marcada por su predecesor, el socialista François Hollande, de reducir el peso de la nuclear del 70 al 50 % en el país en 2025, para lo que se comprometió a suprimir doce de los actuales reactores.

De forma simbólica, inició su mandato con el histórico cierre de la más vetusta central del país, la de Fessenheim.

Actualmente, hay 56 reactores activos que producen en torno al 70 % de toda la electricidad en Francia, según la eléctrica EDF.

De acuerdo con los últimos datos disponibles de 2018, el país galo es el segundo productor mundial de electricidad con origen nuclear, detrás de Estados Unidos y delante de China.

NUCLEAR MENOS DENOSTADA

Desde entonces, su discurso se ha moderado. Primero retrasó 10 años el horizonte de reducción de la nuclear y en los últimos meses no oculta su apuesta por esta energía que, repite, permite a Francia limitar las emisiones de gases causantes del cambio climático.

Tal es así que se espera que el próximo martes incluya la energía nuclear dentro del paquete multimillonario de inversiones que prepara para la próxima década.

El presidente tiene previsto anunciar un ambicioso programa de renovación de centrales y apostar por las de nueva generación (los reactores EPR), pese a que la única en construcción de ese tipo, la de Flammanville, acumula una década de retrasos y altos sobrecostes.

Además, también dará su respaldo a los pequeños reactores SMR, un complemento que Francia cuenta con exportar de forma masiva a partir de 2030.

Macron no quiere que la derecha aparezca como el gran adalid del átomo, percibido por los franceses como un escudo contra los altos precios, una garantía de soberanía energética y un nicho de empleo, ya que Francia tiene un potente sector industrial nuclear.

Porque, a diferencia de lo que sucedió en 2017, sus previsibles rivales conservadores ya no ocultan su orgullo por el átomo, que introdujo en el país el general De Gaulle y potenció Valery Giscard D'Estaing.

Además, aprovechan los movimientos que han nacido en Francia contra la eólica, a la que acusan de ser poco fiable y dañar el entorno y que algunas asociaciones consideran, incluso, perjudiciales para la salud. Actualmente, el 6,3 % de la producción eléctrica francesa procede de esa fuente.

Xavier Bertrand, Valérie Pécresse y Michel Barnier, los tres favoritos para llevar la bandera conservadora en las próximas presidenciales y actualmente enrolados en una consulta entre los militantes, coinciden en apostar por reforzar la nuclear.

LA EÓLICA NO TIENE VIENTO A FAVOR

Barnier, que fue el negociador europeo para el Brexit considera a la nuclear clave para su plan de convertir a Francia en la primera potencia neutra en emisiones de dióxido de carbono y, al igual que sus correligionarios, propone lanzar la construcción de más reactores EPR.

Lo mismo que en la ultraderecha, donde tanto Marine Le Pen como el polemista Éric Zemmour, que todavía no ha oficializado su candidatura pero que algunos sondeos sitúan ya en la segunda vuelta, animan a perder la vergüenza a la hora de defender el átomo.

"La eólica, en tierra o en el mar, no tiene sitio en nuestro país", repite Le Pen, mientras que Zemmour defiende que "abandonar la nuclear sería abandonar la soberanía nacional".

El debate es menos unánime en la izquierda, donde los ecologistas se muestran resueltamente contra esa fuente energética y el izquierdista Jean-Luc Mélenchon apuesta por abandonarla antes de 2030.

El candidato verde, Yannick Jadot, exdirigente de Greenpeace, es incluso favorable por acelerar el abandono de esta fuente y detener la construcción de la central de Flammanville, para apostar de forma clara por las renovables.

La socialista Anne Hidalgo, conocida por sus posturas ecológicas, relativiza mucho su posición sobre el átomo, que considera que Francia no podrá abandonar hasta que las renovables no sean un sustituto fiable, algo que no ve posible en menos de 20 años.

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