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La verdad es que de momento no sabemos demasiado de los pormenores del proyecto. Existe un documento inicial del proyecto en el que se delimita el área de estudio, y da algunas pistas. Con una capacidad de intercambio de 2 GW, el sistema completo consta de una estación conversora de 4 hectáreas de superficie y 20 metros de altura en Gatika, 10 km de cable hasta la central de Lemoiz, donde empieza el tramo marino, 280 km por el golfo de Bizkaia, y otros 80 km en Francia, en este caso soterrados, hasta la subestación de Cubnezais. Todo ello a alta tensión a 400 kV, y corriente continua.

Lo que sí que tenemos es una primera estimación del coste de la obra, según un informe de los organismos de regulación francés y español. Se estima la obra en 1750 millones de euros, con un “elevado riesgo de que se incrementen los costes”. Además según el citado informe, todo el sobrecoste que se de en la obra será pagado por España, y Francia obtendrá al menos 350 millones de euros de la subvención europea. Teniendo en cuenta que la subvención finalmente aprobada ha sido de 578 millones de euros, a España sólo le corresponden 228 millones. Nos va a tocar pagar por lo tanto cerca de 650 millones de euros a pagar por todos los consumidores, con cargo a la factura de la luz. Un nuevo sobrecoste que seguirá hinchando las facturas, con escasa o ninguna justificación. No es de extrañar por lo tanto que el informe de los reguladores estime “que la realización de las inversiones planificadas en interconexiones en los próximos 10 años supondrá un aumento total de las tarifas de un 3,5% en España”.

Las bondades que se asignan a esta gran infraestructura son varias: seguridad de suministro, reducción de precio de la electricidad, mejoras competitivas para la industria vasca, o una mayor penetración de las energías renovables. Pero si los analizamos uno a uno, nos damos cuenta de que no los beneficios no parecen serlo tanto.

Si empezamos planteándonos la seguridad de suministro, resulta un argumento difícil de justificar. Para empezar porque ésta depende mucho más del desarrollo de la red eléctrica interior, que de las interconexiones con los países del entorno. Teniendo en cuenta que España posee una gran capacidad de generación, más del doble de lo que consume, y está por encima de la media en kilómetros de red por habitante, resulta difícil de creer que sea necesaria esta interconexión para mejorar la calidad de la red. De hecho, el análisis del “Plan de desarrollo de la red de transporte de energía eléctrica 2015-2020” se destaca por un lado la gran calidad del suministro eléctrico, y se comenta que los desarrollos previstos están más relacionados con la resolución de restricciones locales en zonas concretas muy saturadas, que con problemas de falta de suministro generales.

La segunda gran ventaja que sale a relucir es la bajada del precio de la luz, lo que supondría una mejora para la industria vasca. Una mayor interconexión, por lo visto, tiene que reducir la diferencia de precios entre el mercado eléctrico español y el francés. La realidad es que analizando los precios de ambos mercados en los últimos años, la entrada en funcionamiento de la interconexión por Cataluña, que supuso duplicar la capacidad de intercambio, apenas supuso una mejora real en la diferencia de precios. Ni siquiera si analizamos los precios de Francia y Alemania, que tienen un grado de interconexión mayor, se aprecia una equiparación de precios del nivel que se anuncia.

En parte, resulta lógico por el escaso peso que tiene cada una de estas interconexiones sobre el total de energía que se usa, no llegando ni al 5%. Este argumento además ignora que el funcionamiento del mercado eléctrico presenta muchas dudas en la actualidad, y existen más que sobradas sospechas de manipulación en el mercado. Tal vez para reducir el precio de la electricidad necesitemos analizar el funcionamiento del mercado, antes de lanzarnos a la loca carrera de construir megainfraestructuras.

En lo que respecta a la mayor penetración de las energías renovables, casi se podría decir que la interconexión va a ser muy perjudicial para las mismas. El sentido de la electricidad en los últimos años ha sido importador desde Francia, con lo que la interconexión está sirviendo para traer electricidad de origen nuclear de Francia, y no para exportar renovables desde España. De hecho, con la entrada de la interconexión por Cataluña en 2016, se multiplicaron por 6 restricciones a los parque eólicos. Parece que para mejorar la entrada de más renovables, hay que empezar a plantearse otras alternativas, como es el cierre de centrales nucleares, o los sistemas de almacenamiento de energía. De todos modos, no deja de ser irónico escuchar a Arantza Tapia defender la mayor penetración de energías renovables, cuando en Euskadi estas apenas llegan al 7% del total de la energía consumida, por debajo de la mitad de la media del estado.

Tal vez sea el momento de hacer una parada en la carrera por hacer nuevas infraestructuras faraónicas, y plantear con tranquilidad las necesidades reales que tenemos, máxime cuando el sistema energético está transformándose en su totalidad, hacia un modelo menos centralizado, basado en pequeñas instalaciones en los lugares de consumo. En vista de las dudas razonables que existen sobre los beneficios de esta interconexión, quizás habrá que plantearse otras alternativas para conseguir realmente una bajada de precios de la electricidad y una mayor penetración de las energías renovables. Alternativas que tienen que pasar por la remodelación del mercado eléctrico, pero también por la investigación en nuevos modelos de gestión de la red mediante redes inteligentes, sistemas novedosos de almacenamiento de energía, o de gestión de la demanda. Soluciones todas ellas que seguro resultan de menor coste, pero que además puedan traer una ventaja competitiva importante por el desarrollo de alternativas tecnológicas novedosas.

Aitor Urresti González. Profesor de la UPV/EHU y especializado en energías renovables.

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