El sector energético vive un momento decisivo, con ambiciosos compromisos a nivel internacional, europeo y, por consiguiente, nacional. Entre ellos destacan la meta de alcanzar la neutralidad climática en la UE para 2050 y los ODS de la Agenda 2030, así como el Acuerdo de París adoptado en la COP21, que establece medidas concretas para limitar el aumento de la temperatura global.
Al mismo tiempo, disponer de energía en cantidad y calidad es esencial para alcanzar y mantener un adecuado nivel de desarrollo y de bienestar tanto en el presente como para las generaciones futuras.
Este contexto de cambio climático, presión regulatoria y auge tecnológico nos sumerge en una transición orientada hacia un modelo más sostenible, eficiente y resiliente, que ha transformado el sector en uno de los campos más dinámicos e innovadores del siglo XXI. Un camino que no solo implica una reducción drástica de las emisiones y un cambio en el mix energético, sino también una apuesta decidida por la innovación tecnológica, la eficiencia en el consumo y una gran movilización de inversión pública y privada.
En el corazón de esta transformación se encuentran las energías renovables, que van más allá de un simple cambio de fuentes: implican una revolución completa en la forma en que generamos, distribuimos, almacenamos y consumimos energía. Es necesario tener presente también que, actualmente, no es posible concebir ya sectores aislados, sino que cada vez son más interdependientes. Lo demuestran enfoques conjuntos como el del nexo WEF (agua, energía y alimentación) o el WEFE (agua, energía, alimentación y ecosistemas).
¿Qué tipo de profesionales necesita hoy el sector?
En todo avance tecnológico es fundamental el factor humano. La sostenibilidad necesita talento profesional para su consecución. Las nuevas capacidades que demanda el sector complementan a las tradicionales que siguen siendo imprescindibles.
Se requieren técnicos que no solo dominen los fundamentos de las tecnologías renovables, como la fotovoltaica, la eólica, el hidrógeno verde o el almacenamiento energético, o las herramientas de análisis económico adaptadas a un mercado con instrumentos cada vez más complejos, sino que también conozcan las herramientas propias de la Industria 4.0: Inteligencia Artificial (IA), Internet Industrial de las Cosas (IIoT), análisis predictivo, automatización y blockchain, entre otros.
La digitalización energética no es una tendencia pasajera; es la columna vertebral de los nuevos modelos energéticos descentralizados, flexibles e inteligentes. Hoy, también se necesitan ingenieros energéticos que sean científicos de datos, gestores de proyectos complejos y líderes de equipos multidisciplinares.
La transición energética implica, además, repensar los consumos energéticos de la práctica totalidad de los sectores económicos, pero también nuestras ciudades, los edificios que habitamos, los materiales que usamos y nuestra forma de desplazarnos; en definitiva, nuestros modos de vida y estructuras sociales. No se trata solo de generar energía limpia, sino de su integración en la sociedad. Conceptos como planificación territorial, sostenibilidad urbana y diseño ecológico adquieren cada vez mayor relevancia. Para todo ello, se necesitan ingenieros energéticos que, en colaboración con otros agentes, diseñen comunidades resilientes, sostenibles e integradoras.
Formación alineada con la innovación
Muchos de los estudios ya reflejan esta nueva realidad. Integran contenidos técnicos avanzados —como diseño de sistemas renovables, eficiencia energética en edificación e industria, integración de renovables en redes eléctricas y almacenamiento, análisis de ciclo de vida— con nuevas materias relacionadas con IA aplicada al sector energético, modelado de sistemas complejos y gestión de redes inteligentes. Así se prepara al estudiante no solo para conocer y aplicar tecnologías, sino también para interpretar el contexto en el que se implementan y prever sus impactos.
Un enfoque que va adquiriendo mayor relevancia es la formación multidisciplinar y orientada a la realidad empresarial. Los alumnos aprenden sobre energía, economía, sostenibilidad, liderazgo y gestión del cambio. Las colaboraciones con empresas del sector y la posibilidad de realizar prácticas o proyectos reales son componentes clave para acercar la formación a las necesidades del mercado.
Inteligencia artificial e IIoT: el nuevo ADN del sector energético
La integración de tecnologías emergentes en el sector es ya una realidad. La inteligencia artificial, por ejemplo, se emplea en la optimización del rendimiento de plantas solares, la predicción de la demanda energética, el mantenimiento predictivo de aerogeneradores o el control dinámico de redes eléctricas. El Internet Industrial de las Cosas (IIoT) permite la monitorización masiva de equipos, facilitando una gestión en tiempo real, una trazabilidad completa de los flujos energéticos y una mejora radical en la eficiencia operativa.
Estas tecnologías están redefiniendo los procesos y, por tanto, exigen profesionales capaces de entenderlas, operarlas y mejorarlas.
Esto nos conduce a que se necesiten ingenieros capaces de entender tanto un inversor fotovoltaico como el uso de herramientas basadas en redes neuronales para análisis de datos, y desenvolverse con soltura en entornos físicos y digitales.
Hacia una nueva cultura profesional
El cambio no es solo tecnológico, es cultural. En una era en la que las actualizaciones son cada vez más rápidas, los profesionales también se deben adaptar, con mentalidad crítica y capacidad de aprendizaje continuo. El sector energético está en constante evolución: cambian las normativas, los modelos de negocio, las tecnologías y los retos globales. Es necesaria una actitud de aprendizaje continuo.
Por otro lado, en un mundo global y cercano, las soft skills son tan importantes como las habilidades técnicas. Comunicación, gestión del tiempo y trabajo colaborativo son cualidades que los profesionales futuros deben aprender y que ya se incluyen en etapas tempranas de aprendizaje.
Perfiles profesionales que combinen capacidad técnica con una actitud comprometida, flexible e innovadora. Personas con capacidad de adaptarse a entornos cambiantes y colaborar en entornos multidisciplinares complejos.
Podríamos destacar las siguientes competencias de los profesionales del sector energético:
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Dominio tecnológico actualizado en generación, almacenamiento, distribución y comercialización de energía.
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Conocimiento de tecnologías emergentes como gestión inteligente de redes, análisis de datos, IA, IIoT, etc.
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Actitud creativa e innovadora, con capacidad de pensar más allá de las soluciones establecidas y abrir caminos nuevos.
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Capacidad de liderazgo de equipos en proyectos complejos con múltiples actores.
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Conocimiento del entorno normativo con capacidad para navegar por marcos legislativos diversos y comprender el papel de las decisiones políticas en el desarrollo del sistema energético.
No obstante, como en cualquier profesión, todo lo anterior no es suficiente por sí solo. Es importante que la labor profesional se base también en valores, incorporando una actitud de servicio a la sociedad. El objetivo final debe ser siempre el bienestar de las personas, tanto de quienes se beneficiarán del trabajo realizado como de quienes participan en llevarlo a cabo.
Una oportunidad que no podemos desaprovechar
La transición energética es un imperativo, pero también una oportunidad económica y social. La demanda de profesionales en el sector renovable no deja de crecer. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el sector podría generar más de 38 millones de empleos a nivel mundial en 2030.
Profesionales con especialización técnica, visión, criterio, habilidades digitales y valores. Formar ese talento es hoy una prioridad nacional e internacional.
Si queremos un sistema energético más sostenible, resiliente y justo, empecemos por lo esencial: invertir en las personas que deben hacerlo posible.
Rosana Plaza es experta de MINT y Consultora en Energías Renovables y Eficiencia Energética.
Gustavo
20/05/2025