Pero Musk, el director ejecutivo de Tesla, está bastante orgulloso de este pozo. Comenzó a cavar un fin de semana a finales de enero. La idea se le ocurrió mientras estaba esperando en un atasco de tráfico una mañana de un sábado del mes de diciembre. "El tráfico me está volviendo loco", escribió en Twitter, "por eso, voy a construir una máquina perforadora de túneles y voy a empezar a cavar ya". Y en una hora, el proyecto tenía nombre y plataforma de marketing.
"Se llamará Sociedad Boring", dijo, "Boring, eso es lo que hacemos". Parecía cosa de un loco pero Musk, pese a su extravagancia y a sus declaraciones a la prensa solo por divertirse, es una persona seria. En una entrevista en 2015 con Stephen Colbert dejó caer que llevaría armas nucleares a Marte medio en serio; el año pasado dio a entender en Twitter que está desarrollando un hombre de hierro, una idea perfecta para el Pentágono. Y ahora el túnel. Aunque la mayoría de los periodistas asumieron que era otro de sus chistes.
Pero Musk no estaba bromeando. Durante años ha estado pensando en túneles, ya fuera por una fascinación personal y porque sería un componente importante para la Hyperloop, el sistema ferroviario de alta velocidad de fantasía que propuso en 2013, ya fuera porque se le ocurrió como una nueva oportunidad de negocio.
"Los túneles son, obviamente, una manera de resolver la congestión urbana y se evitaría quedar atrapado en el tráfico, una situación que destruye el alma". Así que pensó que iba a hacer túneles para sí mismo. Pocos días después de su tweetstorm, compró un dominio y fundó BoringCompany.com, nombrando a Steve Davis como líder del proyecto, un ingeniero jefe de SpaceX que diseñó los sistemas de guía para el primer cohete de la compañía. El plan apenas esbozado tenía como objetivo excavar un montón de túneles para automóviles y trenes de alta velocidad.
Poco después de la elección de Steve Bannon, el jefe de estrategia de Donald Trump, anunció que la Administración entrante proseguiría la infraestructura con un fervor que no se veía desde el New Deal. "Los conservadores se van a volver loco", dijo a la revista Hollywood Reporter, "soy un tipo que lanza un plan de infraestructura de mil millones de dólares. Con las tasas de interés negativas en todo el mundo, es la mayor oportunidad para reconstruir todo. Astilleros, industrias del acero... además, el día de la investidura Trump, el nuevo presidente prometió nuevos caminos y carreteras, y puentes, aeropuertos, túneles y ferrocarriles, y todo en nuestra maravillosa nación".
Y para darle más impulso, Musk aseguró que su firma podría recaudar hasta 40.000 millones de dólares en financiación.
Pero Musk no estaba alineado ideológicamente con Trump como para beneficiarse de la generosidad del presidente. El adalid de la defensa contra el cambio climático, que estuvo tan estrechamente identificado con la administración Obama, y que gracias a ello Tesla había recibido un préstamo garantizado por el gobierno en 2010, ahora se ponía en su contra. Incluso, durante las elecciones presidenciales, Musk apoyó públicamente a Hillary Clinton, tal y como señaló Trump en una entrevista con la CNBC, quien lo definió como un hombre que "no es el tipo de personaje que refleja bien el sentir de Estados Unidos".
Pero después de ganar las elecciones, Musk realizó varios viajes a la Torre Trump, impresionando al presidente y, sobre todo, a Bannon, un ex banquero de Goldman Sachs, y principal defensor del nacionalismo económico de Trump con su famosa frase "America First". Después de reunirse en privado, el 6 de enero, Bannon dijo que vio en Musk y en sus empresas un socio perfecto, como la encarnación de la clase de crecimiento del empleo estadounidense que Trump quiere fomentar. Y le beneficia sobre todo porque Trump ha sido públicamente rechazado por muchos ejecutivos de Silicon Valley, con lo que la conexión con Musk da su administración una bocanada de innovación y dinamismo.
En diciembre Musk fue invitado al Foro de Estrategia y Política del presidente, un grupo de asesores, como Ginni Rometty de IBM, Indra Nooyi de Pepsi, o Jamie Dimon de JPMorgan Chase.
Y más aún. En enero ofreció su apoyo al Secretario de Estado de Trump, el ex CEO de ExxonMobil, Rex Tillerson, a pesar haber criticado a las compañías petroleras en el pasado. "Puede parecer sorprendente viniendo de mí", escribió en Twitter Musk, pero "Rex Tillerson tiene el potencial de ser un excelente Secretario de Estado." Tillerson ha expresado su apertura a un impuesto sobre el carbono, una política que Musk ha apoyado durante mucho tiempo. Y cuando Trump emitió la prohibición temporal de la entrada de inmigrantes de siete países de mayoría musulmana, aunque a Musk no le gustó la orden también instó a sus seguidores de izquierda que leyeran el texto completo antes de criticarla.
Pero volviendo a los túneles: "Mi idea era llamarlo Trolls R Us pero ToysRUs podría en presentar una demanda," ríe Musk a carcajadas, "por eso vamos a llamarlo Tubos y Túneles estadounidenses", y será una compañía independiente del resto del emporio Musk.
Boring no tiene empleados a tiempo completo, ni tiene un modelo de negocio claro, pero casi seguro que desempeñará un buen papel con los contratos del gobierno. Musk dice que el negocio de túnel es un poco como la industria aeroespacial, que supo remover en 2002 con su SpaceX. Y es que dice que tan loco es oír de túneles, como buscar una solución al tráfico de Silicon Valley con coches voladores.
La tecnología de hacer túneles es más antigua que la de hacer cohetes, y las velocidades de perforación son mucho mayores de lo que eran hace 50 años. Al igual que con los lanzamientos espaciales, los túneles se financian a través de contratos gubernamentales, donde el contratista no asume ningún riesgo por los excesos de costes, que tienden a ser enormes. Por ejemplo, Boston Big Dig movió una sección de la Interestatal 93 bajo tierra, se retrasó por unos ocho años, y costó 12.000 millones de dólares más de lo previsto inicialmente. En Los Ángeles, los planes para extender la línea morada del metro cuatro kilómetros tendrá un coste de más de 2.400 millones de dólares y tardará casi 10 años.
"Alrededor de un millón de dólares por 1,6 kilómetros", dice Musk, "una locura".
Sea la decisión que sea de Washington, Musk tiene la intención de seguir adelante con independencia de lo que decida Trump. Asegura que espera construir una tuneladora mucho más rápida de las que existen actualmente y, con el tiempo, creará una vasta red subterránea que incluye hasta 30 niveles de túneles para automóviles y trenes de alta velocidad, incluida la Hyperloop.
Pero surgen las dudas... ¿Hacer tantos agujeros en el interior de la tierra, bajo las ciudades, no van a desestabilizar el suelo? No, dice Musk, la industria minera lo hace todo el tiempo. "La tierra es grande, y los túneles son, en realidad, pequeños". No sólo son posibles, argumenta, son la única forma en que podemos deshacernos de la plaga del tráfico.
"Tenemos los rascacielos de todos los niveles, y tenemos sistemas de carreteras de dos dimensiones", dice. "Cuando todo el mundo decide entrar en estas estructuras y salir al mismo tiempo, es cuando te quedas atascado." Los túneles, por el contrario, representarían una red de transporte 3D.
Musk eligió el aparcamiento de SpaceX como el lugar de su primera excavación, sobre todo porque legalmente podía hacerlo sin permisos. El plan es ampliar el agujero actual con una rampa diseñada para que entre una máquina perforadora y luego comenzar a excavar horizontalmente una vez que la máquina llegue a los 15 metros o algo menos por debajo del nivel del suelo, lo suficientemente profundo como para evitar las líneas de gas y alcantarillado y para ser indetectable en la superficie. La empresa ya está trabajando en la obtención de permisos y espera tenerlos en el momento en el que consigan la propiedad de ese subsuelo. Por el momento, Musk no dirá exactamente donde estará ese "túnel de demostración", como él lo llama, pero no solo dará cabida a los coches, será el comienzo de una vasta red de transporte subterráneo.
Y es que Musk piensa que los coches voladores son una idea tonta, al menos para los viajes de la ciudad. "Obviamente, me gusta volar", dice, "pero es difícil imaginar al coche volador como se convierte en una solución escalable". Cualquier coche volador necesitará generar una gran cantidad de fuerza hacia abajo para evitar que se caiga del cielo, lo cual significa mucho viento y mucho ruido, por no hablar de los desechos de cualquier mínimo accidente en pleno vuelo. "Además, si alguien no hace el correcto mantenimiento de su coche volador, podría caerse un tapacubos y guillotinar a un peatón que ande por la calle", dice. "y el nivel de ansiedad no podrá disminuir pensando en los pesados zumbidos sobre su cabeza y las consecuencias de tener sobrevolando cosas."
La máquina taladradora que ha construido Musk es más monstruosa que el agujero que ha hecho. Es una máquina es de 8 metros de diámetro, alrededor de 120 metros de largo, y pesa 1.200 toneladas. La ha llamdo Nannie. Una máquina que normalmente costaría al menos 15 millones de dólares, pero que si China la utilizara para construir durante una frenética década su metro, los modelos podrían abaratarse hasta un 90%.
Nannie, fabricada por la empresa alemana Herrenknecht, ha estado excavando desde 2015, pero se ve antigua, sus superficies están cubiertas de óxido o llenas de barro. Pero Musk piensa que con más potencia, mejores materiales y un diseño que le permitiera continuar con la excavación durante la instalación de las paredes del túnel, una hazaña imposible hoy en día, la Compañía Boring sería capaz de reducir drásticamente el precio de la excavación.
El director del proyecto del túnel, Shane Yanagisawa, dice que el factor limitante es la suciedad. Las cintas transportadoras de Nannie pueden llevar solamente un porcentaje de la suciedad a la vez. Lo más rápido que puede funcionar es a 75 milímetros de barro por minuto y en una semana normal, se mueven unos 100 metros de barro.
"La industria de la construcción necesita última tecnología ya", dice. "es el único sector de la economía que no ha mejorado su productividad en los últimos 50 años".
En definitiva, la idea de Musk no proviene de sus amplios conocimientos sobre túneles, porque no tiene ninguno, sino más bien de un don del multimillonario, su extraordinaria capacidad para reclutar a personas inteligentes en causas tremendamente arriesgadas, como la colonización de Marte, un coche eléctrico más rápido que un Ferrari, cohetes baratos para la NASA o la privatización de las misiones a la Estación Espacial Internacional. Y lo ha hecho.
Pero todo gracias al impulso de los créditos fiscales que obtuvo de la Administración G.W. Bush, y de la de Barack Obama después. Nunca hablaba sobre la creación de empleo o sobre el impacto económico de sus empresas, pero ahora con Trump ya lo dice. "Mis objetivos están en acelerar la transición del mundo hacia la energía sostenible y hacer de la humanidad una civilización multi-planeta, consecuencia de lo cual será la creación de cientos de miles de puestos de trabajo y un futuro más inspirador para todos".
Musk podría ser, en el fondo, un profundo ecologista, y Trump podría creer que el cambio climático es un engaño chino, pero sus empresas emplean a más de 35.000 personas, y muchas de ellos trabajan precisamente a este tipo de puesto de trabajo que dice Trump que son la clave para el futuro de América, como su Gigafactory de Tesla, el año pasado, en Nevada, que finalmente será la planta de baterías más grande en el mundo, o como SolarCity, la compañía de paneles solares que creó y que se ha fusionado con Tesla, que cuenta con una fábrica de 400.000 metros cuadrados en el estado de Nueva York.
Así que la Compañía Boring, dice Musk, es una extensión natural de sus empresas: "Sin duda, creará una gran cantidad de puestos de trabajo, yo diría que hasta un millón", concluye sonriendo.
Fuente: Bloomberg.
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