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La Unión Europea encalla en su objetivo climático de 2040

El bloqueo de Francia, Alemania, Italia y Polonia bloquea la votación de mañana para la aprobación del plan de emisiones y amenaza con debilitar la postura del bloque en la próxima cumbre de la ONU

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La política climática de la Unión Europea, que en los últimos años se había erigido como referencia global, atraviesa ahora uno de sus momentos más delicados. Pese a la urgencia marcada por el calentamiento global, que golpea de manera especialmente dura al continente, varios países clave han bloqueado la propuesta de la Comisión Europea de reducir en un 90 % las emisiones de gases de efecto invernadero para 2040 respecto a los niveles de 1990.

El rechazo de estas naciones ha llevado a Dinamarca, que ostenta la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, a cancelar la votación prevista para este jueves 18 de septiembre en Bruselas. El objetivo era aprobar de manera conjunta tanto el plan de reducción para 2040 como la meta intermedia de 2035.

En medio de estas tensiones, España se ha posicionado como uno de los Estados miembros más firmes en la defensa de la meta del 90 %. Un estudio de la Universidad de Mannheim confirma que los países mediterráneos son los más expuestos a los impactos del calentamiento global, y sitúa a España como el Estado que registra las mayores pérdidas económicas por fenómenos extremos. Solo las olas de calor e intensas sequías de este verano suponen un coste acumulado que podría alcanzar los 58.400 millones de euros de aquí a 2029.

La Agencia Europea de Medio Ambiente advierte, además, de que incendios forestales, sequías prolongadas y temperaturas récord comprometen los recursos hídricos, la salud pública y la estabilidad financiera. Para España, este diagnóstico refuerza la necesidad de no rebajar la ambición climática: el país argumenta que cada retraso multiplica los daños futuros y que invertir en mitigación es más rentable que asumir pérdidas económicas y sociales.

El Gobierno español también esgrime razones de oportunidad: la transición energética abre la puerta a consolidar el liderazgo de las renovables, atraer inversión verde y reforzar la seguridad energética en un contexto geopolítico incierto. En su visión, un objetivo ambicioso no solo es imprescindible para cumplir con el Acuerdo de París, sino también una herramienta estratégica para modernizar la economía europea y mantener la credibilidad del bloque en la escena internacional.

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Dinamarca, que preside este semestre el Consejo de la UE, había trazado un plan para hacer aterrizar esa propuesta, pero está a punto de descarrilar.

Bloqueo político y minoría de oposición

La cancelación se produce después de que Francia y Alemania, los dos motores tradicionales de la integración europea, se alinearan con Polonia e Italia para exigir que la votación se pospusiera hasta que los jefes de Gobierno puedan discutir el asunto directamente en la cumbre de líderes del 23 de octubre. Con su unión, estos países conformaron una minoría de bloqueo que paralizó el proceso.

En total, 11 de los 27 Estados miembros solicitaron aplazar la decisión durante una reunión preparatoria celebrada el viernes pasado. Entre ellos figuran República Checa, Hungría, Eslovaquia, Malta, Austria, Rumanía y Letonia, además de los cuatro grandes opositores.

El ministro de Clima de Dinamarca, Lars Aagaard, reconoció tras el encuentro que “siempre ha sido nuestra ambición alcanzar un acuerdo lo antes posible, pero es un objetivo políticamente complejo”. Según explicó, un número suficiente de países prefiere que la decisión se eleve al nivel de los líderes nacionales antes de cerrar las negociaciones.

Un objetivo crucial pero polémico

La propuesta de la Comisión Europea buscaba recortar en un 90 % las emisiones del bloque para 2040, consolidando así la ruta hacia la neutralidad climática en 2050, como marca el Acuerdo de París. Para algunos Estados, sin embargo, el plan resulta demasiado exigente y amenaza con dañar sus economías e industrias, especialmente si obliga a acelerar la retirada de los combustibles fósiles.

Bruselas había introducido cierta flexibilidad, como la posibilidad de compensar emisiones dentro de un sistema europeo de almacenamiento de CO₂ en lugar de recurrir a créditos internacionales. No obstante, esta opción tampoco convenció a gobiernos como el de Hungría o República Checa, que consideran que los costes de una transición rápida son inasumibles.

Francia, inmersa en una profunda crisis política y con un presidente Macron presionado por un parlamento fragmentado, y Alemania, bajo el peso de la industria automovilística, fueron decisivos al sumarse al bloque opositor. “Prefieren ganar tiempo antes que comprometerse con metas más estrictas”, explicó una fuente diplomática.

Escenarios sobre la mesa

El retraso no solo afecta al plan de 2040, sino también al objetivo intermedio de 2035, exigido por la ONU como parte del Acuerdo de París. La presidencia brasileña de la próxima cumbre climática COP30, que se celebrará en noviembre en Belém, ha pedido a todos los firmantes presentar sus planes el 24 de septiembre en Nueva York.

Dinamarca planteó a los países tres alternativas: la más drástica, cancelar también la votación sobre 2035, lo que dejaría a la UE sin propuestas formales ante Naciones Unidas; la segunda, aprobar únicamente la meta de 2035 aunque más debilitada, con una reducción del 66 % en lugar del 72,5 % previsto; y la tercera, llevar a Nueva York una declaración de intenciones con un objetivo provisional que podría revisarse más adelante, cuando se alcance un acuerdo sobre 2040.

Los negociadores daneses insisten en que la meta es “estabilizar el texto” y alcanzar un pacto sobre ambos objetivos “antes de fin de año”.

El bloqueo refleja tensiones internas y temor a la carga política de un recorte neto del 90 %. Un objetivo ambicioso de reducción de emisiones “proporcionaría predictibilidad a empresas e inversores, pero la falta de consenso envía una señal de incertidumbre que puede aumentar la volatilidad del mercado del carbono. Si Europa titubea, los precios y la demanda de derechos de emisión (EU ETS) pueden verse afectados y otros actores se sentirán legitimados para ralentizar sus objetivos. Posponer la fijación de la meta de 2040, enfría el apetito por tecnologías limpias y puede desviar capital hacia regiones con señales más claras,” afirma Marc Falguera, ex CEO de Vertis Environmental Finance en declaraciones a este periódico.

"Para la COP30, Europa debe llegar con una narrativa creíble. La falta de consenso nos obligaría a presentar un “statement of intent” con un rango de reducción para 2035 (66,3‑72,5 %) porque no hemos podido definir la meta de 2040 , lo que socavaría nuestro liderazgo y diluiría la presión sobre otros emisores. La indecisión da munición a quienes cuestionan el Green  Deal. Europa es el continente que más se calienta y afronta riesgos para la seguridad energética, la alimentación y la salud ; llegar divididos a Brasil nos debilita en un momento crucial".

Tensiones internas y liderazgo en duda

La fractura refleja las tensiones crecientes dentro de la UE, donde varios gobiernos tratan de equilibrar las exigencias climáticas con otras prioridades como el gasto en defensa o el apoyo a industrias estratégicas. Diplomáticos europeos exploran fórmulas de compromiso, como ampliar el uso de créditos de carbono externos o vincular el objetivo a otras políticas comunitarias, incluida la tasa al carbono en frontera o la prohibición de vender coches de combustión a partir de 2035.

El riesgo de que Europa llegue dividida a la COP30 preocupa a organizaciones ambientales, que advierten de que la UE podría perder el liderazgo internacional que ha ostentado en la última década. Países como China o Estados Unidos observan de cerca las decisiones europeas antes de ajustar sus propios planes.

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