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La Comisión Europea ha publicado la Comunicación sobre el marco estratégico para la Unión Energética. Más que una “política clarividente en materia de cambio climático”, como indica su título, es una expresión nítida de las resistencias en el seno de la UE para avanzar hacia una economía descarbonizada y orientada a reducir las importaciones energéticas.

Se confirma el acuerdo del Consejo Europeo que rebajó los objetivos de energía y clima para 2030, abandonó la Hoja de ruta para 2050 aprobada en 2011 que incluía objetivos más ambiciosos y dejó plena libertad a los Estados miembros para que cada cual elija el mix energético que quiera. Ahora se trata de definir una Unión Energética con 28 mix diferentes que contente a todos y las contradicciones saltan a la vista:

  1. A la vez que preocupa la elevada dependencia energética de Europa, un 53% y 400.000 millones cada año, la principal medida de seguridad energética es reforzar el gas en el mix energético europeo diversificando las fuentes de aprovisionamiento a través del corredor sureste para importar gas de los países de Asia Central, Azerbaiyán y Turkmenistán y de Argelia. Se va a elaborar una estrategia para aprovechar el potencial de GNL, incluso para importarlo desde EEUU, y se tendrán en cuenta los recursos de gas esquisto.

Se pretende reformular la relación con Rusia, mientras se confirma que seguirá siendo un gran suministrador de Europa y que el gas sigue excluido del marco de sanciones a Rusia por la guerra en el este de Ucrania. Para aumentar la coordinación entre los Estados miembros y la seguridad energética, se habrá de mejorar la transparencia de los contratos comerciales de suministro de gas, algo que en España solo se puede conseguir a través de los tribunales de justicia. Las renovables se contemplan como un complemento para descarbonizar el mix energético.

  1. Se reafirma el objetivo del 10% de capacidad de interconexión para 2020, objetivo que ya se aprobó en 2002, y se estima una inversión de 200.000 millones para los próximos diez años que deberán asumirse en su mayor parte por el sector privado ya que la Comisión solo va a disponer 5.850 millones. Para financiar las interconexiones se espera la ayuda del “fondo Juncker” que invertirá 315.000 millones en los próximos tres años, pero que el 90% deberá ser también inversión privada. Nadie sabe aún cómo se va a atraer tanta inversión privada y, de momento, no pasa de ser un ejercicio de ingeniería financiera. En el caso de España las grandes energéticas han trasladado el grueso de sus inversiones al extranjero, principalmente Latinoamérica y EEUU, por lo que permanece la duda de cómo y quién pagará las interconexiones.
Javier García Breva.
Javier García Breva.
  1. La Comisión propone un nuevo perfil de consumidor que participe activamente en la gestión de la demanda a través del autoconsumo, el balance neto, el contador y redes inteligentes y que pueda elegir libremente la energía que quiera consumir. El acceso a las empresas de servicios energéticos y a las tecnologías inteligentes son medidas de protección al consumidor. La eficiencia energética se declara como una fuente más de energía que debe competir en igualdad de condiciones con las fuentes de generación y se valora su impacto en el crecimiento económico y la creación de empleo. El 75% de los edificios europeos es ineficiente y el principal objetivo de la eficiencia energética de los edificios es la reducción del consumo de gas en las calefacciones. El 94% del transporte consume petróleo, por eso se propone un cambio modal orientado al ferrocarril y la electromovilidad.

La eficiencia energética es el único instrumento de Bruselas para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, por eso sorprende la falta de exigencia a los Estados miembros para que cumplan las directivas de eficiencia energética o para diseñar una fiscalidad europea como señal de precio que incentive el ahorro de energía. Aunque los fondos europeos para el periodo 2014-2020 han dispuesto importantes recursos a eficiencia energética, el carácter indicativo de los objetivos para los Estados miembros les resta eficacia, como se puede comprobar en la reforma energética española que no coincide con ninguna de las propuestas de la Comisión.

  1. Europa pretende avanzar en la descarbonización de su economía y para ello propone convertirse en líder mundial en renovables, pero sin revisar los objetivos de renovables ni establecer objetivos vinculantes para los Estados. A pesar de que la Comisión Europea dispone de informes que afirman que las renovables podrían suministrar el 60% de la electricidad de Europa en 2030, se conforma con un mediocre objetivo del 27% y sin olvidarse de “los combustibles fósiles menos contaminantes”, el gas esquisto, la captura y almacenamiento de CO2 y las nucleares. Es la peor señal para futuras inversiones renovables y el mayor estímulo a seguir consumiendo gas y petróleo.

Grecia y Ucrania han saturado la capacidad de las instituciones europeas y han mostrado al mundo la pérdida de relevancia internacional de la UE, como ha declarado la Cámara de los Lores británicos. La única propuesta realmente europeísta de la Comunicación de Bruselas es el impulso a una diplomacia y una política exterior energética de la UE. Lástima que llegue muy tarde y solo como respuesta a Putin, auténtico inspirador de esta Unión Energética.

El esfuerzo de Juncker por contentar a todos y no aclarar cuál va a ser el rumbo cierto de la estrategia europea de clima y energía sume la Unión Energética en un cúmulo de ambigüedades y contradicciones que la convierten en un freno a la transición energética que Europa lideró la pasada década.

La energía es otra demostración de la debilidad de la UE mientras carezca de una gobernanza fuerte y cada Estado miembro pueda decidir lo que quiera. ¿Pero alguien piensa en un sector gasista europeo que haga transparentes sus negociaciones y contratos comerciales de aprovisionamiento de gas? ¿De verdad se puede descarbonizar la economía con gas esquisto?

La Comunicación de la Unión Energética no es un ejemplo de liderazgo europeo. Beneficia un statu quo que en realidad es mantener el modelo de oferta actual hasta que Putin vuelva a mover ficha. Solo cabe esperar que Juncker no se vea obligado en el futuro a hacer sobre la energía la misma autocrítica que ahora ha tenido que hacer por los errores de la política de austeridad impuesta cuando él mismo dirigía la troika.

Javier García Breva es experto en Políticas Energéticas, presidente de N2E y miembro del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía.

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Un comentario

  • fjtch2015

    16/03/2015

    Interesante artículo de Javier.

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