Hasta hace poco, pocos consumidores habían oído hablar de las "restricciones técnicas" dentro del sistema eléctrico español. Sin embargo, este concepto empieza a sonar con más fuerza, sobre todo cuando se trata de entender por qué la factura de la luz sigue subiendo, incluso en un país como España, donde las energías renovables —más baratas— cada vez tienen más peso en el mix energético.
Lejos de ser un tecnicismo sin impacto directo, las restricciones técnicas se han convertido en una pieza clave del complejo engranaje que determina el precio final de la electricidad que pagamos en casa.
¿Qué son?
Para comprender este fenómeno, es necesario observar cómo está diseñado el sistema eléctrico. La electricidad, por su naturaleza, no se puede almacenar fácilmente —aunque eso está empezando a cambiar—, por lo que en cada instante la generación debe igualar a la demanda. Cuando esto no sucede —ya sea por un exceso de producción solar al mediodía o por un pico inesperado de consumo al anochecer— entran en juego los llamados servicios de ajuste.
Las “restricciones técnicas” son precisamente uno de esos mecanismos de ajuste. Su objetivo es garantizar la estabilidad del sistema cuando se dan condiciones complejas. Pero mantener ese equilibrio tiene un precio: hay que pagar a determinadas plantas eléctricas para que produzcan más o menos energía, según las necesidades del momento, y muchas veces esos pagos se realizan a precios superiores a los del mercado eléctrico mayorista.
En esencia, las restricciones técnicas son limitaciones que impiden que la red eléctrica funcione de manera óptima. Pueden deberse a múltiples factores: congestión en las líneas de transporte, exceso de generación renovable en momentos de baja demanda, o desequilibrios entre los puntos de producción y los de consumo. Su gestión recae sobre Red Eléctrica de España (REE), que utiliza herramientas específicas para mantener la calidad, la seguridad y la estabilidad del suministro eléctrico.
Como explica Joaquín Giráldez, socio cofundador de Ingebau, “las restricciones técnicas hacen que la casación —esa operación matemática que decide qué energía entra al sistema— cumpla también con las leyes físicas. Es decir, que la electricidad circule por donde realmente puede, no solo por donde sería más barato que lo hiciera”. Y añade que "cuando migramos a un modelo basado en generación distribuida con renovables, nos damos cuenta de que las redes no están preparadas. O invertimos más en infraestructuras, o asumimos esos costes. Y, como casi siempre, lo acaba pagando el consumidor”.
Impacto en la factura
Resolver estas limitaciones no es barato. Para evitar colapsos o cortes de suministro, REE se ve obligada, en muchas ocasiones, a recurrir a tecnologías más caras y gestionables, como las centrales de gas o hidroeléctricas. “En momentos con mucha producción no gestionable —como la solar o la eólica— y poca demanda, es necesario activar centrales térmicas, que cobran un precio más alto porque no compiten en el mercado diario, sino que se activan para resolver desequilibrios”, explica Javier Colón, CEO de la consultora Neuroenergía.
Estos costes adicionales se trasladan al consumidor final. En las tarifas reguladas o indexadas al mercado, el precio horario de la electricidad ya incluye estos servicios de ajuste. En las tarifas de precio fijo, las comercializadoras estiman cuánto costarán las restricciones técnicas durante el año y lo incorporan a sus ofertas. En ambos casos, el resultado es el mismo: la factura se encarece.
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07/04/2025