Dice el refrán que cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Así, que viendo el actual panorama energético, esto se ha convertido en un sálvese quien pueda, o como decían los antiguos, tonto el último.
"Es la guerra", que decía Groucho Marx, y tanto. La guerra entre Rusia y Ucrania ha dado la vuelta a todo lo que conocíamos como geoestrategia energética, al menos en Europa. Rusia, el mayor exportador de combustibles fósiles hacia el Viejo Continente es el enemigo a batir.
Entran las dudas. La megadependencia de Europa del grifo del oro negro del Kremlin crea una incertidumbre sin parangón. Putin y su Gazprom juegan al ratón y al gato con los europeos. Hasta ahora. Se acabó. Primero Europa anuncia que sancionará el petróleo, y que luego irá el gas. Entonces Putin decide actuar y Rusia corta el grifo. El juego consiste en estirar la cuerda con su antiguo aliado Alemania hasta tal punto que arrastre a Europa a una nueva crisis económica.
Y todo esto, ¿hasta dónde puede llegar? Ya se están dando en el mundo algunos avisos o señales. Ha habido problemas de seguridad de suministro en algunos lugares del planeta. Es el gran concepto que todo el mundo daba por hecho y que está colocando a cada uno en su sitio en este nuevo rol geoestratégico.
Ahora la Agencia Internacional de la Energía (AIE) avisa a Europa de que puede haber problemas de suministro de combustibles en los próximos meses. Y claro echa la culpa a Putin. Pero Europa tiene un gran problema. Sin Rusia es prácticamente imposible poder conseguir el gas suficiente para almacenar el 80% necesario para poder pasar el invierno sin problemas.
Corte de suministro de gas
Putin lo sabe y ordena cortar parte del suministro a sus exsocios europeos. Antes de que llenen sus tanques, estiro la cuerda. Los precios vuelven a subir. Gasolinas en máximos, el gas de nuevo por las nubes en Europa. Y la sombra del racionamiento energético cada vez más cerca.
La situación no es la misma en Europa Central que en España o Italia, por ejemplo. Es más probable que estas circunstancias de racionamiento se den en países como Alemania, Austria, República Checa, Bulgaria, etc. Su dependencia es mayor del gas ruso y ahora ven que ya no les llega prácticamente gas desde los Urales.
Los niveles de almacenamiento ya estaban en unos niveles aceptables, rondando el 55%, pero ahora necesitará Europa hacer más esfuerzos en traerse GNL.
Todo ello lo primero que trae es una subida de precios que ya se está viviendo en los mercados. El gas está en 130 €/MWh. Si esto siguiera así (es probable que siga subiendo), Europa podría establecer un tope al gas en toda la UE. Está en juego pasar el próximo invierno.
Esta subida de precios genera mayor inflación, provocará la subida de tipos ya esperada por todos, y tensará aún más todos los mercados. Desde el grano para la alimentación hasta las gasolinas.
El siguiente paso es que si hubiese problemas de suministro, la industria sería la primera en sufrir las consecuencias. Con lo que ello conlleva. Paros, destrucción económica, desempleo, en definitiva, un desastre. Y lo último, sería cortar el suministro a la población porque no hay suficiente.
Estar en 2022 con este gravísimo problema le hace a uno preguntarse muchas cosas. Pero sobre todo, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Tengan seguro que dentro de muy pocos días o semanas se comenzarán a enviar mensajes desde los distintos gobiernos de la UE que por favor consuman la energía imprescindible, que no derrochen energía. Y yo, sólo les puedo decir, que les hagan caso.
No tener energía en invierno sería el mayor fracaso de Europa como sociedad. Y que suceda en 2022 con todo lo que hay al alcance se podría decir que es vergonzoso que pase algo así. Pero ya no es tiempo de lamentos. Sino de tomarse las cosas en serio y actuar lo más rápido posible. Por el bien de todos los europeos. Están en juego muchas vidas.
Un análisis de Ramón Roca, director de El Periódico de la Energía.
Miguel
24/06/2022