En este contexto, y como está sucediendo en otros sectores de la economía, no sería de extrañar que emergieran nuevos modelos de negocio todavía por explorar, los cuales podrían convertirse en un “cisne negro” para las compañías del sector en el segmento minorista.
La mayoría de compañías del sector se están cuestionando la validez de sus modelos de negocio y la realidad es que no todas coinciden a la hora establecer una hoja de ruta para el futuro, pero si hay un “camino” en el que todas parecen converger: es ante este entorno de máxima incertidumbre donde la eficiencia y la productividad se convierten en elementos imprescindibles. Se trata de cuestiones recurrentes que no siempre tienen una connotación positiva, pero sin las que las grandes compañías energéticas españolas no habrían alcanzado el nivel donde se encuentran actualmente.
El papel de los Centros Corporativos
Llegados a este punto, una de las primeras reflexiones que deben afrontar las compañías energéticas es la de replantear el papel de sus actuales Centros Corporativos y evolucionarlos hacía unidades más dinámicas, flexibles y con alto valor para el futuro modelo de negocio. Esta transformación presenta obstáculos y dificultades que hacen que el camino hacia su implantación no sea fácil ni en muchos casos exitosa, pero en todo caso necesaria para las empresas que quieran incrementar su valor de cara a clientes, accionistas y empleados.
Y una vez evidenciado lo imprescindible del cambio, nos debemos plantear ¿sobre qué aspectos debería pivotar esta transformación?, ¿cuáles son los principales riesgos a los que nos enfrentamos? Desde nuestra experiencia, hay una serie de aspectos clave que deberán tenerse en cuenta durante el proceso de cambio:
Primero, el Centro Corporativo como conocedor del negocio. En su evolución, las corporaciones han crecido en volumen de servicios, pero no todos aportan valor para el negocio. La correcta identificación de qué servicios deben ser facilitados por los centros corporativos y cómo quiero que se relacionen con las unidades de negocio es fundamental. De esa forma, el Centro se convertirá en un importante referente en la aportación de servicios que realmente aporten valor.
Segundo, la corporación tiene que tener una clara vocación de servicio al cliente. Las unidades de negocio generalmente perciben falta de orientación al cliente y una alta burocracia por parte de los Centros Corporativos, percepción que subyace de una mala calidad del servicio. La corporación debería ser vista como un colaborador útil, predispuesto y flexible que proporciona valor al negocio. Por lo tanto, la Corporación ha de articular tecnológicamente todos sus procesos de forma que se cree una interrelación ágil con las unidades de negocio, lo que facilitará la entrega de un servicio y asesoramiento de calidad.
Por último, el Centro Corporativo como generador de innovación. No debe entenderse a la corporación como un lugar “de retiro”, muy al contrario, el Centro debe buscar y potenciar el talento, haciendo de dicho talento el motor para generar ideas y proyectos innovadores de carácter global que contribuyan al desarrollo del negocio. Para ello, se requiere diseñar corporaciones con entornos de trabajo más virtuales, dinámicos y con una clara orientación a proyectos, que permitan la innovación tanto del negocio como de sus propios servicios.
Es evidente que el reto al que se enfrentan las compañías energéticas no es fácil, y la senda no está exenta de riesgos y problemas. Uno de los principales es la identificación de las personas clave dentro de la organización, involucrarlas en el proceso y convertirlas en catalizadores internos de la transformación.
La construcción de un Centro Corporativo con conocimiento, vocación de servicio y capacidad para innovar maximizará su figura de cara al negocio, a los accionistas y a los empleados, haciendo de la Corporación un centro de excelencia cuya aportación de valor se sitúe muy por encima del coste que supone para las compañías.
_Jorge Jiménez es director del área de Energía de Axis Corporate _
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