El gasoducto Trans Adriatic Pipeline (TAP), el PCI Eastern Mediterranean Gas Pipeline (East Med), los NordStream 2, 3 y 4, el Nabuco, el Transcarpiano, el Southern Gas Corridor, el Balticonnector… Las megainfraestructuras que se proyectan para traer más gas a los países europeos desde terceros países productores ya están dibujadas sobre la mesa y muchas de ellas dicen que cuentan con la financiación y el inicio de sus obras, pero ¿son todas ellas necesarias?
“Hay muchos proyectos pero pocos de ellos se harán, aunque a día de hoy se puede observar que unos tienen más perspectivas de éxito que otros”, explica a este diario Gonzalo Escribano, investigador principal y director del Programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano, “en realidad muchas veces se utilizan los gasoductos para avanzar en las negociaciones de geoestrategia que les interesa a los países, pero no tiene ningún sentido tantos proyectos porque no solo no hay tanto gas para tanto tubo, tampoco hay tanta demanda en Europa y además ningún banco lo va a financiar”.
Precisamente coincide con el ‘lobby’ de gas europeo, el ENTSOG, la Red Europea de Operadores de Sistemas de Transmisión de Gas (ENTSOG), pero la cantidad ingente de proyectos gasísticos lo ven como una ventaja, “Europa debería permitir que los diferentes proyectos de infraestructura compitan entre ellos por los clientes y por una cuota de mercado. Por ejemplo, los suministros de Nord Stream 2 podrán compensar la caída de la producción de gas en el noroeste de Europa con los terminales de regasificación en esta parte de Europa, ofreciendo una alternativa viable y competitiva a otros suministros de gasoductos. Del mismo modo, la competencia del Southern Gas Corridor con proveedores tradicionales en el sudoeste de Europa traerá beneficios adicionales para los consumidores de la región”.
La realidad es que como consecuencia de las políticas de energías renovables y de eficiencia energética, la demanda de gas en la Unión Europea ha caído un 13% respecto a 2010, a la vez que más del 75% de las infraestructuras de GNL existentes están infrautilizadas, según el informe “Atrapados por el Gas” de Corporate Europe Observatory (CEO).
Pero la postura europea es la de aumentar las interconexiones y garantizar la seguridad de suministro. Por eso, en el pasado mes de octubre Bruselas aprobó una partida de 187,5 millones de euros que se destinarán para construir la primera interconexión de gas entre Estonia y Finlandia, conocida como ‘Balticonnector‘ para poner fin a la dependencia de Finlandia de un único proveedor y otros 18,6 millones financiarán el refuerzo de la interconexión entre Estonia y Letonia que mejorará el acceso al almacenamiento de gas en Letonia. También destinará 243.250 millones de euros para otro estudio sobre la interconexión de gas en Nea Nea Messimvria en Grecia, que conectaría el sistema de transmisión de gas natural griego al gasoducto transadriático TAP para traer gas del mar Caspio, y financiará con otros 3,5 millones un estudio sobre el proyecto de gasoducto del Corredor del Sur entre la UE, Turkemenistán y Azerbaiyán, a través de Georgia y Turquía, para traer gas del Caspio.
“Uno de los proyectos de los que más se habló en el pasado fue el Nabuco, que iba a permitir duplicar la capacidad hasta los 60-80 bcm y el gas viajaría por Turquía, Asia central, Irán y Egipto, pero evidentemente con la situación de crisis que se vive en esos países quién va a financiar semejante infraestructuras”, añade Escribano, “un caso que es idéntico al Transcaspiano, que sigue dando la cantinela a la Unión Europea pero que posiciona las relaciones del Viejo Continente con Rusia e Irán”.
El Gasoducto Trans-Caspio es un proyecto de un gasoducto submarino entre Turkmenistán y Azerbaiyán. Aunque hay muchas alternativas propuestas, quiere transportar gas natural a la Unión Europea, evitando tanto a Rusia como a Irán. También se considera como una extensión natural hacia el este del Corredor Sur de Gas. “Y no son los únicos, también hay otros proyectos como el gasoducto que proyectan los argelinos para traer gas de Nigeria a Europa, cuando este país no tiene tanto gas como para que sea rentable tanta inversión”, explica el experto en geoestrategia y energía, “o el East Med, que tampoco tiene sentido, nadie lo va a financiar porque se trata de un tubo offshore que no es un producto bancable”.
El proyecto del oleoducto del Mediterráneo Oriental (EastMed) se basa en un gasoducto de gas natural submarino y en tierra, que conectaría directamente los recursos del este del Mediterráneo con Grecia a través de Chipre y Creta.
Y por último, el polémico Nord Stream 2, que está paralizado por la guerra oculta entre el eje EEUU-Polonia y Alemania-Rusia. Esta infraestructura, un proyecto de 1.200 kilómetros, recorre el fondo marino del Báltico y pasa por territorios de otros países europeos, como Suecia o Dinamarca, que tienen en sus manos dar el visto bueno o no con sus declaraciones de impacto ambiental.
Caso español
España, a diferencia de otras interconexiones gasísticas, está de suerte. Por fin tienen luz verde de Bruselas para ampliarse. Hace un par de semanas, la Comisión Europea anunció la incorporación de dos interconexiones gasísticas de España con Francia y Portugal en su lista de proyectos prioritarios. Según el informe de Enagás,“Regulación europea en desarrollo y en fase de implementación”, en el Plan de Desarrollo (ENTSOG Ten-Year Network Development Plan) se incluyen tres gasoductos internacionales.
Se trata del STEP, con un gasoducto entre Hostalrich que se una a Figueras y Figueras con la frontera Francesa; el MidCat cuyas infraestructuras ya están incluidas en STEP, y que supondrá la duplicación del gasoducto de Castelnou con Villar de Arnedo y la triplicación de Tivissa con Arbós; y una tercera red con Portugal, que incluye una primera fase del gasoducto Zamora con la frontera portuguesa.