5 comentarios publicados El 28 de abril, entre las 12:30 y las 12:35, la red eléctrica española colapsó. El suministro cayó en amplias zonas de España, Portugal y el suroeste francés. Sin previo aviso, se detuvieron trenes, se apagaron semáforos, cesó la actividad en hospitales, industrias, hogares y oficinas. Lo que parecía impensable en un sistema moderno, respaldado por tecnologías avanzadas y una transición energética en marcha, ocurrió. Y el país entero se preguntó: ¿cómo pudo pasar? Y, sobre todo, ¿qué hay que hacer para que no se repita?.
Lo cierto es que el colapso no sorprendió a quienes llevan tiempo advirtiendo sobre la fragilidad del modelo: el modelo eléctrico necesita una transformación profunda, no solo técnica, sino también regulatoria, burocrática y estructural. Julio Balana, miembro de la Comisión de Energía del Consejo General de Ingenieros Industriales, lo resume sin rodeos: “Esto no nos ha pillado desprevenidos. Red Eléctrica ya venía advirtiendo del riesgo en sus informes, pero no se valoró adecuadamente. Lo que nunca podía pasar, ha pasado”.
Generación síncrona
Según los datos recabados, el sistema eléctrico entró en crisis por una concatenación de eventos críticos. La energía hidráulica, que equilibraba la red en ese momento, agotó su margen de maniobra. Se produjo un fuerte incremento en la generación eólica y solar, y Francia interrumpió sus importaciones desde España, agravando el desequilibrio. Las centrales nucleares, operando a media carga, se desconectaron por protocolo ante una señal de sobrecarga. Y la fotovoltaica, que producía 18.000 MW, se desplomó de golpe a 8.000 MW sin explicación climática.
“La clave está en la sincronización”, explica Guillermo Sánchez León, investigador del Instituto Universitario de Física Fundamental y Matemáticas. “Cuando las fuentes no están perfectamente coordinadas a la frecuencia estándar de 50 hercios, cualquier variación desencadena oscilaciones incontrolables. Y en ese momento no había una base estable que garantizara esa coordinación” suma.
Uno de los conceptos más repetidos entre los expertos, en busca de explicaciones, es la falta de generación síncrona, es decir, aquella capaz de proporcionar “inercia” —capacidad de resistir perturbaciones y mantener la frecuencia estable— al sistema. Las tecnologías solares y eólicas actuales, al estar conectadas por electrónica de potencia, no ofrecen esa estabilidad. Si se produce una perturbación, como fue el caso, se desconectan automáticamente, amplificando la caída.
“Las nucleares, los ciclos combinados y las centrales hidráulicas son fundamentales para la estabilidad. Y no solo eso: también nos dan independencia energética, descarbonización y competitividad” afirma Javier Colón, CEO de Neuro Energía.
A pesar de esto, cabe destacar que las energías limpias no son el problema. “Las renovables no causaron el apagón. De hecho, ayudaron a restablecer el sistema” han señalado desde Fundación Renovables. De hecho, en 2024, más de la mitad de la electricidad se generó con fuentes limpias. Y el 16 de abril de 2025 se alcanzó, por unas horas, el 100% renovable. Es un logro histórico. Pero también una señal de que el modelo necesita adaptarse a esta nueva realidad: una red diseñada para energías fósiles necesita ser rediseñada para un mix más renovable, intermitente y distribuido.
Soluciones
Los expertos coinciden en que no hay una solución única, sino un paquete integral de medidas técnicas, regulatorias y de planificación a corto, medio y largo plazo. Estas son algunas de las principales:
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Invertir en redes: Modernizar y reforzar la red de transporte y distribución es esencial. "Cuanto más robusta e interconectada esté la red, más resiliente será ante eventos inesperados”, señala Balana. Las interconexiones con Francia, como las previstas en Navarra y Aragón pero relegadas en la última planificación, deben retomarse de forma urgente. “España no puede seguir funcionando como una isla eléctrica”, añade.
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Almacenamiento energético: Tanto las centrales de bombeo como las baterías son esenciales para gestionar excedentes y garantizar suministro en momentos críticos. “Hay que aumentar la capacidad de almacenamiento drásticamente. Sin eso, el sistema será inestable, caro e ineficiente” resume Marcos J. Lacruz, presidente de AVAESEN.
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Desarrollar inercia sintética: Mediante tecnologías de almacenamiento avanzadas y electrónica de potencia especializada, es posible emular la estabilidad que hoy ofrecen los generadores síncronos. Pero estas tecnologías aún no están lo suficientemente implantadas.
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Agilizar la burocracia: Los trámites para la conexión de nuevas instalaciones, tanto de generación como de almacenamiento o interconexión, siguen siendo excesivamente lentos.
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Revisión de los protocolos operativos: Balana insiste en que es necesario modificar los requisitos técnicos de los generadores renovables. “La fotovoltaica no puede desconectarse a la mínima variación de tensión. Necesitamos que soporten mejor las contingencias del sistema” explica.
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Demanda eléctrica más estructurada: El auge renovable ha disparado la oferta, pero la demanda no ha crecido al mismo ritmo. Esto genera desequilibrios difíciles de gestionar. Atraer grandes consumidores, como centros de datos o industrias electrointensivas, podría ayudar a equilibrar el sistema y justificar la operación continua de centrales de respaldo.
Advertencia
¿Puede volver a pasar? Sí, sobre todo si no se actúa con rapidez. El sistema eléctrico está sometido a una presión creciente: más fuentes renovables, más autoconsumo, más coches eléctricos, más centros de datos… Todo eso exige más estabilidad y más flexibilidad.
Los algoritmos de gestión, como el PSSE (Power System Simulation for Engineering) que usa REE, deben actualizarse. Los escenarios de riesgo y las simulaciones deben contemplar configuraciones críticas como la del 28 de abril. “Hay que endurecer los criterios técnicos y actualizar los modelos dinámicos del sistema”, pide Balana.
Además, el crecimiento del autoconsumo y la inyección de excedentes por parte de hogares y pequeños productores plantea nuevos desafíos para la gestión de flujos bidireccionales en la red, algo para lo que muchas infraestructuras no están preparadas.
El caso español es una advertencia para toda Europa. La integración de los mercados eléctricos, como MIBEL (España y Portugal) o NordPool (países nórdicos), apunta hacia un sistema más coordinado. Pero la escasa interconexión física de la península ibérica sigue siendo un punto débil. “Si hubiera existido una mejor conexión con Europa, quizás podríamos haber importado energía para frenar el colapso”, reflexiona Balana.
La Agencia Internacional de la Energía lo dice sin rodeos: los gobiernos deben tomarse en serio la inversión en redes eléctricas. Y no se trata solo de prevenir apagones: una red moderna permitirá una transición energética más rápida, más eficiente y más justa.
galan
30/04/2025