En los últimos tiempos se han desatado fuertes polémicas a cuenta de las diferentes concepciones que se tienen acerca de la solidaridad interterritorial entre las diferentes Comunidades Autónomas que hoy en día componen España, reflejadas en aspectos tan dispares como la inmigración o la financiación de los diferentes territorios y de todos en general.
Siguiendo el refrán de “Zapatero a tus zapatos” no voy a entrar en dichos temas, y como mis zapatos son los temas energéticos, me gustaría exponer una visión “solidaria” de la generación y consumo eléctricos entre las diferentes regiones españolas.
La energía eléctrica se produce mediante muy diversas centrales: hidráulicas, nucleares, de ciclo combinado (gas), eólicas, fotovoltaicas, cogeneraciones… que cada vez están más repartidas por todo el territorio. Dicha energía se vierte a unas redes eléctricas de distribución y transporte que la llevan hasta los lugares donde ésta es consumida.
Poniendo un símil, el sistema eléctrico español funciona como un enorme embalse de agua en la que hay diferentes afluentes que aportan líquido al mismo y mantienen el nivel deseado y múltiples canales de salida que se emplean para cubrir diversas necesidades.
Según la información de Red Eléctrica de España (REE) de 2023, ha habido CCAA que han sido generadoras netas de energía eléctrica y otras que han sido consumidoras. Si descontamos los flujos a través de las conexiones internacionales, donde se producen importaciones y exportaciones desde y a otros países, podemos obtener una foto de dichos flujos netos de electricidad entre las diferentes comunidades.
De acuerdo a dicho criterio habría 8 comunidades productoras de electricidad entre las que destaca sin lugar a dudas, Extremadura, que merced a su gran parque de generación y su baja demanda, cede casi toda la energía que produce. La seguirían Galicia, que trasfiere un 163% más que la electricidad que ella misma consume, Castilla La Mancha (147%), Aragón (138%), Castilla y León (116%), Navarra (53%) y La Rioja (42%).
Y en el otro lado encontramos a 7 comunidades consumidoras netas de electricidad. En el primer lugar de las mismas encontramos, destacada, a la Comunidad de Madrid, que solo genera el 3,5% de la energía eléctrica que consume, seguida del País Vasco, que se abastece en un 40%, Cantabria un 46%, Valencia un 67%, Baleares un 76%, Cataluña un 85% y Andalucía cerca de conseguir el autoabastecimiento con un 91%. Murcia, que genera el 98% de su electricidad y Canarias, Ceuta y Melilla por su carácter de sistemas aislados, son neutras en este “ranking”.
Si situamos en un plano dichas comunidades vemos una clara diferenciación, en donde las “importadoras” están en la costa mediterránea, Madrid, País Vasco y Cantabria y las exportadoras las encontramos en la España interior y vaciada (de población, que no de centrales, claro).
La generación total en las comunidades “exportadoras” es un 37% mayor que la de las “importadoras” , debido principalmente a la producción de renovables ya que por cada MWh renovable que generan estas últimas, las primeras producen 3.
Y es que en dichas comunidades “exportadoras” a pesar de que entre ellas figuran 3 centrales nucleares (Almaraz I y II en Cáceres y Trillo en Guadalajara), la mayor parte de la electricidad producida proviene de fuentes renovables, siendo su producción 4 veces mayor que la procedente de las mencionadas centrales.
En el lado de las comunidades “importadoras”, la energía producida mediante renovables es mucho menor y prácticamente igual que la de las 4 centrales nucleares ubicadas en sus territorios (Ascó I y II y Vandellós en Tarragona y Cofrentes en Valencia). Paradigmático es el caso de Cataluña, donde el 58% de la generación en 2023 ha sido de origen nuclear y de Valencia donde representa el 44%.
Con el cierre programado (a fecha de hoy) de centrales nucleares desde 2027 a 2035 y si no cambia radicalmente la tendencia de instalación de renovables por territorios, esta diferencia entre comunidades de un tipo y otro tiene visos de acentuarse.
Actualmente los peajes que paga una empresa por el uso de las redes eléctricas dependen únicamente del nivel de tensión al que se conecta. Es decir, no se tiene en cuenta si el consumidor y el productor están separados 10 ó 500 km, de acuerdo a un principio de igualdad, independiente de la ubicación geográfica.
Todo esto tiene su importancia, ya que al igual que hay comunidades que consideran que su aportación al estado es mayor que la de sus vecinas en determinados aspectos (económicos principalmente), también en este caso las comunidades en las que se ubican las centrales perciben que son ellas las que soportan las cargas (embalses, ocupación del territorio, degradación paisajística…) y otras las que se benefician del uso de esa electricidad. Pero en esto, como en todo, caben soluciones específicas que palien dicha “desigualdad”, como algunas que ya se están aplicando en algunas comunidades (como impuestos a la generación) u otros, menos inmediatos, pero de mayor valor añadido como pueden ser peajes reducidos a las empresas que se instalen cerca de la generación u otros incentivos que faciliten dicha cercanía.
Es decir, no hace falta romper el sistema sino matizarlo. ¿Nos podemos imaginar que las comunidades “exportadoras” decidieran que se abren los interruptores de las líneas en las fronteras y que su electricidad es suya y solo suya?
Los electrones, una vez generados por las centrales y vertidos a la red eléctrica son todos iguales y solo entienden (hasta ahora) de voltajes y resistencias de los conductores por los que circulan y discurren “solidarios” hasta donde son necesarios, independientemente de donde hayan sido producidos.
Puede que se tenga que tomar ejemplo de estos pequeños electrones en otros polémicos aspectos de hoy en día.
Julio Balana es experto en Mercados energéticos del Consejo General de Colegios de Ingenieros Industriales
David B
27/09/2024