Ningún comentario El crecimiento acelerado de las energías renovables, la electrificación de la movilidad, el auge de las industrias de nueva generación y la expansión de los centros de datos están llevando la red eléctrica española al límite de su capacidad. Sin embargo, más allá de los retos industriales y de digitalización, la modernización de la red es también determinante para la vida cotidiana: la energía no solo impulsa la conectividad y el crecimiento económico a través de la competitividad de la industria, sino que es fundamental para resolver problemas estructurales tan críticos como el acceso a una vivienda digna, sostenible y eficiente.
La red eléctrica es, en esencia, la columna vertebral sobre la que se sostiene el desarrollo de España. Por eso, el Plan de Desarrollo de la Red Eléctrica 2030, impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica, es un primer paso en la dirección correcta. Con una inversión prevista de 13.590 millones de euros, plantea reforzar el 21% de la red existente y desplegar nuevos ejes estratégicos de transporte eléctrico. Es una apuesta fundamental: sin una red robusta y moderna, la transición energética puede estancarse, lo que pondría en peligro la aspiración de España de consolidarse como un ‘hub’ renovable europeo, clave para atraer inversiones y acelerar la digitalización.
El verdadero desafío, sin embargo, consiste en que esa modernización se materialice a tiempo. Los grandes proyectos de refuerzo y ampliación de la red suelen demorarse hasta décadas en su tránsito de los planos a la realidad o, peor aún, quedar estancados, frenados por complejos trámites administrativos, la falta de consenso local y la lentitud en las autorizaciones... En los últimos años, la oposición pública a proyectos de transmisión en España ha frenado la creación de enlaces que ayudarían a la integración de más fuentes renovables y, a vez, harían la red eléctrica española más robusta.
Faltan interconexiones
Mientras tanto, la demanda energética y la presión sobre las infraestructuras no dejan de crecer, generando un desfase preocupante entre lo necesario y lo disponible. A esto se suma la planificación del cierre de las centrales nucleares, comenzando por la de Almaraz, que podría restar cerca de 7 gigavatios al sistema nacional. Una red eléctrica moderna, digitalizada y bien interconectada sería capaz de compensar parcialmente estas pérdidas, gracias a la integración de más energía renovable y a una mayor conexión con el mercado eléctrico europeo.
Aquí radica otra de las grandes asignaturas pendientes de España: las interconexiones internacionales. Actualmente, nuestro país cuenta con un escaso 3% de capacidad de interconexión eléctrica con el resto de Europa, muy lejos del 15% fijado como objetivo por la propia Unión Europea. Esta limitación convierte a España en una isla energética, restringe la seguridad de suministro y desaprovecha el gran potencial renovable nacional. En los momentos de producción pico no hay capacidad suficiente para exportar el excedente, y cuando la producción baja, las opciones de importar energía son limitadas.
La buena noticia es que la tecnología actual ya ofrece soluciones concretas para transformar la red española y acelerar este proceso de modernización. En primer lugar, la instalación de cables de alta capacidad en el fondo del mar permite crear nuevas y potentes conexiones, nacionales e internacionales, especialmente aprovechando la extensa línea costera española.
Modernización de la red
Paralelamente, a través del uso de fibra óptica y sensores inteligentes, que monitorizan en tiempo real la temperatura, la carga y el estado de las líneas eléctricas, es posible anticipar sobrecargas, detectar incidencias y prolongar la vida de las infraestructuras, evitando así inversiones innecesarias y optimizando al máximo las redes existentes.
Por último, el soterramiento de líneas eléctricas en áreas sensibles se presenta como una solución efectiva para reducir el impacto visual y social de los grandes corredores energéticos. Bajo una correcta planificación, esta técnica no solo mejora la aceptación ciudadana de los nuevos proyectos estratégicos, sino que también reduce las trabas administrativas y acelera su puesta en marcha.
Todos estos ejemplos demuestran que existen soluciones para acelerar la modernización de la red y que invertir decididamente en estas soluciones no es una opción, sino una necesidad. Las objeciones sobre el elevado coste de las soluciones propuestas omiten un hecho clave: el precio de no invertir. Tras el apagón, España opera con un mix eléctrico más caro y menos limpio, aumentando la generación en centrales de gas. A ello se suma la pérdida de ingresos por las restricciones impuestas a la producción renovable, consecuencia directa de la falta de capacidad para transportar esa energía hasta los consumidores
España destina a inversiones en redes de transmisión proporcionalmente mucho menos que sus vecinos: su esfuerzo per cápita es varias veces inferior al de Alemania —alrededor de cinco veces menos— y casi siete veces menor que el de Países Bajos, lo que evidencia una brecha creciente en la modernización de las redes. Pero no todo son malas noticias, España dispone de tecnologías punteras, de talento y de una ubicación estratégica para liderar este cambio. Ahora, el gran reto es acelerar el ritmo de inversión y desplegar una visión a largo plazo, porque el futuro eléctrico, el de todos, no puede esperar.
Raúl Gil Boronat es director de la división de Prysmian enfocada en Transmisión
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