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José Donoso.
José Donoso.

El resultado de la subasta celebrada este miércoles, es el resultado de un fracaso anunciado. Fracaso de un modelo de un modelo de subasta sin antecedentes a nivel mundial, y que con toda seguridad, nadie replicará en el futuro.

Fracaso porque no hay precedentes en los que en una subasta de estas características se produzca un macroempate de la mayor parte de los oferentes, lo cual revela un error de diseño en el sistema. Error de diseño que pagan los consumidores.

El macroempate nos indica que los agentes hubieran estado dispuestos a hacer ofertas por una cuantía inferior al descuento máximo permitido por el Ministerio de Energía.

Si se hubiera hecho caso a las alegaciones presentadas por UNEF, de eliminar este límite inferior, en lugar de reducirlo el Ministerio lo subió, o a las recomendaciones de la CNMC de utilizar un estándar tipo único, sin discriminación tecnológica, nos encontraríamos hoy ante un escenario completamente diferente, en el que probablemente estaríamos anunciando que se habrían alcanzado precios récord europeos, no solo en una subasta de renovables, sino en cualquier tipo de subasta eléctrica.

Fracaso porque al adjudicar todos los megavatios (MW) a una tecnología, con unos problemas de maduración de la inversión, y por tanto, con mayor rieso de que no se lleven a cabo las instalaciones, unido a las características de algunas de las empresas adjudicatarias, hay serias dudas sobre el hecho de que los 3.000 MW puedan ser conectados a tiempo, y por tanto se pone en riesgo su razón de ser, de contribuir a cumplir los objetivos marcados por la Comisión Europea de un 20% de renovables en el año 2020.

Las cosas se podrían haber hecho bien, aprovechando la abundante experiencia internacional existente, diseñando un sistema de subasta sencillo, eficaz y competitivo, en el cual cada agente interesad ofertara un precio por kWh y el que fuera más competitivo recibiera la remuneración ofertada.

Pero el Gobierno, rehén de sus erróneas decisiones anteriores, prefirió construir un "sistema Frankestein", muy complicado, tratando de emular lo que podía haber sido simple, sencillo y transparente.

Todos esos aparentes esfuerzos por imitar un escenario de competitividad se quedaban en nada cuando se establecía una "cláusula suelo" que impedía a los agentes ejercer su verdadera competitividad. Es bueno, no olvidar que todos los proyectos han ofertado el mismo precio y que los futuros parques eólicos han sido los adjudicatarios solo porque el Ministerio ha establecido una cláusula de desempate que favorecía a esta tecnología sobre la fotovoltaica.

Por si hubiera alguna duda al respecto, el pasado 4 de abril en una sesión de control en el Senado, un mes y medio antes de la subasta, el ministro Nadal ya anunció que la eólica iba a tener "un interesante resultado".

¿Qué pensaría un seguidor del Real Madrid o del Barcelona si antes de un encuentro entre ambos el árbitro del partido anunciara que el equipo contrario iba a tener un "interesante resultado"?

Vistas estas circunstancias, en el futuro próximo la energía fotovoltaica  tendrá que explorar, si quiere crecer, las posibilidades del desarrollo acudiendo directamente al mercado, aunque tenemos un diseño de mercado que viene de los años 80 del siglo pasado basado en costes variables que tiene la energía solar, o los contratos PPA con grandes clientes o clientes institucionales..

Curiosa paradoja, 20 años escuchando la que parecía la eterna pregunta de cuando íbamos a ser competitivos, y ahora que lo somos, no nos dejan ejercer esa competitividad. Y el que pierde es el consumidor.

José Donoso es director general de UNEF.

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