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En España ha sido el mes de septiembre más caliente desde que se hacen estos estudios climatológicos desde 1965, con una temperatura 2,4 ºC por encima de la media y un 29% menos de precipitación.

Y esto ocurre en un año en el que los fenómenos meteorológicos no han dejado de ser noticia. Empezábamos 2018 dejando atrás uno de los períodos de sequía más duros que se recuerda, con una precipitación acumulada casi un 60% inferior al valor normal. Para más tarde entrar en la primavera más lluviosa de la que se tienen registros en España, con un 83% más de lluvias de media y hasta un 200% más de lo normal en muchas zonas. Luego vino el septiembre más caluroso, y se acercó el huracán Leslie tocando España como tormenta tropical con vientos de hasta 100 kilómetros por hora. Y en estos días la gota fría ha sido noticiable por su virulencia. Las lluvias torrenciales de Mallorca trajeron en una tarde la mitad las precipitaciones de todo un otoño en varias poblaciones. Un episodio absolutamente excepcional por su intensidad y duración que dejaba 12 muertes tras de sí.

No todos estos fenómenos son una evidencia del cambio climático -la gota fría es característica del clima mediterráneo, por ejemplo- pero detrás del aumento de las temperaturas y de la tendencia creciente en la ocurrencia de episodios climáticos extremos se encuentra el calentamiento global, con una atribución de más del 90% a las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano.

El conocimiento disponible del clima es más que suficiente para actuar ya en la reducción de emisiones y en la adaptación a los impactos esperados. Y por si no bastara con los hechos, las nuevas proyecciones del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) nos alertan de los riesgos que evitaríamos si mantenemos el calentamiento global en un 1,5ºC de temperatura en comparación con los 2ºC:

  • la elevación del nivel global del mar sería 10 cm inferior en 2100 con un calentamiento global de 1,5 °C en comparación con uno de 2 °C.
  • La probabilidad de que el océano Ártico quedara libre de hielo en verano sería de una vez por siglo con un calentamiento global de 1,5 °C, frente a un mínimo de una vez por decenio con uno de 2 °C.
  • Los arrecifes de coral disminuirían entre un 70% y un 90% con un calentamiento global de 1,5 °C, mientras que prácticamente todos ellos (> 99%) desaparecerían con uno de 2 °C.

Los resultados del informe son contundentes y exigen un reforzamiento de la respuesta de la comunidad internacional para alcanzar emisiones netas cero antes del 2050, de acuerdo las recomendaciones del IPCC. Un mensaje muy potente con el que iniciar la próxima Cumbre del Clima en Katowice (Polonia).

La limitación del calentamiento global daría más margen a las personas y los ecosistemas para adaptarse y permanecer por debajo de unos umbrales de riesgo pertinentes.

Sin embargo, parece que todavía no hemos levantado el pie del acelerador. La Agencia Internacional de la Energía ya ha anunciado que las emisiones de carbono van a aumentar en 2018. La tasa de crecimiento del CO~2~ en la atmósfera se cuadriplicado desde principios de los años 60 a pesar de llevar muchos años de trabajo y negociaciones multilaterales para aplicar un gran acuerdo internacional de lucha contra el cambio climático. Y los combustibles fósiles llevan más de tres décadas manteniéndose en los mismos niveles de cobertura, cerca del 80% de la demanda total de energía, aunque las renovables ya aporten una cuarta parte de la electricidad mundial.

La buena noticia es que la comunidad científica dice que no se puede ni se tiene que dar por perdido. Es posible evitar un cambio climático peligroso aunque ello conllevará un esfuerzo sin precedentes en la reducción de las emisiones globales por encima del 7 % anual. Y lo que nos demuestra este informe es que todo esfuerzo es importante. No es lo mismo medio grado más o menos, para bien y para mal.

También va a ser un desafío colosal para la adaptación y gestión del riesgo climático. Porque volviendo al suceso de las lluvias torrenciales, las precipitaciones extremas no implican necesariamente inundaciones y muertes, la adecuada reordenación del territorio puede evitar la peor cara del cambio climático. Si en España ya se ha identificado que más de 700.000 personas viven en zonas de riesgo de riada, se ha de actuar ya, necesitamos un plan. No esperemos a que los fenómenos atípicos se hagan cada vez serán más habituales. ¿Qué vamos a hacer con las 45.000 viviendas e infraestructuras construidas en zonas inundables? ¿Vamos a aplicar la Ley 10/2001 que obliga a derribar las construcciones que haya en estas zonas como apunta Santiago Martín Barajas? ¿No es hora de reconsiderar la temeraria ampliación en 75 años de las concesiones en primera línea de playa ante la previsible subida del nivel del mar?

El Foro Económico Mundial reconoce el cambio climático como uno de los riesgos globales más graves para la seguridad de las poblaciones (estamos en torno a un promedio de 25 millones de desplazados por desastres ambientales) y representa una amenaza para las mejoras logradas en salud pública en el último medio siglo, según el Informe The Lancet  Countdown. La tardía y lenta respuesta al cambio climático durante los últimos 25 años ha puesto en peligro vidas humanas y los medios de vida para su subsistencia.

A pesar de todo hay razones para la esperanza. Los indicadores demuestran que un número creciente de países está evaluando sus vulnerabilidades al cambio climático, además de desarrollar cada vez más planes de adaptación y preparación para emergencias, y proporcionar información climática a los servicios sanitarios. Más de 200 ciudades de todo el mundo ya han comenzado una evaluación de los riesgos derivados del cambio climático. Y aunque existe mucha incertidumbre respecto al  alcance y la idoneidad de las medidas aplicadas, sí hay ciertos indicadores que muestran una buena evolución. Por ejemplo, se aprecian resultados positivos respecto a los efectos de las temperaturas extremas en nuestro país. Queda mucho por hacer, particularmente en el ámbito de la gente trabajadora en exteriores, pero se está reduciendo la mortalidad asociada a las olas de calor en nuestro país. Por eso ya hay que pensar en el siguiente paso, un plan de prevención antes olas de frío.

Y una última consideración, tenemos que reflexionar sobre los órganos existentes y los medios disponibles para la gestión del conocimiento, la coordinación política y la participación social en la lucha contra el cambio climático. Porque la sociedad civil no va a seguir tolerando las convocatorias testimoniales de un Consejo Nacional del Clima que pasa años sin celebrarse. Que tomen nota.

Begoña María-Tomé, responsable de Cambio Climático del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Comisiones Obreras y patrona de la Fundación Renovables.

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3 comentarios

  • Miguel

    24/10/2018

    Este discurso está muy bien que se lo contaran a los rusos, que pasan de todo y van a seguir consumiendo gas como locos los próximos años. O a los chinos que la mayor parte de la electricidad la generan con carbón o a los americanos que también están dándole al gas y al carbón.
  • Martín

    25/10/2018

    Excelente artículo, felicidades. Solo encuentro un punto raro: cómo es posible que las energías fósiles aporten el 80% de la demanda energética y a la vez las renovables aporten el 25%.
  • Dabama

    26/10/2018

    ¿Y CCOO qué dice ahora del CARBÓN? Porque hasta ayer decía que a quemar más.

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