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He tratado, sin embargo, de mantenerme activo bajo diferentes entornos, público, privado, local, internacional con más o menos éxito. Y heme aquí con una docena de viajes a cuestas a Estambul y Ankara, realizados en el último año y medio, atreviéndome a sugerir a las autoridades turcas qué deberían hacer para devenir un nuevo Estado Miembro de la Unión Europea.

Se dice que uno cae en la melancolía cuando hace esfuerzos continuados en tratar de lograr lo imposible. Debería estar en un estado de semi-inconsciencia y bajo una fuerte carga melancólica si al albur de este proyecto me preguntase si mi labor ha coadyuvado en algo para que Turquía se acercase ni tan solo un poco hacia la calificación de “Accessing Country”, o sea, Estado en proceso de Adhesión a la UE. Pero no. Ni mis reiterados esfuerzos de transferir “acervo comunitario” ni los generosos fondos europeos utilizados para financiar los múltiples proyectos tipo EUIPA (European Union-Instrument Pre Accession) han conmovido lo más mínimo el comportamiento de las autoridades turcas.

El Golpe de Estado de hace un año ha sido el detonante de una serie de decisiones políticas que, valoradas desde varias instituciones europeas como el Parlamento, han desencadenado sugerencias en el sentido de abortar el proceso de adhesión. ¿30 años echados a perder en un proceso infructuoso? Casi con toda seguridad sí, y más teniendo en cuenta las ganas de reconstruir algo parecido al Imperio Otomano que parece desprenderse de las decisiones de la política interior y exterior turca.

Y, sin embargo, el trabajo no ha caído en saco roto. Tratándose de la introducción masiva de energías renovables en el sistema eléctrico turco, el largo proyecto se ha visto sometido a una profunda evaluación de la situación sectorial, ha sido enfrentada a una detallada lista de recomendaciones y finalmente se ha propuesto un diseño sobre la estrategia a seguir para alcanzar una masiva presencia de energías renovables de origen autóctono.

Lo mejor de todo no ha sido el alcanzar los últimos objetivos instituidos en la cabecera del proyecto, esto es devenir un “Member Estate”, sino transferir a las autoridades y “Policy Makers” las mejores prácticas disponibles para planificar, autorizar, invertir, regular, operar y gestionar sus propias fuentes de generación eléctrica de origen renovable y alcanzar así sus compromisos medioambientales como firmantes del COP 21 de París y también ganar competitividad a través de una mejora en su eficiencia en el uso de la energía.

Ignoro si el dinero de los europeos ha sido bien invertido en este proceso dilatado e inconcluso, pero, a buen seguro, los principales “stakeholders” del sector eléctrico turco, su Operador de sistema Eléctrico, TEIAS, su ente regulador independiente, EMRA, su Ministerio tutelar de Energía y Recursos Naturales, MENR, así como el resto de actores, generadores, distribuidores, han compartido experiencias internacionales exitosas y fracasadas y de ellas han aprendido y deducido su mejor estrategia para el futuro.

Hubo un tiempo en el que en el sector eléctrico internacional se compartían experiencias y tecnologías y el estado del arte no tenía un valor estratégico. Con la liberalización, casi todo es secreto al ser considerado su conocimiento una ventaja competitiva para el contrario. Poder pilotar pues una experiencia como la que he referido en este sencillo texto sin limitaciones en la transferencia del conocimiento ha sido para mí una gran oportunidad y, si bien me ratifico en que este debería ser mi gran último proyecto ya que 54 años es tiempo más que suficiente para considerar concluida una vida de trabajo, creo que deberé siempre dejar alguna ventana profesional abierta para poder dejarme sorprender por la realidad.

Jordi Dolader es senior partner de MRC Consultants y presidente del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía.

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