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Cuando en agosto pasado la agencia Reuters reveló las negociaciones abiertas entre Venezuela y Argelia para la importación de crudo ligero, el presidente Nicolás Maduro acusó a la agencia financiera multinacional de orquestar una campaña “para destruir  Venezuela”. Se comprende, por tanto, la perplejidad de  los venezolanos ante la llegada a las costas venezolanas, confirmada por PDVSA, del tanquero Carabobo, con dos millones de barriles procedentes del puerto argelino de Bejala. Más aún cuando ha salido a la luz que se trata solo del primer cargamento de una serie más amplia acordada con los gobiernos de Argelia y Rusia, a la que posteriormente se ha incorporado el gigante chino. Esta situación está desatando una auténtica batalla de opinión pública en Venezuela. La oposición acusa a Maduro de estar destruyendo con su mala gestión política la gran fuente de riqueza nacional. Y ha calificado el 20 de 0ctubre como el “día de la vergüenza nacional para Venezuela”.

La situación se ha agravado hasta tal punto que PDVSA ha hecho público un comunicado para intentar aclarar que se trata solo de un programa de importaciones técnicas para mantener las exportaciones de la franja del Orinoco, renombradas como legado Hugo Chávez,  con unas reservas estimadas en 270.000 millones de barriles de crudo, calificadas en su día como una fuente de riqueza inagotable para Venezuela. Pero los problemas de  PDVSA, que ha recortado su producción, según datos de la propia compañía estatal, un 10% en los últimos cinco años, pasando de 3.012 millones de barriles diarios en 2009 a 2.899 millones en 2013, y la caída de los precios del barril de Brent, superior al 20% en los tres últimos años, está poniendo en serias dificultades financieras al gobierno venezolano. La falta de liquidez y la disminución del caudal de divisas está afectando a los abastecimientos de recursos de primera necesidad para el país, empezando por los alimentos y terminando por la misma gasolina, que escasea en las estaciones de servicio del interior del país y de manera muy notoria en los surtidores de Caracas.

Para medir la gravedad de la situación hay que tener presente que PDVSA es el gran financiador  de los programas de  asistencia social, que son el maná que garantiza los votos del régimen chavista desde el año 2003. De ahí el nerviosismo que se respira estos días en las filas del régimen bolivariano, que está disparando todas las alarmas.

La gestión de PDVSA, en entredicho

Lo cierto es que los últimos acontecimientos han puesto en entredicho la capacidad de planificación y gestión de la industria petrolera venezolana, así como las actuaciones del régimen chavista en relación con la  principal fuente de riqueza del país. PDVSA trata de quitar hierro a la situación, calificando las importaciones de crudo de eventuales y justificándolas por  la parada técnica, por razones de mantenimiento, de las instalaciones de Petrocedeño, dedicadas a refinar los crudos pesados de la franja del Orinoco, que PDVSA gestiona con sus socios  franceses de Total y los noruegos de Statoil. Pero este parón, que durará varios meses, ha sacado a la luz, según los analistas, el verdadero talón de Aquiles de la industria petrolífera venezolana, que carece de la tecnología adecuada para  garantizar un ritmo sostenido en el mejoramiento de sus ingentes reservas de crudo extra-pesado.

En esta situación, la constante desviación de fondos  para la acción populista del Gobierno, drena el flujo de recursos financieros para operaciones del I+D+i y los programas de mantenimiento. Buena prueba de ello es que el volumen de producción de crudo ligero en pozos antiguos  ha caído hasta límites marginales y, como consecuencia del agotamiento de sus producciones de nafta,  Venezuela ha tenido que recurrir a mezclar su producción bituminosa con crudos ligeros procedentes de otros países, que son mucho más caros, para mantener sus exportaciones de productos pesados.

Simultáneamente, otros problemas recientes, como los vertidos de crudo ligero en las costas de Falcón, al noroeste del país, y las dificultades para vender la filial Citgo, han contribuído a agudizar esa imagen de crisis de la industria petrolera venezolana.

Repsol, afectada

La situación generada afecta a Repsol, que en febrero de este año firmó con PDVSA un compromiso para invertir 1.200 millones de dólares ( 875 millones de euros) para elevar un 20%, en cinco años, la producción de Petroquiriquire, en la que participa con un 40%, pasando de 50.000 a 60.000 millones de barriles día de crudo pesado. Pero la compañía rehúye pronunciarse  sobre el tema, hipotecada por ese 10% de su producción que se genera en Venezuela.

Con este mar de fondo, la llamada a consulta a Caracas del embajador venezolano en Madrid, en su último intento de chantaje al Gobierno español, proyecta nuevas sombras sobre las relaciones de los dos países  y los intereses de empresas españolas –Astilleros Vulcano, Iberia. Iberdrola…- que, como Repsol , se enredaron con el régimen chavista  en importantes programas de inversión. Está visto que con Moratinos y Zapatero, Chavez y Maduro se entendían mejor.

_ Miguel Ángel Pérez Marqués es periodista consultor y miembro del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía_

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