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A China, el país más contaminante del mundo, le toca abanderar la Cumbre del Clima

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China, el país más contaminante del mundo, acude a la Cumbre del clima (COP24) que se celebra en Polonia con la medalla de ser también el mayor inversor en energías renovables, aunque con tareas pendientes: la reconversión de su industria pesada, responsable del grueso de sus emisiones nocivas.

Según el observatorio de contaminación Global Carbon Project, China lidera la funesta nómina mundial de países más contaminantes, con 10.151 millones de toneladas de carbono emitidas en el año 2016, lo que supuso casi un tercio del total.

Sin embargo, el director del Instituto de Asuntos Públicos y Medioambientales de China (IPE, por su acrónimo inglés), Ma Jun, cree que esta cifra no seguirá creciendo de manera indefinida y que el pico de emisiones del país asiático llegará antes de lo previsto.

"El consumo de carbón de China se ha estancado desde 2013, más o menos -asegura Ma a Efe-. Antes de eso, en los doce años anteriores, se había triplicado el consumo".

"En 2018, China ha lanzado un plan trienal para intentar ganar la batalla para un cielo azul para finales de 2020. Para lograrlo, sigue esforzándose por controlar el consumo del carbón y tratar de reestructurar la industria pesada, que requiere mucha energía", apunta el experto, que viajará a Polonia para la cumbre climática.

Para Ma, industrias como la textil, la química, la del acero o la del cemento -de las más contaminantes- dependen todavía hoy en exceso del poco eficiente carbón, y su conexión a la red eléctrica aumentaría la eficiencia al tiempo que recortaría la contaminación.

Pero de momento el volumen de energía generado por renovables en China (en torno a un 62 % sigue dependiendo del carbón, según datos de la Academia China de Ingeniería relativos a 2017) no basta para alimentar el insaciable apetito energético de las industrias pesadas chinas.

En el apartado civil, las prohibiciones al uso del carbón como combustible calefactor y su sustitución por el gas, y la clara apuesta por los vehículos eléctricos tanto en el transporte público como en el privado han supuesto una mejora en los cielos chinos, además de una disminución de la cotidiana contaminación acústica.

Además, China ha puesto en marcha este año un nuevo "superministerio", de Ecología y Medio Ambiente, que ha enterrado al limitadísimo departamento de Protección Medioambiental, con competencias duplicadas con los ministerios de Tierras y Recursos Nacionales, Recursos Hídricos y Agricultura, entre otros.

Entre los desafíos más relevantes del nuevo ministerio está controlar el deshielo de sus glaciares, que suponen la fuente de agua de unos 1.800 millones de personas en la región.

El pasado 20 de noviembre, la organización ecologista Greenpeace alertaba de que una quinta parte de estos glaciares ya ha desaparecido, y urgía al país tomar medidas apremiantes para evitar el deshielo.

"A menos que se tomen medidas drásticas para reducir la velocidad del aumento de la temperatura, se prevé que para finales de siglo desaparecerán aproximadamente dos tercios de los glaciares en las altas montañas de Asia", señaló Greenpeace entonces.

Los frentes medioambientales abiertos del Ejecutivo chino son incontables: la contaminación de sus suelos, su aire y su agua, la plantación masiva de árboles para frenar la desertificación en el norte y el oeste del país o la gestión de sus residuos, un tema que comenzó a atacar precisamente hace un año.

Pese a su escasa capacidad de eliminación, desde los años ochenta China se había convertido en el gran vertedero del mundo e importaba anualmente miles de toneladas de "basura extranjera" (desechos sólidos).

A finales de 2017 el Gobierno chino puso en marcha una ley para prohibir la importación de residuos como los plásticos domésticos o el papel sin clasificar y el próximo año ampliará el número de materiales.

Con las plantas de reciclaje deseosas de material, el Ejecutivo ha puesto el foco en los últimos meses en otro punto pendiente: la concienciación social sobre la necesidad de reciclar los recursos domésticos, con numerosos planes en favor del reciclaje.

Y lidera a nivel mundial en otros campos: en la actualidad, China es el mayor inversor y productor de energía renovable y, según la Agencia Internacional de Energía, en los próximos cinco años, el 36 y el 40 % del crecimiento mundial de energía solar y eólica (respectivamente) provendrá del país asiático.

Las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía añaden que, de continuar así la tendencia, China producirá el 55% de su energía de fuentes renovables en 2040.

Mientras tanto, en la calle, el debate fundamental se libra entre quienes apuestan por un desarrollo a cualquier precio y quienes miran más por el medio ambiente, aunque entre los chinos consultados la contaminación parece ser un mal menor y prefieren tener el bolsillo lleno en vez de los pulmones limpios.

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