El presidente de Repsol, Antonio Brufau, ha cuestionado este viernes durante la junta de accionistas de la compañía la prohibición en Europa del 'fracking' mientras se está sustituyendo el gas natural ruso por el procedente de Estados Unidos (EEUU), muy abundante en el país gracias a esta técnica de extracción, que es muy protestada por los principales colectivos en defensa del medioambiente.
"Me entristece ver el contrasentido de las políticas europeas, por ejemplo, en prohibir el 'fracking' en Europa para producir gas a través de la fractura hidráulica, y ahora que algunos se quedan sin el gas ruso, decidimos importar el gas producido con 'fracking' de Estados Unidos. ¿Dónde está la consistencia? ¿Qué bien le estamos haciendo al planeta?", se ha preguntado Brufau en su intervención.
En esa línea, ha reflexionado sobre por qué no se facilita la utilización de esta técnica en el continente cuando se podría disponer de "un gas sin tener que comprarlo a terceros". "No sé por qué razones no queremos entrar en esta mecánica", ha agregado.
EEUU usa el fraking
De hecho, EEUU es el principal exportador de gas natural a España, con el 43,3% del total del consumo de esta materia prima, según datos del último Boletín Estadístico de Enagás, publicado a comienzos del pasado abril.
Por otro lado, el presidente de Repsol ha reflexionado sobre si tiene sentido reducir el debate sobre la geopolítica de minerales críticos para la transición energética, "obviar" que se seguirá necesitando energía procedente de los hidrocarburos e "ignorar" que habrá industrias y sectores europeos cuya descarbonización será difícil conseguir con electricidad renovable.
"Si alguien ha creído que en el mix (energético) del futuro el petróleo y el gas no van a tener un papel relevante, se equivoca", ha añadido.
En esa línea, Brufau ha elogiado que Europa quiera liderar la lucha contra el cambio climático, aunque ha advertido del coste de asumirlo en solitario.
"En el tema de transición energética y cambio climático, Europa pretende ser el tractor del mundo, pero lamentablemente no es el tractor del mundo", ha aseverado.
Así, ha destacado que hay países que son "mucho más relevantes", como China y Estados Unidos. "El planeta tiene otras prioridades. China ya ha anunciado que su objetivo (de descarbonización) en el 2050 se amplía en 10 años. Y nadie puede garantizar que China, dentro de cuatro días, diga que lo amplía otros 10 años. La India exactamente igual y Estados Unidos depende de la Administración (...) y Biden tiene sus idas y vueltas en función de la geopolítica".
Brufau ha ahondado en que Europa no debe creerse "el líder de la transición energética" y poner "normas y limitaciones" a las empresas emisoras, sino que su objetivo debe centrarse en "liderar la tecnología" para ayudar a que el planeta evolucione, en conjunto, en la misma dirección.
Brufau, por la autonomía energética
Además, ha subrayado que en Europa existe un cierto sesgo hacia la movilidad eléctrica como solución única para la transición energética y ha defendido que los combustibles líquidos renovables, procedentes de residuos orgánicos y biomasa, entre otros, son necesarios para acelerar la electrificación con vehículos híbridos.
También ha apostado por eliminar trabas a la utilización de materias primas sostenibles para producir biocombustibles avanzados a partir de residuos orgánicos. En su opinión, optar por esta línea de actuación conllevaría creación de empleo en las industrias del automóvil y de componentes.
Tras condenar la agresión bélica de Rusia a Ucrania, el presidente de Repsol resaltó que en este contexto se ha manifestado la "urgencia" de asegurar la autonomía energética de Europa y también en lo referente a materiales y componentes críticos.
La competitividad de Repsol
Sin embargo, ha instado a no olvidar que la competitividad económica y el bienestar social requieren de equilibrio entre seguridad de suministro, precios asequibles y sostenibilidad.
En su opinión, es el momento de diseñar las rutas para minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible, a un coste asumible, "sin dogmas", con "pragmatismo" y "sin la soberbia intelectual" de pretender establecer, a priori, cómo alcanzar los objetivos en el futuro.
Sobre ello, ha hecho hincapié en que la transición energética conlleva costes, según analistas a los cuales no ha hecho referencia, de unos 275 billones de dólares hasta 2050.
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