Estados Unidos no va a desaprovechar su posición como proveedor clave de energía, sin embargo, parece que está adoptando una postura clara respecto a la transición energética, ser capitán del transatlántico, no pasajero
El martes 5 de noviembre de 2024 fueron las sexagésimas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Unas elecciones que mantuvieron en vilo a todo el planeta. Finalmente, Donald Trump se impuso en las votaciones con 77.297.721 votos, lo que le permitió sobrepasar los 270 escaños con holgura, alcanzando los 320 escaños.
El mundo de la energía se llenaba de incertidumbre. El mismo Donald Trump que retiró a USA del acuerdo Climático de París sería de nuevo presidente. Pero vamos a analizar los datos fríamente para conocer qué se puede esperar del nuevo mandato del presidente del país más poderoso del planeta.
Durante su primer mandato entre 2016-2020 hubo un hito muy reseñable que pasó desapercibido a gran parte del público. En el 2019 las exportaciones brutas anuales de energía de Estados Unidos superaron las importaciones brutas de energía. La balanza energética del país no se invertía desde hacía más de 67 años. Dicho de otra manera, Estados Unidos se había convertido en un exportador neto de energía. En la siguiente infografía podéis observar la evolución de las importaciones de petróleo en los últimos 60 años.
America first
El manido eslogan de la primera campaña electoral “America first” era, sin duda, una simplificación efectiva del planteamiento de país que traía consigo Trump. La intención de la nueva administración fue clara, desplegar un proteccionismo descarado que se trató de enmascarar, aunque la finalidad de soberanía estratégica e independencia energética era muy evidente.
Paralelamente, las exportaciones de gas natural licuado (GNL) se quintuplicaron desde enero de 2017 y alcanzaron un máximo histórico en enero de 2020. Por lo que podía afirmar que el posicionamiento en favor de los combustibles fósiles se había cumplido.
Durante esta campaña electoral uno de los eslóganes empleados en los estados más dependientes del sector Oil&Gas, “Drill, baby, drill”, en clara alusión a las facilidades que pretendía otorgar para la perforación de nuevos yacimientos de petróleo y gas natural. Durante el impasse entre proclamarse ganador de las elecciones y la proclamación como 47º presidente del país, concretamente el 20 de diciembre de 2024, Donal Trump publicó en su red social Truth Social, que si la Unión Europea no compensa el déficit de comercio con su país mediante la compra a gran escala de nuestro petróleo y gas, aplicaría aranceles a los productos europeos.
Crudo y gas
Personalmente, lo que más me ha sorprendido es que solicita aumentar la compra de 2 de los 3 productos que más nos venden. Los 3 principales productos que la UE importa de EE. UU son el crudo de petróleo, productos farmacéuticos y gas natural. En la siguiente infografía podéis observar la estrategia expansiva desplegada desde el primer mandato de Trump. En 2016, solamente, 49 buques salieron de territorio americano cargado del metano líquido a -161 °C. No obstante, dicha cifra se multiplico por 26, alcanzando los 1.312 buques en 2023.
Por lo que, muchos apuntan a que la transición energética sufrirá un duro revés. Sin embargo, durante este análisis trataré de argumentar la contrario. En las grandes corporaciones, al igual que en los grandes países, las inercias son muy fuertes. En este caso, la corriente de fondo está moviendo a Norteamérica a posicionarse como actor relevante en la transición energética.
La tendencia de los últimos años en inversiones de energías limpias en Estados Unidos es inequívoca. El año pasado, se invirtieron 272 mil millones de dólares en todo Estados Unidos en la fabricación y el despliegue de energía limpia, vehículos limpios, electrificación de edificios y tecnología de gestión del carbono, un 24 % más que el año anterior. Como podréis observar en la siguiente infografía, un récord de 71 mil millones de dólares de esta inversión se produjo en el tercer trimestre de 2024, un aumento del 12 % en relación con el mismo período de 2023.
Apuesta por las energías limpias
Bajo la administración Biden-Harris, el Congreso estadounidense el 16 de agosto de 2022 aprobó la ley “Inflation Reduction Act” (IRA), donde se contemplan incentivos y exenciones fiscales dirigidos a reducir drásticamente las emisiones de carbono e impulsar las energías renovables, para de ese modo fortalecer su sistema de seguridad social, reducir los costes sanitarios y aumentar los ingresos fiscales. Cabe destacar, que ningún legislador republicano votó a favor de la Ley de Reducción de la Inflación en 2022.
Según un análisis del Washington Post de datos del Instituto Tecnológico de Massachusetts y el grupo de expertos en modelos de energía limpia Rhodium Group, los distritos republicanos han surgido como los mayores ganadores de la ley climática (IRA). Ya que según indican, los distritos del Congreso que favorecieron a Trump en las elecciones de 2020 recibieron tres veces más inversiones en energía limpia y manufactura que los que se inclinaron por Biden.
Los distritos donde una pluralidad de votantes apoyó a Trump han reclamado alrededor de $165 mil millones de dólares del dinero hasta ahora, en comparación con solo $54 mil millones en áreas donde Biden quedó en primer lugar. Sin embargo, aunque a priori parezca que el IRA ha favorecido a los republicanos capitaneados por Trump, la explicación más lógica radica en conocer el nexo entre las zonas rurales y los votantes republicanos. Generalmente, los estados con menor densidad de población suelen ser, tradicionalmente, más conservadores. Por lo tanto, en estados donde existen grandes superficies de terreno (y consecuentemente, precios más bajos), es más plausible encontrar nuevas áreas para instalar plantas gigantes de fabricación de baterías o parques eólicos a gran escala. De ahí que los beneficios de la IRA se hayan encauzado más hacia territorios más conservadores.
La transición energética
De hecho, tras el IRA se puede observar una explosión en la fabricación de tecnologías relacionadas con la transición energética. En los últimos dos años, las empresas anunciaron 89.000 millones de dólares en nuevas inversiones en proyectos de energía limpia y fabricación de tecnología para vehículos, más del triple de los 22.000 millones de dólares invertidos en los dos años anteriores. El principal impulsor de este gasto es la cadena de suministro de vehículos eléctricos, desde la producción de minerales críticos hasta la fabricación de baterías y cargadores y el montaje final del vehículo.
El mayor crecimiento esta asociado a la fabricación de dispositivos para almacenar electricidad, tanto en sus productos finales como en los materiales críticos necesarios para ello. De hecho, gran parte de las inversiones esta localizadas en la costa atlántica del país.
Resulta curioso observar la alta densidad de proyectos asociados al cinturón de óxido, o Rust Belt en inglés, que abarca la región nordeste de Estados Unidos. Los estados que se sitúan entre los montes Apalaches y la zona de los Grandes Lagos: Delaware, Illinois, Indiana, Maryland, Míchigan, Missouri, Nueva Jersey, Nueva York, Ohio, Pennsylvania, Virginia Occidental, Wisconsin.
Históricamente el territorio cercano a los Grandes Lagos ha tenido como principal actividad económica la industria pesada y manufacturera, siendo una zona que ha sufrido un marcado proceso de decadencia industrial y económica a partir de los años 1970. Por lo que, parece clara la estrategia de revitalizar la zona alineándola con la transición energética.
Por otro lado, y no menos importante, el mayor soporte de Donald Trump durante las elecciones presidenciales ha sido Elon Musk. No sé si sería apropiado llamarle mecenas a Elon, o simplemente, se puede decir que se arrima al fuego que más calienta. El propietario de Tesla (Vehículos eléctricos), SpaceX (Aeroespacial/Defensa) y Starlink (Aeroespacial/Internet) parece que será uno de los grandes beneficiados tras el apoyo ofrecido tras el intento fallido de asesinato el 13 de julio 2024 en Pensilvania. Curiosamente, las empresas de Musk tienen un importante componente estratégico para el país, por estar relacionado con el espacio o la transición energética, ya que, Tesla es el principal fabricante de baterías y coches eléctricos de EE.UU.. Raro sería que las políticas de Trump perjudiquen a las compañías de Musk.
Análogamente, Trump ha mostrado un interés particular en la innovación tecnológica como motor de crecimiento económico y seguridad nacional, de ahí su fijación con los denominados “self-made man”. Es posible que durante este segundo mandato observemos una mayor colaboración entre el gobierno y el sector privado para mantener el liderazgo de Estados Unidos en el ámbito tecnológico y energético. Parece que la globalización como proceso expansivo ha llegado a su fin, y ha llegado una nueva era donde los intereses nacionales estarán en el centro de la toma de decisiones de los lideres. Evidentemente, Estados Unidos no va a desaprovechar su posición como proveedor clave de energía, sin embargo, parece que está adoptando una postura clara respecto a la transición energética, ser capitán del transatlántico, no pasajero. Fruto de ello, es su reciente interés en Groenlandia, un territorio rico en recursos y de alta relevancia geoestratégica, o el canal de Panamá. Hechos que constatan que las alianzas se están reconfigurando para tratar de mantener las rutas comerciales estratégicas mundiales.
Ager Prieto Elorduy es divulgador y profesional del sector energético. Ingeniero de procesos en Sener.
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