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El auge de la bioenergía en España: entre la urgencia climática y la oportunidad industrial

España es uno de los países europeos con mayor disponibilidad sostenible de materias primas procedentes de residuos agrícolas, forestales y ganaderos

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En la tercera mesa del III Foro de Transición Energética, sobre bioenergía, quedó claro que la descarbonización no puede apoyarse en una sola herramienta. La moderadora, Inés Cardenal (AICE), abrió el debate recordando que la electrificación “no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la neutralidad climática en 2050”. Subrayó que la bioenergía sigue lejos del centro regulatorio y mediático pese a su potencial para “descarbonizar desde ya” los usos no electrificables, y aportó un dato que enmarcó el resto de intervenciones: España, dijo, es uno de los países europeos con mayor disponibilidad sostenible de materias primas procedentes de residuos agrícolas, forestales y ganaderos. “Tenemos recursos y capacidad para producir bioenergía; lo que falta es que la regulación lo refleje”, reclamó.

Desde Schneider Electric, Adolfo Barroso insistió en que el camino de la transición “no va a ser una línea recta”. Explicó que su compañía impulsa la electrificación, “pero no es la única solución ni mucho menos”, y defendió un enfoque integrado de tecnologías. A su juicio, la bioenergía es estratégica para España y para Europa porque contribuye a reducir la dependencia de terceros países: “No digo que sea la panacea, pero nos va a ayudar a ganar autonomía energética”. Barroso advirtió, no obstante, de dos frenos: la burocracia de los permisos y la viabilidad económica de los proyectos. En el capítulo del hidrógeno, situó el reto clave en la red de transporte: “Empiezan a aparecer los hubs, pero necesitamos una red nacional para universalizar su uso”. También citó la hoja de ruta marcada por el llamado informe Draghi como un conjunto de tareas que “si no implementamos, cometeremos un error”.

Los primeros en posicionarse en el mercado serán más competitivos en producción de combustibles sintéticos en las próximas décadas
El desarrollo y el uso de combustibles sintéticos todavía está a una década y depende del éxito del despliegue de otras tecnologías

La visión de Jacobo Canseco, director de Green Energy en Axpo, estuvo alineada: “No todo es electrificable”. Explicó que el hidrógeno verde “llegará, aunque más tarde de lo previsto, y no será la solución para todo”, mientras que los biocombustibles están ya disponibles para cubrir “un gap que no va a ser pequeño”. Para ilustrarlo, miró al sector marítimo y a la aviación, donde las exigencias internacionales empujan el consumo de combustibles renovables. Canseco aportó, además, una idea pragmática: la posibilidad de descarbonizar inmediatamente parte del transporte pesado con biometano mientras llegan los vehículos eléctricos e infraestructuras.

Matteo Vaglio, responsable de biocombustibles en Moeve, pidió acelerar todas las palancas de descarbonización. “No podemos permitirnos el lujo de descartar ninguna”, afirmó. En su esquema, todo lo electrificable debe electrificarse; los biocombustibles avanzados deben priorizarse frente a los convencionales; y los combustibles sintéticos tendrán un papel creciente “aunque en los próximos años no serán aún masivos”. Introdujo, además, un elemento que suele quedar fuera del foco: la reducción de la demanda energética como parte del mix de soluciones. Para Vaglio, la bioenergía encaja por sinergias: el biogás y el biometano alimentan cadenas de valor del hidrógeno y de los sintéticos, aprovechando energías renovables y la infraestructura existente de logística y distribución. Y, sobre todo, subrayó la ventaja comparativa de España: “Tenemos sol, viento, espacio y residuos. Sería una lástima no aprovecharlo”. En lo industrial, defendió proyectos de biometano de 15–30 millones de euros la unidad y anticipó un salto de escala: “Podemos tener 300–400 plantas en unos años; el debate es si lo haremos rápido o lento”.

Desde la ingeniería, Raúl Rodríguez (Tresca) aterrizó el discurso en la demanda industrial. Contó que, en la conversación directa con clientes, afloran necesidades “muy concretas” y restricciones de márgenes que exigen soluciones competitivas y modulables. Recordó que los bios “han estado siempre”, y que en Europa cerca de la mitad de la renovable térmica en países del norte es biomasa: un espejo que España puede mirar para desarrollar calor industrial renovable. Propuso pensar la energía en tres bloques (transporte, electricidad y calor) y ligó la experiencia de la primera transición (la expansión del gas natural) con la que llega ahora. También defendió que España puede atraer inversión y exportar moléculas si asegura disponibilidad de energía a precios competitivos: “Podemos abrir una nueva línea en el PIB”.

Menos ruido, más resultados: coste-eficiencia y políticas habilitadoras

Cobra fuerza la idea de autonomía estratégica europea y de reindustrialización ante un comercio global más incierto. Para avanzar, los ponentes coincidieron en el coste-eficiencia como criterio rector, la uniformidad regulatoria y la agilidad administrativa (permisos, transposición de directivas) como condiciones necesarias, y un rol activo del sector público en la financiación inicial. “Estas soluciones hay que abrazarlas e impulsarlas, no retrasarlas por miedo a lo desconocido,” indicaba uno de los intervinientes.

También se puso sobre la mesa la necesidad de formar talento especializado y de acompañar a las comunidades locales para garantizar aceptación social de las plantas. La bioenergía, recordaron, no solo aporta reducción de emisiones, sino que gestiona residuos, impulsa economías rurales y genera empleo estable en el territorio. De ahí que la planificación no deba limitarse a las cifras de producción energética, sino integrar dimensiones de cohesión social e industrial.

La energía renovable, el hidrógeno verde y la bioenergía moderna dominarán el mundo de la energía del futuro

El hidrógeno mereció un último matiz técnico: el RFNBO (hidrógeno de origen no biológico) es imprescindible a medio plazo, pero hoy el hidrógeno verde puede producirse apoyándose en activos existentes que procesan gas natural y biogás, “a precios relativamente accesibles”. Aun así, la disponibilidad de residuos actuará como “cap” para la oferta bio, hasta que maduren la valorización forestal o los cultivos energéticos (con horizontes de una década). De ahí que los combustibles sintéticos, derivados del hidrógeno electrolítico, deban acelerarse, asumiendo que, como toda tecnología inmadura, requieren un empujón inicial para bajar costes.

El consenso final fue claro: la bioenergía no compite con la electrificación; la complementa. Es una palanca disponible, industrializable en territorio nacional, capaz de valorizar residuos, crear empleo y reducir emisiones ya en sectores difíciles. Más que una energía de transición, se perfila como una pieza estructural del futuro energético europeo.

Como resumió uno de los ponentes: “Necesitamos todo: electrificación donde toque, biocombustibles donde aporten, y regulación que no discrimine tecnologías, sino que premie resultados”. España, concluyeron, tiene mimbres para liderarlo.

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