1 comentario publicado La revolución digital ha entrado en una nueva fase, impulsada por el avance vertiginoso de la inteligencia artificial (IA). Pero mientras los algoritmos escalan a niveles de complejidad sin precedentes, otro sistema clave enfrenta una presión silenciosa pero crítica: la red eléctrica.
En ambos lados del Atlántico, los operadores de sistemas eléctricos se enfrentan a un desafío técnico inédito. El crecimiento exponencial de los centros de datos dedicados a la IA no sólo implica un aumento considerable del consumo energético, sino una transformación radical en la manera en que se demanda esa energía.
Según un informe publicado por el North American Electric Reliability Corporation (NERC), para el año 2028, los centros de datos podrían consumir hasta el 12% de la electricidad total en Estados Unidos, triplicando su participación respecto a 2023. No obstante, el riesgo no reside únicamente en cuánto consumen, sino en cómo lo hacen. A diferencia de las cargas tradicionales, la IA introduce patrones de consumo que son súbitos, automatizados y difíciles de prever, generando amenazas latentes a la estabilidad de las redes eléctricas, tanto en América como en Europa.
Consumidores altamente dinámicos
El informe de NERC subraya que los centros de IA actúan como consumidores altamente dinámicos. Los procesos de entrenamiento de modelos, por ejemplo, pueden disparar la demanda eléctrica desde cero hasta 50 megavatios en menos de un segundo. En otros casos, se han observado caídas de carga de hasta 400 MW en apenas medio minuto. Este tipo de rampas ultrarrápidas puede provocar desequilibrios graves en la frecuencia del sistema eléctrico, generando riesgos similares a los que enfrentan las redes con alta penetración de energías renovables, pero esta vez desde el lado de la demanda.
En contraste, los procesos de inferencia —es decir, el uso operativo de modelos ya entrenados— muestran perfiles de carga más estables, pero no por ello menos desafiantes. Su crecimiento sostenido está generando cargas base muy elevadas, que ejercen una presión constante sobre la planificación de recursos energéticos y la gestión del sistema. En algunos casos, este tipo de procesos ya representa más del 60% del consumo energético asociado a la IA.
Lo más preocupante para los operadores de red no es sólo la magnitud de la carga, sino su invisibilidad. A diferencia de las industrias tradicionales, cuya demanda puede anticiparse con relativa precisión, los centros de IA toman decisiones de consumo en función de algoritmos internos, optimizados por criterios como latencia, costo o eficiencia computacional. Estas decisiones se ejecutan en segundos a través de electrónica de potencia avanzada, sin que los operadores del sistema eléctrico puedan intervenir o prever su comportamiento. La red, por tanto, queda expuesta a variaciones drásticas de demanda sin margen de reacción.
Estos riesgos no son hipotéticos. NERC ha documentado eventos en los que grandes cantidades de carga asociada a centros de datos se desconectaron abruptamente en respuesta a perturbaciones menores, provocando picos de frecuencia y tensión que afectaron la estabilidad del sistema en varias regiones de EEUU. Una situación similar se dio en Texas, donde la pérdida súbita de carga durante una falla en la protección del sistema produjo alteraciones no previstas por los operadores.
Tiempos de desarrollo y capacidad de respuesta
Aunque el informe se centra en América del Norte, las conclusiones trascienden fronteras. En Europa, la situación presenta similitudes preocupantes. El desajuste entre los tiempos de desarrollo de las nuevas demandas y la capacidad de respuesta del sistema eléctrico es otro factor que complica la situación. Mientras que un centro de IA puede construirse en menos de dos años, los proyectos de refuerzo o expansión de redes eléctricas pueden tardar entre cinco y diez años en completarse, especialmente si requieren aprobaciones ambientales o participación ciudadana. En ese tiempo, las megacargas podrían duplicarse, adelantándose a cualquier infraestructura planificada.
En este contexto, tanto en Europa como en América del Norte, los sistemas eléctricos enfrentan una triple amenaza: por un lado, la falta de visibilidad en tiempo real de estas nuevas cargas; por otro, la ausencia de mecanismos de control o coordinación entre los operadores del sistema y los operadores de los centros de IA; y, finalmente, la rigidez de las normas actuales de planificación e interconexión, que siguen siendo diseñadas para cargas tradicionales.
Ante esta situación, NERC propone un conjunto de recomendaciones que podrían aplicarse también en Europa. Entre ellas, destaca la necesidad de definir nuevas categorías de carga que no se basen únicamente en el tamaño o la potencia pico, sino en características como la velocidad de rampa, la flexibilidad operativa o la disponibilidad de respaldo energético. Además, se subraya la urgencia de desarrollar modelos que simulen con mayor precisión el comportamiento dinámico de estas instalaciones y de mejorar la coordinación entre operadores de red y operadores de carga.
El informe también advierte que muchos centros de IA están siendo construidos con configuraciones de "carga firme", lo que significa que exigen un suministro garantizado, sin posibilidad de interrupciones. Esto complica aún más los esfuerzos por flexibilizar el sistema o aplicar programas de respuesta a la demanda en momentos críticos.
Frank
21/07/2025