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A nivel mundial, el gas está experimentando continuos y grandes cambios. Mientras Estados Unidos, en un futuro cercano, se posiciona como un gran exportador de gas natural licuado (GNL) la Agencia Internacional de la Energía (AEI) se refiere al gas como la energía que más crecerá en el horizonte 2035. En Asia, gana fuerza la idea de explotar sus recursos de shale gas, mientras que Europa está en la labor de diversificar sus suministros ante el conflicto, todavía latente, con el gas ruso a su paso por Ucrania.

En este contexto global, al sector gasista español se le abre todavía un escenario de expansión. Por un lado, en sectores tradicionales, donde el gas ya tiene presencia, como es el caso de los hogares o la industria, pero donde las posibilidades de crecimiento todavía son importantes. Paralelamente, surgen nuevos contextos por explorar, como el GNL para la propulsión de grandes buques o la implantación de gas en vehículos particulares, aprovechando la trasposición de la Directiva europea sobre uso de combustibles alternativos en el transporte.

El sector exterior es otro ámbito con posibilidades de crecimiento. Hoy España está preparada para contribuir a la seguridad de suministro de Europa y en un futuro próximo, si finalmente se construye la tercera interconexión con Francia —conocida como Midcat—, su contribución puede llegar al 12% del gas que actualmente suministra Rusia al continente. Unos datos nada despreciables si tenemos en cuenta que, actualmente, seis países comunitarios reciben el 100% de su gas de este único mercado.

Los motivos que sustentan esta realidad son la alta diversificación de fuentes en España —que permite recibir gas de 11 países diferentes—, su situación puntera en cuanto a capacidad de regasificación —con el 36,5% de la capacidad europea—, así como un sistema que posibilita combinar la recepción de gas por gasoducto, básicamente del norte de África, con la recepción de GNL, a través de las seis regasificadoras activas, de cualquier lugar del planeta.

¿Qué aporta el gas?

El gas es una energía competitiva que ofrece seguridad de suministro, a bajo precio, al tiempo que se posiciona como la fuente tradicional más respetuosa con el medio ambiente. En este sentido, a nivel global reduce las emisiones de CO2 —en un 30% en relación con el petróleo y en un 45% con el carbón—, de SO2 y también de NOX. A nivel local, el gas es el combustible que tiene menores emisiones de CO a la vez que emite menos partículas sólidas. Concretamente, en relación con la biomasa, el gas produce casi un 100% menos de emisiones sólidas a la atmósfera.

Pero además de estos datos medioambientales que, en gran medida, favorecen la calidad de vida de las ciudades, el gas ofrece ahorros para los hogares que, en función del consumo, pueden llegar al 36% de media.

Para las industrias, que utilizan el gas tanto para sus procesos productivos como para cogenerar, los ahorros en la factura energética pueden llegar al 50%. En este ámbito, todavía existe un alto potencial de sustitución de combustibles más contaminantes por gas. Además, la cogeneración se posiciona como un sistema que ofrece competitividad a las industrias; actualmente, más de 1.000 empresas —que representan el 40% del PIB industrial— utilizan gas para cogenerar.

Otro ámbito con grandes posibilidades de expansión son los edificios públicos, obligados a mejorar paulatinamente su eficiencia a raíz de la publicación de la Directiva en esta materia. A través de la implantación de diferentes medidas como cogeneraciones, cambios de otros combustibles a gas, sistemas de iluminación eficientes o mejora del aislamiento de los edificios, este sector puede conseguir ahorros en la factura energética de hasta el 25%. Muestra de ello son los resultados de los “casos de éxito” que ya están empezando a presentar las empresas de servicios energéticos que operan en España.

No puedo acabar este artículo sin nombrar el potencial del gas en el transporte. No se trata de un elemento nuevo, ya que nuestro país cuenta con buena experiencia en flotas de autobuses urbanos y camiones de recogida o de reparto. Sin embargo, esta energía tiene suficiente tecnología y potencial como para seguir creciendo en vehículos particulares y en transporte a grandes distancias. Así mismo es importante el potencial existente en el transporte marítimo para la propulsión de grandes buques, a través del GNL —en estos momentos se encuentran en marcha varios proyectos para desarrollar este mercado—.

El gas es todavía una energía con potencial de crecimiento. Sus magnitudes económicas —aporta el 0,5% del PIB y genera más de 150.000 puestos de trabajo— y ambientales son dos buenas razones para seguir apostando por su crecimiento.

Antoni Peris, presidente de la Asociación Española del Gas, Sedigas.

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