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Si hablamos de cambio climático, el dicho “mejor tarde que nunca” pierde totalmente su sentido. Llegar tarde tiene consecuencias que la humanidad no podrá asumir. De ahí que las negociaciones que están teniendo lugar en París sean de vital importancia y muchos sean los que las hayan bautizado ya como las más relevantes en varias generaciones.

Limitar el calentamiento global a 2 grados no se va a hacer por arte de magia. Necesitamos más que nunca sumar esfuerzos. Nuestra industria está convencida de que puede aportar su granito de arena a esta lucha común. El gas natural no es la solución a todo el problema, pero sí es el combustible fósil más limpio disponible en la actualidad. Como tal está llamado a jugar un rol como energía puente hacia la transición energética y complemento ideal de las energías renovables. Solo de nosotros depende el aprovechar esta realidad a la par que avanzamos hacia un modelo cada vez más sostenible, fiable y limpio.

Si el cambio climático es una certeza no lo es menos que los combustibles fósiles seguirán utilizándose en las próximas décadas. Así lo confirma la propia Agencia Internacional de la Energía (AIE). De nuevo, tenemos la opción de seguir produciendo carbón o petróleo o apostar por el gas natural. Si a ello le sumamos la posibilidad de producir ese gas en nuestro propio país, nos encontramos con una ecuación interesante. Pero para resolverla necesitamos primero confirmar el potencial de nuestros recursos. Esta finalidad, en apariencia simple, ha sido desde siempre el objetivo primario de los proyectos de exploración de gas natural no convencional en marcha.

Por otro lado, los potenciales resultados de sustituir, por ejemplo, el carbón por el gas natural, no son para nada despreciables. En Estados Unidos, el único país, junto con Canadá, con una producción de gas natural de esquisto de una escala significativa, esta sustitución ha sido uno de los principales factores que han contribuido a la reducción de las emisiones de CO2 al nivel más bajo desde hace 20 años.

David Alameda

De nuevo, el gas natural y las renovables pueden ser una de las combinaciones ganadoras que necesitamos con urgencia. En una entrevista a un reconocido diario internacional, Adnan Z. Amin, director general de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA en sus siglas en inglés), declaraba: “Una de las cuestiones clave de energías renovables como la eólica y la solar es su intermitencia. A diferencia de las centrales nucleares y de carbón, las centrales de gas tienen la capacidad de adaptarse rápidamente a los picos de demanda. Pensamos, por tanto, que la combinación del gas natural de esquisto y las energías renovables tiene un gran potencial para una transición energética limpia.”

Por la parte que nos toca, la industria sigue trabajando y desarrollando las tecnologías existentes para hacerlas cada día más y más compatibles con los altos estándares medioambientales que los europeos nos hemos puesto como referencia. Miremos, por ejemplo, la cuestión de las fugas de metano, uno de los principales componentes del gas natural que tiene un potente efecto invernadero.

Estudios publicados por instituciones prestigiosas como la Universidad de Texas (2013), el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) (2012), la Universidad de Cornell (2012) o la Universidad Carnegie Mellon (2011) han demostrado que las emisiones fugitivas de metano se producen a niveles mínimos. De acuerdo con las estimaciones más recientes de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA en sus siglas en inglés), la tasa de estas fugas es de alrededor 1,5% o menor. Esta tasa se encuentra cómodamente por debajo del umbral de 3,2% que según los científicos se requiere para que el gas natural de esquisto mantenga sus más que significativos beneficios para el clima.

A esto se añade que la industria sigue reduciendo sustancialmente las emisiones de metano y dióxido de carbono a través de uso de material, equipos y prácticas cada vez más sofisticadas y eficientes. En Estados Unidos, la EPA ha confirmado que las emisiones de metano procedentes de pozos de gas no convencional han disminuido un 73% desde 2011. Las continuas mejoras en I+D permitirán reducir aún más si cabe estas emisiones durante las fases de perforación, producción y distribución.

A menos de un mes de las elecciones electorales del 20D en España, la política energética vuelve a estar de actualidad en nuestro país, en parte, gracias al impulso de las negociaciones de la COP 21 en París. El desafío es que ésta sea utilizada no como arma arrojadiza o zanahoria para atraer votos sino como una pieza clave de la visión de futuro que queremos para nuestra sociedad, desde el realismo y el convencimiento de que hay que aportar soluciones con la mayor rapidez posible. En esta ecuación, la combinación del gas natural y las energías renovables tiene todas las de ganar.

_David Alameda, Director General, Shale Gas España _

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