1 comentario publicado La industria española puede situarse entre las más competitivas de Europa si aplica con pragmatismo las reformas necesarias para reducir impuestos, cargos y costes de suministro eléctrico.
La energía es uno de los grandes determinantes de la competitividad industrial europea. Mientras Estados Unidos y China operan con precios muy inferiores, Europa soporta un sobrecoste estructural que amenaza su base productiva. España, sin embargo, dispone de margen regulatorio y tecnológico para revertir esa situación. El fin del déficit de tarifa, la reducción de los costes regulados y una estrategia más inteligente de electrificación permitirían situar los precios industriales en el rango de 6–7 c€/kWh, entre los más competitivos del mundo.
Europa se enfrenta a un reto doble: reducir emisiones netas y mantener su competitividad industrial. Cumplir el objetivo de –55 % de emisiones en 2030, y el –90 % que ya se debate para 2040, implica descarbonizar casi por completo la generación eléctrica y la industria, salvo sectores difíciles de abatir como el acero o el cemento. La cuestión es si podemos eliminar esas emisiones sin eliminar la industria. La respuesta es sí, siempre que se aborde con pragmatismo.
Europa parte con una clara desventaja de precios energéticos. Como recuerda el informe Draghi, la electricidad industrial cuesta el doble que en Estados Unidos o China, y el gas, el triple que en EE. UU. Esa brecha se traduce directamente en una pérdida de competitividad frente a economías con energía más barata y abundante. En 2024, según la Energy Information Agency, el precio medio de la electricidad para la industria en EE. UU. fue de 7,3 c€/kWh, con un rango que va desde 5,5 c€/kWh en Texas hasta 19,5 c€/kWh en California. En Europa, de acuerdo a Eurostat, el promedio alcanzó 23 c€/kWh y, en España, 17 c€/kWh, con un rango de entre 10 y 12 c€/kWh para las tarifas 6.1 y 6.2 de media tensión.
Energía asequible
Con estos datos sobre la mesa, la Comisión Europea ha lanzado el Plan de Energía Limpia y Asequible, enmarcado en el Clean Industrial Deal, cuyo objetivo es reducir peajes, cargos e impuestos; abaratar el suministro mediante PPAs y más renovables; mejorar los mercados de gas con compras agregadas de GNL; e integrar un mercado energético europeo desarrollando instrumentos de financiación común bajo el nuevo marco CISAF (Clean Industrial State Aid Framework). Es una estrategia de puro sentido común, pero como siempre, Bruselas pone los títulos y cada país debe escribir la letra y la música.
Descarbonizar es, esencialmente, electrificar, ya sea de forma directa o indirecta, porque incluso los gases renovables necesitan electricidad. Pero conviene asumir que el gas seguirá formando parte de la ecuación. Ningún escenario serio, ni de la AIE ni de la Comisión Europea, lo elimina completamente en 2050. Por tanto, el reto no es dejar de usarlo mañana, sino reducir su peso en el mix energético con cabeza y seguridad de suministro.
España tiene margen para avanzar de forma decidida en esa dirección y reducir sustancialmente el coste de la electricidad industrial. En primer lugar, porque el déficit de tarifa quedará completamente saldado en 2028 (2.390 M€ de coste en 2025). A ello se suma la reducción progresiva del coste RECORE (4.200 M€ en 2025, unos 300 M€ menos que en 2024), y la previsible disminución del coste de la generación extrapeninsular gracias a la incorporación de renovables (800 M€ en 2025). En conjunto, los costes regulados del sistema podrían reducirse en torno a 3.500 M€ de aquí a 2028.
Reducción fiscal
Con ese margen, sería viable eliminar impuestos como el 7 % del IVPEE, el canon hidráulico y el impuesto al combustible nuclear gastado, además de reducir hasta un 25 % los cargos eléctricos. Esta rebaja debería centrarse en el término de potencia para favorecer la electrificación industrial. Siguiendo las recomendaciones de la Comisión Europea, también podría bajarse el Impuesto Especial de la Electricidad del 5,11 % al 0,5 % (ahorro de 1.100 M€) y eliminar la tasa municipal del 1,5 % (350 M€). En total, el sistema podría aligerarse en torno a 5.000 M€, lo que equivaldría a una reducción de 20 €/MWh en 2028 y de hasta 40 €/MWh en 2035, año en el que los cargos netos podrían llegar a cero si no se introducen nuevos costes.
La segunda palanca pasa por abaratar el suministro. Los costes reales de generación renovable son bien conocidos: alrededor de 30 €/MWh para la solar y 50 €/MWh para la eólica. Sin embargo, el mercado mayorista promedió 63 €/MWh en 2024 (y 64 €/MWh en lo que llevamos de 2025) porque muchas horas siguen marcadas por el gas. Para corregirlo, es imprescindible fomentar PPAs renovables con garantías públicas, abrir los servicios de ajuste a las renovables (que ya cuestan más de 20 €/MWh), y desarrollar conexiones flexibles. Hoy, las redes de distribución utilizan apenas el 8 % de su capacidad anual y aun así se declaran saturadas. Con flexibilidad, se podría dar acceso a nueva demanda sin inversiones adicionales y reducir los peajes a la mitad para estas conexiones.
A ello debería añadirse una visión pragmática sobre el parque nuclear, extendiendo su vida útil hasta 2040, en línea con lo que han hecho sus reactores gemelos en EE.UU.
Si se aplican todas estas medidas, España podría alcanzar precios medios industriales de 12 c€/kWh, en el rango de 6–7 c€/kWh para tarifas 6.1 y 6.2, 4–6 c€/kWh mediante PPAs renovables, e incluso un céntimo menos con autoconsumo. Con ello, España pasaría de competir con desventaja a situarse entre los países más competitivos del mundo en electricidad para la industria, y con diferencia, el más competitivo de Europa.
Joaquín Coronado es presidente de Build to Zero.
Miguel A. A.
30/10/2025