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El precio del petróleo está marcando sin ninguna duda el actual contexto económico. Una situación que ejerce una influencia directa no sólo en los mercados y en las empresas del sector, sino también en los principales países exportadores de crudo e incluso muy notablemente en los mercados financieros de los países importadores.

El escenario ha ido cambiando según avanzaban los últimos meses. Esta evolución en el precio, más allá de estabilizarse, va incorporando nuevos capítulos. El año arrancó con un prolongado descenso, donde el petróleo llegó a caer más de un 75% respecto del verano de 2014, seguido de una oscilante recuperación de los 40 dólares por barril a finales del primer trimestre de este año.

En cualquier caso, estas inflexiones, aunque estén condicionando el contexto económico, no suponen una situación novedosa para el sector. De hecho, si analizamos la historia reciente, comprobamos cómo en las últimas tres décadas se han producido hasta seis caídas similares en el precio del petróleo, que han actuado como una auténtica montaña rusa. Si hace diez años el precio del barril de Brent era muy similar al actual, dos décadas atrás llegó a alcanzar la cifra de los 10 dólares, lo cual demuestra que la volatilidad en el sector petrolero es un patrón más habitual de lo que podría parecer en un primer momento.

Carlos Molina. FOTO: BP

¿A qué se debe principalmente esta variación? La respuesta es sencilla y se circunscribe a los cambios concretos entre la oferta y la demanda. Cuando esta última cae, arrastra a los precios, como sucedió en 2008. Mientras que entonces el precio se recuperó relativamente rápido gracias la recuperación de la demanda, la situación actual es diferente, ya que está relacionada con el exceso de oferta. Un contexto que además no es la primera vez que vive el sector y que nos recuerda al caso de 1986, donde la recuperación se alargó durante varios años.

Si analizamos de dónde procede este exceso de oferta, vemos que son varios los factores que han contribuido a desencadenar este fenómeno. La revolución del esquisto en Estados Unidos ha tenido un papel capital, convirtiendo este país en el mayor productor de petróleo del mundo en 2014, tras experimentar su producción el crecimiento más rápido jamás registrado. Además, la rápida mejora de la eficiencia de las técnicas de producción “no convencional” ha hecho esta tecnología altamente resiliente a precios bajos del petróleo, por debajo de los 60 dólares en muchos casos. La tecnología no convencional es muy flexible para rápidamente aumentar o reducir en pocos años la producción en función de los cambios del precio del petróleo, a diferencia de las tecnologías convencionales. De este modo, el petróleo esquisto de EEUU se ha convertido en el nuevo referente principal para la fijación del precio internacional del petróleo. Este precio por tanto ahora se rige mucho más por la lógica de mercado libre, frente a la anterior mayor influencia de las decisiones de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y de la geopolítica.

Otro factor que explicaría el fenómeno de exceso de oferta tiene precisamente que ver con la actitud de la OPEP. Generalmente, su papel a lo largo de la historia ha servido para estabilizar el mercado y los precios del petróleo. Sin embargo su capacidad sólo alcanza a responder ante impactos temporales, pero nunca ante una situación que responde a cambios estructurales. Además, los países de la OPEP, presionados por la necesidad de financiar sus abultados presupuestos nacionales, han decidido mantener sus respectivos niveles de producción, defender sus cuotas de mercado y tratar de expulsar del mercado a los productores con mayores costes. En términos económicos, es la solución racional en la situación actual de desbalance estructural a corto plazo entre oferta y demanda.

Pero esta combinación de factores no ha actuado sola. La situación económica que vive China también ha actuado como desencadenante, generando una importante ralentización de su demanda. El PIB del gigante asiático comenzó a ralentizarse en 2014, lo cual afectó a sectores clave y tradicionalmente grandes consumidores de energía, como el acero, el cemento o la construcción. Todo ello mientras la demanda en la mayoría de los mercados  de la OCDE se mantiene muy estable, entre otras cosas debido a las medidas de eficiencia energética adoptadas en estos países.

La combinación de todos estos factores ha llevado a una situación de exceso de oferta en un momento en que los actuales niveles de reservas petroleras se encuentren en unos niveles sin precedentes. De hecho, las reservas probadas de petróleo actuales superan más del doble de su nivel en 1980.

En conclusión, parece esperable que las economías en crecimiento aumentarán la demanda, pero que llevará un tiempo alcanzar el equilibrio, lo cual hará que los precios del crudo probablemente permanezcan en niveles bajos al menos unos cuantos semestres más, aunque el petróleo esquisto nos podría sorprender de nuevo con su capacidad de rápida adaptación. En cualquier caso la industria petrolera deberá demostrar su resiliencia, adaptándose y desarrollando tecnología que garantice su rentabilidad en este nuevo escenario.

Carlos Molina es director de Estrategia y Portafolio de BP España.

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