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La energía no suele formar parte del discurso público. En España, pasó desapercibida hasta el 11 de diciembre de 2016, cuando el ex ministro José Manuel Soria anunció una subida del precio de la luz del 11%, causando pavor entre la población general y una fuerte respuesta por parte de compañías energéticas que, como Iberdrola y Endesa, publicaron anuncios explicando la composición del recibo de la luz y cómo los impuestos se llevan la parte del león.

En una superpotencia como Estados Unidos, la energía son palabras mayores. Es una parte esencial de la política económica y de la seguridad nacional. Por tanto, es lógico que sea uno de los temas de campaña electoral en las elecciones presidenciales de 2016. El contexto es importante, al igual que la historia, para entender las posturas de los dos principales candidatos, Donald Trump y Hillary Clinton, sobre la política energética.

El contexto es sencillo: Estados Unidos ha encontrado bajo tierra suficiente petróleo y gas, como para ser independiente energéticamente, durante los próximos 200 años. Una cuestión circunstancial es la bajada del precio del petróleo, que afectó negativamente a empresas norteamericanas petroleras y países productores y exportadores de petróleo, como Rusia (en recesión), Irán (hasta hace poco, sin poder exportar debido a las sanciones internacionales) y Arabia Saudí, cuyas finanzas públicas se han visto negativamente afectadas. Ahora, tras el acuerdo de la OPEC para ajustar producción, el precio de los barriles Texas y Brent, vuelve a subir…

Si Estados Unidos quisiera inundar el mundo de petróleo y gas, podría hacerlo, pero prefiere tener grandes reservas y no tener que depender energéticamente de Oriente Medio. La independencia energética -conseguida durante la presidencia del presidente Obama- ha sido política bipartidista desde el primer mandato del presidente Nixon, elegido en 1968. Conseguido este logro, las consideraciones de Trump y Clinton sobre la energía incluyen más parámetros: primero, tener una política energética integral y coherente con el resto de la política económica. Segundo, el empleo: fuentes de energía tradicionales como el carbón y el acero (materias primas), que daban mucho trabajo a cientos de miles de personas en varios estados, se han visto negativamente afectadas por los factores “chino” y “ruso”: China ha inundado el mercado norteamericano de acero barato, provocando que el acero estadounidense, demasiado caro, por comparación, deje de ser competitivo: muchas fábricas se han cerrado y cientos de miles de empleos se han perdido. Tanto Trump como Hillary quieren aprovechar la coyuntura para captar votantes entre esos trabajadores descontentos sin empleo. Ohio, Michigan, Pensilvania, por ejemplo, en los que había mucho carbón y acero locales, han quedado fuera de juego con el carbón ruso y el acero chino.

De tal manera que los dos candidatos hablan de ambas materias primas, aunque de manera distinta, mera sea cuestión de matices. Trump habla del carbón limpio y la recuperación de empleos. Clinton solo habla de la recuperación del empleo, pero no dice cómo. Porque ambos candidatos dicen apoyar las energías limpias y renovables. La diferencia esencial, en este punto, entre Hillary y Trump consiste en que Clinton pone énfasis en parar el cambio climático, en línea con el presidente Obama, inspirador del Acuerdo de París (diciembre de 2015) por el que muchos países (China y Norteamérica incluidos) se comprometen a reducir sus emisiones de dióxido de carbono.

A Trump le importa muy poco las consecuencias del cambio climático, poniendo acento pragmático en lo que más interesa a sus seguidores: tener empleo hoy y ahora, que mañana, Dios dirá. Tanto es así, que Trump ha hecho bromas continuas sobre el cambio climático, que considera una invención de los izquierdistas para tener una bandera ideológica que defender, desde una supuesta superioridad moral. Gran distinción con el candidato Obama en 2008, cuyo extenso programa electoral incluía un largo capítulo dedicado a la energía, con dos objetivos: revertir el cambio climático apostando por las energías renovables y conseguir la independencia económica. Las reservas de gas y petróleo encontradas en estos ocho últimos años garantizan el segundo objetivo. La rentabilidad económica de la apuesta por las renovables no le ha salido bien a Obama, pero gracias al Acuerdo de París para reducir la emisión de gases contaminantes, Barack se asegura de que pasará a la historia como el presidente que más hizo para parar el cambio climático: ése es parte de su legado.

La política energética de Clinton

Siendo una cuestión de estado, cada candidato tiene propuestas concretas sobre cuál debe ser la política energética de Estados Unidos. En el caso de Hillary Clinton, su foco es el cambio climático y las energías limpias:

El 29 de noviembre de 2015, Clinton afirmó: “No dejaré que nadie nos retrase, ni que nuestra economía se pierda los beneficios de un futuro con energía limpia, ni forzar que nuestros niños sufran los efectos del cambio climático”.

Para Hillary, el cambio climático es una de las amenazas más urgentes de nuestros tiempos. Amenaza la economía, la seguridad nacional, la salud y el futuro de los niños. “Nosotros podemos afrontarlo, convirtiendo a Estados Unidos en una superpotencia de energía limpia y creando millones de empleos bien pagados, tomando pasos importantes para reducir drásticamente la contaminación de dióxido de carbono en nuestro país y alrededor del mundo. Vamos a asegurar que ninguna persona se quede rezagada mientras impulsamos una economía de energía limpia”.

En el primer día de su mandato, Hillary promete que establecerá objetivos nacionales sobre la energía limpia:

Producir suficiente energía renovable para todos los hogares en los Estados Unidos. Instalar 500 millones de paneles solares antes que se termine el primer mandato.

Reducir el gasto de energía en hogares en los Estados Unidos, escuelas, hospitales y oficinas en un tercio y hacer que la manufactura de Estados Unidos sea la más limpia y eficaz del mundo.

Reducir el consumo estadounidense de petróleo en un tercio, a través del uso de combustibles más limpios. Hacer que los coches, calderas, barcos y camiones sean más eficientes.

El plan de Hillary cumpliría con el compromiso que el presidente Obama hizo en la conferencia ambiental en París, que se aprobó a pesar de los escépticos del cambio climático en el Congreso. Reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero en un 30 por ciento en el 2025 (en comparación a niveles del 2005) y reducirá las emisiones del país en más de 80 por ciento antes del 2050.

Como presidenta, Hillary asegura que va a:

Defender, implementar y extender estándares de contaminación inteligentes y eficientes, incluyendo el Plan de Energía Limpia y normas para coches, camionetas y electrodomésticos, que ya están ayudando a limpiar el aire, ahorrando dinero a las familias y combatiendo el cambio climático.

Lanzar un objetivo de Energía Limpia de 60 mil millones de dólares para colaborar con estados, ciudades y comunidades rurales para reducir la contaminación de carbono y expandir energía limpia, incluyendo a familias de pocos recursos.

Invertir en una infraestructura de energía limpia, innovación, producción y desarrollo de fuerza laboral que hará que la economía de Estados Unidos sea más competitiva y crear empleos y carreras profesionales bien pagadas.

Asegurar la producción de energía segura y responsable. En la transición hacia una economía de energía limpia, “debemos asegurarnos que la producción de combustibles fósiles ocurriendo actualmente, sea segura y responsable, y que las áreas sensibles a la producción de energía ya no sean usadas”.

Reformar el arrendamiento y expandir la producción de energía limpia de tierras y aguas públicas en la próxima década.

Cortar los miles de millones de subsidios que compañías de petróleo y energía han disfrutado durante demasiado tiempo e invertir en energía limpia.

Acabar con las emisiones de metano a través de la economía y pasar estándares firmes para reducir fugas.

Revitalizar comunidades cuyas economías dependían del carbono, apoyando las prioridades locales y preparándolas para ser prósperas en el siglo XXI.

Asegurar que el medio ambiente y el clima sean prioridades, estableciendo un objetivo de eliminar las intoxicaciones de plomo dentro de 5 años, limpiar más de las 450 mil zonas tóxicas abandonadas, expandir el acceso a la energía solar a comunidades de bajos recursos y crear un equipo de Justicia Ambiental y Climática (Environmental and Climate Justice Task Force

Promover la conservación y administración colaborativa. Hillary Clinton mantendrá las tierras públicas accesibles, fortalecerá protecciones para las riquezas naturales y culturales y aumentará el acceso a parques y tierras públicas para todos. Aprovechará el potencial económico que ofrece la producción de energía renovable para promover una mejor calidad de vida y una economía próspera.

En el caso de Donald Trump, su visión es la siguiente:

Conseguir la independencia energética del país, crear millones de nuevos puestos de trabajo, y proteger el aire limpio y agua limpia. “Vamos a conservar nuestros hábitats naturales, reservas y recursos. Vamos a desatar una revolución energética que traerá gran nueva riqueza en nuestro país”.

Declarar el dominio energético de América un objetivo de política económica y exterior I

Invertir 50 billones de dólares en explotación: el petróleo y reservas de gas natural, además de las reservas de carbón limpio.

“Ser totalmente independiente de cualquier necesidad de importar energía de la OPEP o cualquiera de las naciones hostiles a nuestros intereses”.

En tierra abierta y arrendamiento en alta mar en las tierras federales, eliminar la moratoria sobre el arrendamiento de carbón y depósitos de energía de esquisto abiertos.

Fomentar el uso de gas natural y otros recursos energéticos americanos. Reducir las emisiones y el precio de la energía y aumentar la producción económica.

Dejar sin efecto todas las acciones ejecutivas de Obama, destructoras de empleo. Trump querrá reducir y eliminar todas las barreras a la producción responsable de energía, la creación de, al menos, medio millón de puestos de trabajo al año, invertir 30 mil millones de dólares en salarios más altos, y tener una energía más barata.

Cada candidato pone énfasis en lo que su base electoral más valora: en el caso de Trump, la creación de puestos de trabajo. En el de Clinton, luchar contra el cambio climático.

El 8 de noviembre, cuando se celebren las elecciones presidenciales, saldremos de dudas sobre qué visión se impone acerca de la política energética en América durante los próximos cuatro años.

Jorge Díaz-Cardiel es Socio Director General de Advice Strategic Consultants.

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Un comentario

  • Heikki Willstedt Mesa

    27/10/2016

    Solamente un pequeño comentario: EEUU está lejos de ser independiente energéticamente. Si miramos las estadística de BP para 2015, EEUU extrajo del suelo o del fondo marino 567,2 millones de toneladas de petróleo mientras que consumió 851,6 millones de toneladas. Las 284,4 millones de toneladas de diferencia (33% del total) equivalentes a más de 4,5 veces el consumo de petroleo español (60,5 Mton), tuvieron que ser mayoritariamente importadas.
    En el caso del gas natural, la cosa estuvo más cerca: 705,3 Mtep extraidas y 713,6 Mtep consumidas.
    En el caso del carbón es el único combustible fósil con superavit de extracción respecto al consumo: 455,2 Mtep frente a 396,3 Mtep (parte de ese superavit de carbón se consumió en España: importamos 1,3 Millones de toneladas métricas de carbón de EEUU según Carbunion)
    Sin duda tienen muchos recursos fósiles pero aún les queda un tramo para ser independientes energéticamente

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