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Europa ha consolidado su liderazgo en la transición energética, superando en un 10% a economías como Estados Unidos y China en consumo de energía renovable. Este avance refleja el impacto positivo de las políticas impulsadas por la Comisión Europea y los Estados miembro, con normativas clave como el “Clean Energy Package”, el “Fit for 55”, el “Green Deal “y el “REPowerEU”. Estos marcos regulatorios han sido fundamentales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, bajar los precios del mercado eléctrico, disminuir su volatilidad y transformar la economía europea en una economía más sostenible y resiliente.

En 2024, la Unión Europea superó el 40% de su consumo de electricidad proveniente de fuentes renovables, un avance significativo que refleja el cumplimiento de los objetivos establecidos en el Green Deal. No obstante, este enfoque en sostenibilidad no ha ido acompañado de un impulso equivalente a la competitividad industrial, lo que se ha traducido en una pérdida de competitividad ya palpable. En las últimas dos décadas, la brecha entre el PIB de la Unión Europea y el de Estados Unidos se ha ampliado significativamente, situándose actualmente el PIB europeo un 44% por debajo del norteamericano.

Autonomía estratégica

En este contexto, la elevada dependencia de la Unión Europea de materias primas externas representa un obstáculo adicional, ya que limita su competitividad y fomenta la deslocalización de inversiones. La Unión Europea importa alrededor del 70% de las materias primas esenciales para la transición energética, como litio, cobalto y tierras raras, lo que subraya la necesidad de diversificar las fuentes de suministro y reducir esta dependencia para garantizar una autonomía energética duradera.

Para revertir esta tendencia, resulta imprescindible reforzar la inversión, mejorar el entorno empresarial y fortalecer la colaboración público-privada, a la vez que garantizar el acceso a energía competitiva para toda nuestra industria. En los últimos meses, las instituciones europeas han subrayado la urgencia de fortalecer la competitividad, reflejando esta necesidad en diferentes publicaciones.

En particular, el informe de Enrico Letta “Mucho más que un mercado” (mayo 2024), destaca el papel del mercado único europeo como motor de innovación y sostenibilidad. Por su parte, Mario Draghi, en "The Future of European Competitiveness" (septiembre 2024), identifica tres grandes retos: (i) la brecha en innovación y digitalización, (ii) la falta de acceso a energía competitiva; y, (iii) la escasa coordinación entre los Estados miembro.

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Guerra arancelaria

En el contexto global, las políticas comerciales de Estados Unidos y China también están jugando un papel crucial en la competitividad de la Unión Europea. La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha provocado la imposición de aranceles elevados sobre productos clave, como paneles solares y baterías de litio, que afectan a la cadena de suministro global de tecnologías limpias. Esto ha tenido un impacto indirecto en Europa, que depende de los suministros asiáticos para sus proyectos de energía renovable y de electrificación industrial.

Al mismo tiempo, China ha incrementado los aranceles a ciertos productos europeos, lo que ha afectado negativamente la exportación de tecnologías limpias, como las turbinas eólicas y los vehículos eléctricos fabricados en Europa. Estos aranceles, junto con la competencia con los precios bajos de los productos chinos, refuerzan la necesidad de que Europa refuerce su producción interna y su competitividad, especialmente en el sector de las energías limpias.

Sin embargo, en este contexto de creciente tensión comercial, la semana pasada se dio un nuevo giro a la situación con la implementación de aranceles adicionales por parte de la administración de Donald Trump. El 2 de abril de 2025, se anunciaron aranceles del 20% sobre todos los productos importados desde la Unión Europea, con efecto a partir del 9 de abril. Este panorama podría frenar el crecimiento económico de la eurozona, con estimaciones que sugieren una pérdida de 0,3 puntos en el PIB europeo en el primer año.

Para abordar estos desafíos, el informe de Draghi resalta la importancia de mantener certidumbre regulatoria para atraer inversiones en transición energética y propone desarrollar Contratos por Diferencia (CfD) y herramientas de flexibilidad. Draghi defiende el marginalismo como la base de los mercados energéticos, pero advierte contra los caps a energías inframarginales. Además, enfatiza la planificación paneuropea de infraestructuras energéticas para integrar renovables y mejorar la competitividad industrial.

Impulsar la competitividad

El movimiento político más relevante por parte de la Comisión Europea en este sentido se consolidó con la presentación de la "Brújula de la Competitividad" ("A Competitiveness Compass for the EU"), un documento estratégico con una gran influencia de las recomendaciones de Letta y Draghi. Este informe establece un marco para fortalecer la economía europea mediante transformaciones clave y medidas horizontales.

Para impulsar la competitividad, busca (i) cerrar la brecha en innovación con EE.UU. y China, (ii) acelerar la transición energética sin comprometer la competitividad e (iii) incrementar la seguridad del mercado a través de acuerdos estratégicos y compras conjuntas de materias primas críticas. Además, plantea la protección de la industria mediante ayudas estatales, incentivos a la producción de clean tech y la inversión de infraestructuras energéticas. A nivel transversal, propone simplificar la regulación, eliminar barreras al mercado único, fortalecer la financiación y mejorar la capacitación de la fuerza laboral.

Si bien es cierto que el "Competitivity Compass" marca un hito en la política industrial europea, su éxito dependerá de conseguir una implementación ágil y efectiva, y de los pasos que sigan el resto de las potencias mundiales, tan importante en un entorno tan convulso como en el que nos movemos.

Con todo, la Unión Europea enfrenta un desafío crítico en su dependencia de los combustibles fósiles, lo que afecta directamente a su competitividad industrial. Se requiere la adopción e implementación de medidas estratégicas que promuevan la autonomía energética, evitando así las volatilidades del mercado y los riesgos de suministro.

La aceleración de la electrificación, apoyada por iniciativas como el Clean Industrial Deal y el Electrification Action Plan, es fundamental para lograr redes eléctricas robustas y facilitar la descarbonización industrial. Además, el establecimiento de contratos a largo plazo (PPA) y la reducción de impuestos sobre la electricidad contribuirán a proporcionar certeza en los costes energéticos y a aliviar la carga fiscal que actualmente soporta muchas de las empresas de Europa y, en concreto, de nuestro país.

Marco estable

Para concretar estos objetivos, es imprescindible un marco regulatorio estable que favorezca la inversión y el crecimiento industrial, disminuyendo las dependencias externas. Estas acciones integradas son esenciales para que la Unión Europea cierre la brecha de competitividad con otras economías globales.

En resumen, Europa ha avanzado significativamente en la transición energética, consolidando su liderazgo en energías renovables. Sin embargo, este progreso ha ido acompañado de una creciente brecha en competitividad industrial frente a economías como Estados Unidos y China. La dependencia de materias primas críticas externas y los retos comerciales derivados de los aranceles impuestos por potencias globales están complicando la situación. Para enfrentar estos desafíos, la Unión Europea debe reforzar su capacidad de innovación, garantizar el acceso a energía competitiva y fomentar la inversión en infraestructuras estratégicas. Solo con un marco regulatorio estable y políticas coherentes podrá competir a nivel global y asegurar una transición energética que no sacrifique la competitividad industrial.

Esther Martínez Arroyo es directora de Energía en la división de Consultoría de PwC.

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