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Pues ni uno, ni lo otro, sino todo lo contrario. Ambas aproximaciones serán necesarias para cumplir los objetivos de descarbonización de la energía, que nos ayudará a desacelerar el cambio climático y el calentamiento global, y con suerte (y sobre todo con mucha tecnología) paliar sus efectos en años venideros.

El sistema eléctrico necesita de grandes parques renovables con capacidad de generación a gran escala, que en un futuro cada vez más cercano integrarán sistemas de almacenamiento de energía, para desplazar la generación fósil del sistema; esa que marca (directa o indirectamente) valores tan altos en el precio de la luz y de la que por desgracia todavía dependemos durante la transición a un sistema descarbonizado. Estos grandes proyectos eólicos y fotovoltaicos serán capaces de generar una carga base, respaldada por los sistemas de almacenamiento, la hidroeléctrica y demás tecnologías no contaminantes que alimentarán los grandes consumos del país, la industria, las ciudades, etc. Debido a la intermitencia de estas fuentes de generación, la potencia instalada en el país deberá ser sustancialmente mayor al consumo pico para asegurar el abastecimiento en los “días menos ventosos y soleados”, mientras que los excesos de generación podrán ser empleados para cargar los diferentes sistemas de almacenamiento, así como para producir hidrógeno verde, que nos permitirá después descarbonizar los procesos térmicos, el transporte y sintetizar productos químicos de origen renovable.

Y en paralelo a este “macrosistema” energético que permitirá que todo siga funcionando como hasta ahora, pero sin comprometer el bienestar del planeta, proliferarán miles de “pequeñas” plantas distribuidas, nacidas de la iniciativa de comunidades de vecinos, pueblos o conjuntos de empresas en forma de autoconsumos o comunidades energéticas (fotovoltaicas en su gran mayoría). Estos pequeños sistemas permitirán la participación activa de los ciudadanos en el sistema eléctrico, ayudándoles a ser más independientes y participes de la economía del sector.

“Macroactivos” y “microactivos” convivirán y compartirán algunos mercados eléctricos, a la vez que tendrán sus propios mercados específicos, y ambos se respaldarán cuando el “macro” o “micro” recurso eólico o fotovoltaico (o almacenado) sufra de su característica variabilidad.

Aunque el miedo al impacto causado por los llamados “macroproyectos” sea creciente, y el enfado de los consumidores sea comprensible, se espera que los nuevos concursos de capacidad de acceso premien los proyectos con mayor compromiso con las prácticas sostenibles y con la dinamización de la economía local, haciendo participes a los vecinos involucrados en estos proyectos.

De lo que no hay duda es de que la descarbonización del sistema eléctrico pasa por el desarrollo tanto de grandes parques como de sistemas distribuidos, y en ambos casos serán los ciudadanos los que favorezcan o retrasen que esta transición ocurra en tiempo y forma.

Mikel Pino es responsable de Nuevos Negocios de Statkraft Iberia

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