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La complicada tarea de los países bálticos para desengancharse del gas ruso y tener plena independencia energética

Letonia y Estonia se apresuraron a poner fin a su dependencia del gas ruso, mientras que Lituania ya había construido una terminal de GNL

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Los planes de Letonia y sus vecinos bálticos para asegurar un suministro de energía, principalmente de gas natural, sostenible, seguro e independiente de Rusia, se han enfrentado en los últimos meses a numerosos altibajos debido a la situación política y de seguridad.

Tras la invasión rusa de Ucrania, Letonia y Estonia se apresuraron a poner fin a su dependencia del gas ruso, mientras que Lituania ya había construido en el puerto de Klaipeda una terminal de gas natural licuado (GNL) con capacidad para garantizar un suministro estable para el más meridional de los países bálticos.

Estonia dio pasos el año pasado para alquilar junto con Finlandia una terminal flotante, mientras que Letonia impulsó por la vía rápida la construcción de otra terminal, sólo para retirar los planes, cambiar dos veces de Gobierno y después replantearse el proyecto otra vez.

Si finalmente se construyese, se trataría de la terminal más cercana a uno de los mayores depósitos subterráneos de Europa, el de Incukalns, con capacidad para almacenar combustible para cubrir las necesidades invernales de toda la región.

Terminales de GNL

Conectado a la red operada por Conexus Baltic Grid con conexiones con Estonia y Lituania, el depósito tiene una capacidad de 4.470 millones de metros cúbicos de gas, aunque generalmente no está lleno.

Desde 2016 un grupo de inversores ha desarrollado planes para una terminal de GNL en la localidad costera de Skulte, a tan solo 34 kilómetros.

El proyecto, con la ventaja de una localización geográfica única, es al menos tres veces más barato que otros planes similares en la región, según la empresa que lo promueve.

El año pasado, el parlamento letón aprobó conceder a la terminal de Skulte la categoría de proyecto de interés nacional, lo que elimina trabas burocráticas y agiliza el proceso de construcción, cuyo coste se estima en 120 millones de euros.

Sin embargo en abril el entonces reciente Ejecutivo de coalición dirigido por Krisjanis Karins afirmó que el proyecto parecía inviable desde el punto de vista económico, aunque si así lo deseaban los inversores privados podían seguir adelante.

Después de que en septiembre llegara al poder una nueva coalición de centro-izquierda bajo la primera ministra Evika Silina, a principios de octubre una comisión parlamentaria propuso retirarle al proyecto el estatus de interés nacional.

Sabotaje al BalticConector

Sin embargo, poco antes de que se votara la propuesta, con la noticia de que el gasoducto Balticconector había quedado fuera de servicio, posiblemente por un sabotaje, el asunto desapareció del orden del día.

Jana Simanovska, una diputada de los socialdemócratas Progresistas (Pro) a favor de retirar a la terminal de Skulte el estatus especial, dijo a EFE que el incidente con Balticconector no la ha hecho cambiar de opinión.

"Creo que la actividad de Balticconector se restablecerá. También tenemos el depósito de Incukalns, que está lleno. Así que en este caso, incluso a pesar de los daños, estamos seguros", afirmó por correo electrónico.

En un comunicado, Conexus Baltic Grid aseguró que la interrupción del funcionamiento del gasoducto de Balticconector no afectará al suministro de gas en Letonia, Estonia o Finlandia. Aún así, aproximadamente el 30 % del gas almacenado en Incukalns procedía de Finlandia.

La parlamentaria Simanovska, indicó que el proyecto de Skulte prevé unas instalaciones flotantes, que también estarían expuestas al riesgo de las tormentas o posibles sabotajes.

Letonia y los combustibles

En su opinión, Letonia debería abandonar los combustibles fósiles a largo plazo, incluido el gas, que con frecuencia es un producto secundario de la extracción de petróleo.

Aunque no tiene datos sobre la medida en que fuentes renovables como la energía eólica y la solar podrían reemplazar el consumo de gas de los hogares y la industria letona, Simanovska destacó que, mientras que los partidos verdes son reacios con respecto al uso de energía nuclear, Pro "no ha manifestado una postura clara al respecto".

"También es importante recordar que con el GNL nuestra energía aún depende del suministro externo de gas y no podemos estar seguros de qué países son los proveedores, ya que, desde el inicio de la guerra, las importaciones europeas de GNL ruso se han incrementado en un 40 %", añadió.

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