La transición energética y digital plantea desafíos inéditos para Europa, y España se encuentra en una posición crucial para definir su futuro industrial. En el I Foro Industrial organizado por El Periódico de la Energía, expertos del sector analizaron las claves para atraer nueva demanda industrial al país en un contexto de alta competitividad global, fluctuaciones en el precio de la energía y avances en generación renovable. Durante la mesa redonda “¿Cómo atraer nueva demanda a España?”, moderada por Juan Ignacio González, socio de Energía en Uría Menéndez, se destacó la necesidad de alinear estrategias regulatorias, tecnológicas y de infraestructura para no perder el tren de la descarbonización.
Blanca Losada, presidenta de Fortia Energía, abrió el debate citando a Mario Draghi, quien identificó la falta de una estrategia industrial como uno de los mayores desafíos existenciales para Europa. Según Losada, la transición energética no es solo una cuestión ambiental, sino una oportunidad histórica para emprender una nueva revolución industrial. Sin embargo, Europa, y en particular España, enfrenta serios obstáculos. Los altos precios de la energía, la complejidad regulatoria y la competencia internacional, sobre todo de países como China, están erosionando la capacidad de la región para competir en el panorama industrial global.
Para Losada, es imprescindible actualizar un modelo energético que ha quedado desfasado tras 25 años de aplicación. La presidenta de Fortia enfatizó que la relación entre energía e industria es clave para la competitividad sistémica: mientras la energía es un insumo esencial para la industria, esta última desempeña un papel fundamental en la transformación hacia la sostenibilidad. Sin un marco regulador adecuado que equilibre las exigencias de descarbonización con la necesidad de impulsar una industria fuerte, España corre el riesgo de perder proyectos industriales estratégicos.
Acceso y disponibilidad
Uno de los mayores retos, según Losada, es garantizar el acceso y la disponibilidad de energía a precios competitivos. Actualmente, el sistema fomenta la percepción de escasez, lo que incentiva prácticas especulativas en las solicitudes de acceso a la red y en la acumulación de permisos de generación renovable. Este problema, que también fue señalado por Raúl Rodríguez, Chief Strategy & Business Development Officer de Engie, refleja una desconexión entre la oferta creciente de energía limpia y una demanda que no termina de materializarse debido a barreras regulatorias y de infraestructura.
Rodríguez destacó cómo el sector renovable ha crecido de manera exponencial en los últimos años, alcanzando una generación descarbonizada superior al 70%, incluyendo fuentes renovables y nuclear. Sin embargo, esta expansión se ha visto acompañada de precios extremadamente bajos en ciertos momentos, como las mil horas con precios por debajo de dos euros por megavatio/hora registradas en el último año. Esta volatilidad no solo pone en jaque la rentabilidad de los proyectos renovables, sino que también genera incertidumbre para los inversores y limita la capacidad de atraer nueva demanda industrial.
Para Rodríguez, resolver este desajuste pasa por mejorar la conexión entre la oferta y la demanda mediante inversiones en redes eléctricas y soluciones de almacenamiento. Estas últimas, subrayó, son esenciales para mitigar las fluctuaciones de precios horarios y garantizar un suministro constante de energía renovable, especialmente en sectores que requieren estabilidad, como los centros de datos. Asimismo, señaló que la electrificación de sectores clave, junto con mecanismos que aplanen las curvas de precios, es fundamental para aprovechar el potencial renovable del país.
Cuellos de botella
La importancia de las redes eléctricas fue uno de los temas más recurrentes en el debate. Patxi Calleja, director de Regulación de Iberdrola España, identificó las infraestructuras de transporte y distribución como el cuello de botella más crítico para la competitividad industrial en Europa. En un continente sin recursos propios de gas ni petróleo, la electricidad limpia y asequible es la única vía para reducir la dependencia energética y recuperar el peso industrial perdido. Sin embargo, España invierte significativamente menos en redes eléctricas que otros países europeos como Francia, Italia o Portugal, lo que limita su capacidad para abordar los retos de la transición energética.
Calleja argumentó que las actuales barreras regulatorias no solo dificultan el acceso de la industria a la energía, sino que también desalientan inversiones estratégicas. En este sentido, llamó a tratar las inversiones en redes como una prioridad nacional, tal como se hizo en el pasado con la electrificación general del país. Además, criticó la alta fiscalidad que grava la electricidad en España, mucho más elevada que la del gas, una situación que distorsiona los costes energéticos y afecta directamente a la competitividad industrial.
Para abordar estas limitaciones, Calleja propuso segmentar las necesidades industriales según sus demandas energéticas: desde procesos que pueden electrificarse con relativa facilidad hasta aquellos que requieren más investigación y desarrollo, como los de alta temperatura. Este enfoque permitiría diseñar políticas específicas para cada segmento, aprovechando los fondos europeos y reduciendo la dependencia de ayudas nacionales.
Planificación a largo plazo
En línea con estas reflexiones, Luis Velasco, director de Desarrollo de Instalaciones de Red Eléctrica, destacó que la transición energética no puede avanzar sin una planificación estratégica a largo plazo. Actualmente, España cuenta con 83 GW de capacidad renovable instalada y más de 120 GW con permisos en desarrollo, cifras que reflejan un sector dinámico pero que requieren una reestructuración significativa de las redes de transporte y distribución para integrar de manera eficiente esta nueva capacidad.
Velasco subrayó que uno de los principales problemas es la falta de predictibilidad en la evolución de la demanda y los plazos de ejecución de proyectos. Aunque la nueva regulación ha mejorado ciertos aspectos, todavía hay margen para agilizar los procesos y anticiparse a las necesidades futuras. En este sentido, abogó por una mayor coordinación entre administraciones, empresas y sectores industriales, poniendo como ejemplo proyectos estratégicos como subestaciones para fábricas de baterías o centros de datos en comunidades como Valencia o Cádiz.
El debate también abordó el papel de la administración pública en la creación de un entorno favorable para la transición energética. Los expertos coincidieron en que las políticas públicas deben liderar con el ejemplo, priorizando productos y servicios verdes en licitaciones y promoviendo mercados competitivos que impulsen la electrificación masiva.
En conclusión, los participantes dejaron claro que España se enfrenta a una oportunidad única para liderar la transición energética en Europa. Sin embargo, el éxito dependerá de la capacidad de alinear las necesidades de la industria con los avances en generación renovable, mediante una estrategia integral que combine inversiones en infraestructuras, reformas regulatorias y políticas industriales coherentes. El tiempo apremia, y las decisiones que se tomen en los próximos años serán determinantes para definir el papel de España en el nuevo mapa industrial global.
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